Por Gabriel Boragina ©
Alberdi creía que un gasto público elevado no constituía necesariamente un obstáculo a la producción, lo que comparado con otros pasajes de su obra denotan cierta ambigüedad suya en el tema. Prueba de lo anterior la encontramos, por ejemplo, en esta cita:
"Repartir
bien el peso de las contribuciones no sólo es medio de aligerarse en favor de
los contribuyentes, sino también de agrandar su producto en favor del Tesoro
nacional. La contribución es más capaz de dañar por la desproporción y
desigualdad que por la exorbitancia: tan verdadero es esto, que muchos han
visto en las contribuciones elevadas un estímulo a la producción más que un
ataque. Todos recuerdan lo que sucedió en Inglaterra antes de 1815: a medida
que se elevó el gasto público y con él la tasa de las contribuciones, mayor fue
la producción. Muchas explicaciones ha recibido ese fenómeno, y de las más
sensatas resulta, que si los impuestos no fueron causa del aumento de
producción, tampoco fueron un obstáculo. - ¿Por qué? Porque pesaron sobre todos
los agentes y modos de producción, a la vez que a todos ellos se les aseguró
campo y libertad de acción."[1]
Ferviente partidario del impuesto
proporcional que recayera sobre todos y cada uno de los ciudadanos, contaba que
de tal modo la producción general no se vería afectada. Su argumento parecía hallar
como toda apoyatura la experiencia de "Inglaterra antes de 1815". No
podemos dejar de señalar que hay una cierta contradicción con lo que el insigne
argentino había expuesto unas páginas antes (pág. 105). En su tesis, siempre y
cuando el impuesto sea igualitario y proporcional la producción no sólo no disminuiría
sino que hasta podría crecer. Hoy, desde una visión provista por la Escuela
Austriaca de Economía, podríamos disentir con su enfoque. Indudablemente es
positivo y hasta necesario que los impuestos sean proporcionales e igualitarios,
pero al mismo tiempo es tan trascendente como que sean los menores posibles.
Porque -como el mismo Alberdi parecía pensar en la pág. 105 de su obra-, el
gasto privado y público son -en realidad- uno mismo, y no dos gastos de
naturaleza distinta. En sus exactas palabras: "el gasto público y el gasto
privado, pues no son gastos de dos naturalezas, sino dos modos de un mismo
gasto, que tiene por único sufragante al hombre en sociedad". Pero hay una
diferencia sustancial entre ambos, y es que no es la misma persona la que hace
uno y otro gasto, si bien los recursos que se utilizan provienen de una misma
fuente. En el gasto privado "A" gasta los recursos de "A",
en tanto que en el gasto público "B" gasta los recursos de
"A". Y, por cierto, nada garantiza que -en el segundo supuesto-
"A" estuviera de acuerdo con "B" en cuanto a dos cosas: que
se utilicen sus dineros para el gasto "C, D...etc." (por caso) y en
segundo lugar –suponiendo que ese consentimiento existiera- que también hubiera
una segunda anuencia por la cual "A" estuviera conforme con el
destino de ese gasto que "B" hace en "C".
"Más
adelante, en el capítulo sobre los objetos del gasto público, estudiaremos la
necesidad de dividir el presupuesto en tantos capítulos de gastos como el
número de los ministerios que integran el despacho colectivo del gobierno, y de
que los artículos de gastos y entradas sean discutidos y sancionados
separadamente, sin que el gobierno pueda trasladar a un artículo fondos
destinados a otro: cuyos requisitos son garantías prácticas de limpieza en la
gestión del Tesoro nacional, y no meras y vanas formalidades".[2]
Aquí tenemos otro párrafo en el
cual no parece preocuparle demasiado a Alberdi el tamaño del gasto público,
dado que sigue poniendo el énfasis en dos aspectos: el equilibrio y el destino. Hoy
objetaríamos, desde nuestra perspectiva actual, que el volumen del gasto
público importa y mucho, si tenemos en cuenta algo que el propio Alberdi
parecía aceptar páginas antes : que lo que el estado-nación gasta lo extrae de
impuestos que, necesariamente, cobra al contribuyente, y que ello implica
(simple operación aritmética mediante) que cada unidad monetaria que el
"estado" gasta es una unidad memos que el particular tendrá
disponible –pero- para diferentes propósitos : ya sea gastar, invertir,
ahorrar, etc. Por lo que no resulta indiferente –repetimos- la cuantía de ese
gasto "público" que, en rigor, es puro gasto estatal.
Un problema que Alberdi enfrentaba
en su tiempo era el del federalismo
frente al unitarismo, términos con
los cuales se designaba en aquella época lo que hoy llamaríamos descentralización frente a centralización tanto del poder como de
los recursos que ese poder maneja. Ello le hacía señalar con precisión que:
"Así
los gastos de provincia no son del resorte del Tesoro nacional en la
Confederación Argentina. Pero es preciso no confundir con los gastos de
provincia propiamente dichos los gastos de carácter nacional ocasionados en
provincia. En este sentido, los gastos nacionales de la Confederación,
considerados dentro de sus límites excepcionales, son susceptibles de la
división ordinaria en gastos generales y gastos locales de carácter federal.
Los gastos del servicio de aduanas, del de correos, de la venta de las tierras públicas,
los gastos del ejército, que son todos gastos nacionales, se dividirán
naturalmente en tantas secciones locales como las provincias en que se
ocasionen. Esa división será necesaria al buen método y claridad del cálculo de
gastos y a la confección de la ley de presupuestos. Por otra parte, residiendo
el gasto público al lado de la entrada fiscal en cada sección de la
Confederación, y no habiendo necesidad de que el Tesoro percibido en provincia
viaje a la capital para volver a la provincia en que haya de invertirse, la
división de entradas y gastos en dos órdenes, uno general y otro local, servirá
para distribuir los gastos locales que pertenecen a la Confederación en el
orden en que están distribuidas las entradas, sin necesidad de sacar los
caudales del lugar de su origen y destino en la parte que tiene de federal o
nacional. Bajo el antiguo régimen español del virreinato argentino, se
observaba un método semejante que se debe estudiar como antecedente nacido de
la experiencia de siglos".[3]
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