Martin Feldstein
Martin Feldstein, Professor of
Economics at Harvard University and President Emeritus of the National
Bureau of Economic Research, chaired President Ronald Reagan’s Council
of Economic Advisers from 1982 to 1984. In 2006, he was appointed to
President Bush's Foreign Intelligence Advisory Board, and,… read more
CAMBRIDGE
– Dos noticias sobre el presupuesto se constituyen en un triste
recordatorio del peligroso estado en que se encuentra la política fiscal
en Estados Unidos. La Oficina de Administración y Presupuesto del
presidente Barack Obama anunció
que el déficit del gobierno federal de este año fiscal se situará cerca
de los $600 millones de dólares, un aumento de $162 millones de la
cifra del año 2015, es decir un incremento de más del 35%. Además, el
documento de Perspectiva Presupuestaria a Largo Plazo
para el año que prepara la Oficina de Presupuestos del Congreso (CBO)
proyecta que, si no hay cambios en la política fiscal, la deuda del
gobierno federal aumentará del 75% al 86% del PIB en una década, y
posteriormente, a un nivel record histórico del 141% hasta el año 2046,
acercándose a los niveles que se registran en Italia, Portugal y Grecia.
A
pesar de que el ratio deuda-PIB de Estados Unidos se duplicó en la
última década, el gobierno de Obama y el Congreso ignoraron el problema,
centrándose en cambio en la caída del déficit anual desde el año 2012 y
la relativa estabilidad del déficit como porcentaje del PIB. Ese
progreso temporal refleja la recuperación económica y los votos en el
Congreso a favor de limitar el gasto en programas militares y programas
discrecionales no militares.
Pero,
el aumento a largo plazo de los déficits anuales – debido al
envejecimiento de la población, el cambio de la tecnología médica, y el
aumento de las tasas de interés – y el consiguiente aumento del ratio
deuda-PIB fueron inevitables (y fueron claramente proyectados por la OBC
y otras oficinas). El mayor número de personas estadounidenses de edad
avanzada que son elegibles para recibir beneficios del Seguro Social
impulsará los costos del programa desde el 4,9% del PIB este año al 6,3%
del PIB durante los próximos 30 años. La mitad del aumento en el costo
de los principales programas federales de atención de la salud, desde el
5,5% del PIB ahora al 8,9% en el año 2046, ocurrirá como resultado del
incremento en la cantidad de beneficiarios de edad avanzada, y la otra
mitad se deberá al costo adicional, impulsado por motivos tecnológicos,
de brindar tratamiento a dichas personas.
La
política monetaria no convencional de la Reserva Federal ha hecho bajar
el costo de los intereses netos sobre la deuda federal a sólo 1,4% del
PIB, a pesar del incremento en el volumen de la deuda. Pero a medida que
las tasas de interés se normalicen y el volumen de la deuda crezca, se
prevé que el costo del servicio de los intereses sobre la deuda nacional
aumente a 5,8% del PIB.
Ese
costo proyectado de los intereses podría llegar a ser mucho menor de lo
que en realidad sería si el resto del pronóstico del déficit y de la
deuda resultarían ser correctos. Si se tiene una deuda federal de 141%
del PIB, ese costo de intereses en un nivel de 5,8% del PIB implica una
tasa de interés nominal promedio de sólo el 4% y, teniendo en cuenta la
proyección de inflación de la CBO, se alcanzaría una tasa de interés
real de alrededor del 2% – similar a las tasas históricas cuando el
ratio de deuda era inferior al 40% del PIB. Pero los inversores en bonos
del Tesoro podrían exigir una tasa de interés mucho más alta a cambio
de incluir en sus portafolios títulos de deuda del gobierno de Estados
Unidos. En ese caso, el costo de los intereses y la deuda serían mucho
mayores.
El
hecho de que más de la mitad de la deuda del gobierno estadounidense
que se cotiza en bolsa está ahora en poder de inversores extranjeros
podría hacer que la tasa de interés sea aún más sensible con relación al
tamaño relativo de la deuda. Los inversores extranjeros podrían temer
que el gobierno adopte políticas que reduzcan el valor real de los
títulos valor que dichos inversores mantienen en su poder. Si bien el
gobierno de Estados Unidos nunca entraría en moratoria de forma
explícita, podría adoptar políticas tales como la deducción de impuestos
sobre la renta con relación a los pagos de intereses, lo que pondría en
desventaja a los titulares extranjeros de su deuda y disminuiría el
valor de los bonos. Además, los inversores extranjeros podrían temer que
niveles muy altos de deuda podrían conducir a una política monetaria
inflacionaria, que depreciaría el valor del dólar y bajaría el valor
real de sus bonos.
Aquí
se encuentra una implicación sorprendente e inquietante relativa a los
pronósticos de la CBO. Hasta el año 2046, los desembolsos proyectados
para los programas de ayuda social “obligatorios” (Seguridad Social y
los principales programas de salud), más los intereses sobre la deuda,
absorberían fondos en niveles que superarían todos los ingresos que el
gobierno recaudaría con las tasas de impuestos actuales. Un déficit
pequeño (1,6% del PIB) surgiría incluso antes de que se gaste en
programas militares y otros programas “discrecionales” que asignan
fondos anualmente.
No
hay manera de compensar el crecimiento de los programas obligatorios al
ralentizar el crecimiento de los gastos militares y otros gastos
discrecionales. El gasto militar total en la actualidad es sólo un 3,2%
del PIB y se espera que disminuya a un 2,6% en el transcurso de los
próximos diez años y permanezca en ese nivel durante los próximos 20
años. Ese sería el porcentaje más bajo de gastos militares como
porcentaje del PIB desde antes de la Segunda Guerra Mundial. Se proyecta
la misma reducción para todos los programas discrecionales no
militares, que también alcanzarían un nivel mínimo histórico como
porcentaje del PIB.
El
punto positivo en este cuadro triste es que no tomaría mucho en
términos de reducciones del déficit anual evitar el aumento del ratio de
deuda, o incluso hacer que dicho ratio regrese al nivel donde estaba
hace una década. Reducir el déficit anual en un 1,7% del PIB mediante
cualquier combinación de reducción de gastos e ingresos más altos
evitaría, si se inicia en el año 2017, un aumento del actual ratio
deuda-PIB del 75%. Y, reducir el déficit en un 3% al año revertiría la
trayectoria de la deuda y la traería de regreso al nivel donde estaba en
las décadas anteriores a la recesión.
Ninguno
de los candidatos presidenciales ha indicado ya sea un plan o una
inclinación para revertir el aumento previsto de la deuda nacional. Sin
embargo, esta debe ser una prioridad principal
para quien vaya a ser el nuevo inquilino de la Casa Blanca el próximo
año. Dada la necesidad de actuar con rapidez con el propósito de evitar
el peor de los escenarios, no existe excusa para esperar.
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