Por José Benegas
El juez Rafecas desestimó "in
limine" una denuncia contra la ex-presidente tomándose varias páginas,
lo que desde el vamos es incompatible con el concepto de desestimación,
que consiste en quitarle todo crédito a la instancia por lo absurdo de
la pretensión. Si la carencia de fundamentos es tan grande, eso se
escribe en una oración. Un ejemplo de denuncia que merece una
desestimación sería la de un secretario de comercio que imputa delitos a
profesionales de la economía por estimar una inflación a su juicio
equivocada, con más razón si es evidente que es acertada.
El denunciante de la presentación que
Rafecas tira la a la basura era uno de los fiscales más importantes del
país, llevando adelante una investigación de peso internacional, como el
atentado contra la AMIA. Ese denunciante había aparecido muerto en su
departamento con un disparo en la cabeza. En sus manos no había huellas
de pólvora. Sus celulares y computadora habían sido intervenidos con
posterioridad a su muerte. La justicia se negó a investigar un posible
homicidio, lo que ni si quiera significa condenar a alguien por
homicidio, simplemente averiguar si es posible que lo hayan matado.
La desestimación de Rafecas incluye la
incorporación de pruebas que contribuyen a enterrar la investigación, lo
que hubiera requerido abrir el proceso, dado que si es necesario
averiguar algo antes de resolver, quiere decir que la denuncia no es
desestimable. Eso no hace más que evidenciar lo forzado del destino de
la actuación de Nisman. Esas pruebas son una nota de un ex director de
Interpol, con la ilegal intervención de la Procuración del Tesoro que
actúa en defensa de los intereses de los imputados y no del Estado
Nacional. El agregarlas y valorarlas, es un acto jurisdiccional, por lo
tanto la investigación se abrió solo para cerrarla, sin cumplirse los
requisitos, plazos y garantías de un sobreseimiento. Rafecas no denuncia
a la Procuración del Tesoro por intervenir en defensa de los imputados.
Rafecas decide un entierro forzado e ilegal de la causa abierta por un
fiscal asesinado el fin de semana anterior a exponer en el Congreso los
detalles de su denuncia. Para que cierre el proceso, tuvo que caer en
una sala caracterizada por avalar los intereses del kirchnerismo sin
ninguna vergüenza y el recurso de casación contra esa resolución
"cajonearse" hasta que el turno en la Alzada le tocara a un fiscal
identificado partidariamente con el gobierno anterior.
Un grupo de ciudadanos firma una
solicitada pidiendo la destitución de Rafecas por esa actuación.
Entonces se producen contra ellos el tipo de reacciones a las que el
kirchnerismo nos acostumbró pero desde lugares muy variados: la
exhibición obscena de una gran complicidad, la descalificación bestial y
burda de la petición que no hace más que darle crédito, mezclándose en
esta tarea abiertos miembros de la banda kirchnerista con otros que
desde su identificación como “moderados”, han descalificado toda
resistencia contra la banda en cuestión hablando de maldad y odio en los
disidentes, no como ellos, imbuidos en esa la moderación rayana en la
funcionalidad. Todo, como en épocas K, sin responder a los
cuestionamientos a Rafecas, parte esencial de la técnica cubana del
asesinato de la reputación y modus operandi burdo del kirchnerismo, sino
centrando la discusión en la solicitada y las malas intenciones de sus
suscriptores. Rafecas no tiene nada que explicar, los que deben
explicar, parece, son los que lo cuestionan, verificar si son
suficientemente "republicanos", buenos, correctos o si están cometiendo
el pecado de “ampliar la grieta” o tener malos sentimientos.
Ahí están juntos Aníbal Fernández,
Federico Pinedo, Luis D’Elía, Gustavo Vera (Bergoglio), Alberto
Fernández y Luis Novaresio. Alberto Fernández, actual acólito de Sergio
Massa, afirmó que los que firmaron la solicitada eran unos trogloditas
por cuestionar la actuación de un juez. El mismo que como jefe de
Gabinete capitaneo la destitución de la parte de una Corte que le
molestaba a sus planes políticos por el contenido de sus sentencias, que
era correcto, mientras dejaba indemne a la otra parte de la misma
Corte, que había suscritpo los mismos fallos. Novaresio dijo que el
caníbal se comía al caníbal. Lo que acabo de describir de Rafecas me
convierte en caníbal.
Como en el apogeo K unos demonizan, los
otros juegan a la moderación igualando a denunciantes y denunciados,
pero centrando el problema en los últimos y sus supuestos malos
sentimientos, y decretando que la realidad está en algún lugar
intermedio entre la denuncia y la falsedad de la denuncia, dando a
entender que esa maniobra es “moderación” o “verdadero periodismo”,
además de bondad consistente en “querer cerrar la grieta”.
¿Qué une a toda esta gente en una postura tan forzada? No hay como pegarle al chancho para saber quién es el dueño.
Rafecas también tiene a su cargo la (no)
investigación del monasterio del señor López. Dijo la semana pasada que
las pobres monjitas que no son monjitas eran unas víctimas. No me
extiendo en el tema, ya lo hice en el post anterior.
Es grande la conspiración contra Nisman,
pero ya se ve. Lo que queda por saber es por qué el gobierno de Macri
no investiga su muerte, ni su denuncia. No hablo de juzgar, la
investigación de campo es función también del gobierno, máxime en un
asunto de semejante importancia institucional. Para eso comanda la
policía y a los organismos de inteligencia ¿O hay que pensar que nadie
quiere saber lo que pasó? ¿Será muy troglodita semejante inquietud?
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