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Wednesday, August 3, 2016

Venezuela llega finalmente al comunismo

Maduro sigue al pie de la letra las ideas Leninistas



Durante la campaña presidencial venezolana de 1998 un periodista de un gran medio internacional preguntó sin tapujos a Hugo Chávez si él era comunista. En su respuesta Chávez utilizó, cínicamente, la misma exacta frase utilizada por Fidel Castro en la Universidad de Princeton durante su visita a Estados Unidos en 1959:  “Yo soy humanista”, dijo. Años más tarde, luego de lograr la consolidación del poder absoluto en sus propias manos, Chávez confesó públicamente que era “un marxista-leninista convencido”.
A lo largo de los catorce años que mantuvo el poder, Chávez llevó adelante una estrategia para introducir el socialismo en Venezuela por etapas. La primera etapa tenía como objetivo obtener el control absoluto de todas las instituciones del Estado. Así es que durante los primero cuatro años sus esfuerzos se centraron en cambiar la Constitución para adaptarla a sus planes, controlar el Tribunal Supremo, anexar comisarios políticos a las unidades del ejército al estilo soviético, y cambiar los sistemas de cedulación y de votación con el fin de asegurar su reelección en elecciones futuras a través de la manipulación del padrón electoral.
Hugo Chávez
Fuente: Mises.ca.
Durante esta etapa, se abstuvo de antagonizar con el sector privado. Tenía demasiados frentes abiertos y sabía que no podía enfrentar a todos sus enemigos al mismo tiempo. Así como Hitler no aniquiló finalmente a la clase media judía hasta la infame Kristallnacht, ocurrida cinco años después de haber asumido el poder, en Venezuela Chávez se aseguró inicialmente de tranquilizar al sector privado aclarando que no tenía ninguna intención de perjudicar sus intereses. Durante esta etapa el chavismo se asemejó muchísimo al peronismo.



En Septiembre de 2001, Chávez inició su Ofensiva para la Segunda Etapa de “El Proceso”, como Chávez, siguiendo los textos de Lenin, apodó esta etapa pre-revolucionaria rumbo al estado totalitario. Ese mes rompió abiertamente con Estados Unidos al exclamar que los bombardeos norteamericanos a objetivos en Afganistán eran “actos terroristas equivalentes a los ocurridos el 11 de Septiembre”.  Al poco tiempo promulgó las tristemente célebres “49 leyes” diseñadas contra el sector privado. Esas leyes eliminaron toda posibilidad de apertura al sector privado en el sector petrolero, estableció la confiscación de tierras sin compensación a sus dueños legítimos y estableció “zonas de seguridad” en vastas zonas urbanas, efectuando una confiscación de facto de algunas de las mejores propiedades inmobiliarias del país. Al mismo tiempo, inició una campaña de asedio contra los sindicatos independientes utilizando los tribunales para hostigar e incluso encarcelar líderes sindicales prominentes.
Estas acciones, como Chávez esperaba y había previsto, energizaron a la oposición y produjeron protestas y marchas pacíficas multitudinarias. Chávez estaba listo para esta reacción y los retos que representaba para su proyecto. Sin embargo cometió un grave un error de cálculo al entrar en pánico por la gran marcha del 11 de Abril de 2002. Al ordenar a sus milicias civiles armadas disparar contra los ciudadanos desarmados que participaban en la marcha, la  alta oficialidad del ejército, cuidadosamente seleccionada por Chávez por su lealtad y tendencia política, asqueada por los sucesos, decidió deponerlo. Chávez fue depuesto por sus propios Generales, y esos mismos Generales lo regresaron la poder pocos días después, luego que el sucesor apoyado por la oposición cometiera errores inimaginables que le restaron todo apoyo de la población.
El resultado fue que Chávez salió fortalecido y la Segunda Etapa del Proceso fue un éxito. Para finales de 2004 Chávez se encontraba muy cerca de controlar los “alturas dominantes” de la economía venezolana, había logrado la destrucción casi total del movimiento sindical independiente (con sus líderes presos o en el exilio) y controlaba casi la totalidad de los medios masivos de comunicación.
Pronto, sin embargo, se percató de que su imagen como sucesor de Fidel Castro presentaba un grave problema: grandes empresas multinacionales todavía estaban presentes en sectores clave de la economía venezolana y los ingresos del país eran totalmente dependientes de las ventas de petróleo a Estados Unidos. ¿Cómo podía un leninista del siglo XXI lograr fama mundial si todos sabían que en su propio país empresas multinacionales controlaban grandes sectores de la actividad económica?
Es así como Chávez comenzó en el 2008 la Tercera Etapa del Proceso. Nacionalizó las operaciones locales de las empresas multinacionales en todos aquellos sectores considerados “esenciales” por sus asesores cubanos: empresas de telecomunicaciones, minería, acero, materiales de construcción, petróleo y servicios petroleros, electricidad, gas, suministros agrícolas e incluso fabricantes de vidrio. Al mismo tiempo Venezuela firmó acuerdos altamente perjudiciales, costosos y desventajosos con China con el único propósito de desviar las exportaciones petroleras venezolanas de Estados Unidos hacia el mercado chino.  El costo fue alto, pero logró su propósito de eliminar la dependencia del mercado norteamericano.
Cuando falleció, Chávez había logrado casi todo aquello que se propuso. Una oposición mediocre y sin ninguna visión estratégica no representó jamás un reto importante. Además, como Chávez mismo se jactó públicamente, más de una vez, los había “infiltrado hasta la médula”.
El proyecto de Chávez nunca fue el de convertir a Venezuela en otra Cuba. El sabía que necesitaba al sector privado para mantener productos en los anaqueles y quería evitar que el país siguiera los pasos de Cuba, tornándose económicamente irrelevante en el mundo como lo es hoy la isla caribeña.  Su relación con los Castro era de camarada y colega. El necesitaba a los Castro para que estos le proveyeran de su experiencia en seguridad y represión, y ellos lo necesitaban para alimentar al pueblo cubano. El objetivo de Chávez era  el de suplantar a Fidel en el liderazgo de la izquierda mundial y para ello era necesario mantener a Venezuela relativamente fuerte económicamente.
Nicolás Maduro, el sucesor del régimen del chavismo.
Nicolás Maduro, el sucesor del régimen del chavismo. Fuente: Gobierno Bolivariano de Venezuela.
Luego de la muerte de Chávez la cosas han cambiado. Maduro no cuenta ni remotamente con la fuerza intelectual de Chávez ni con su carisma y hoy es totalmente dependiente de la asesoría cubana. La relación ha cambiado – La Habana es actualmente la metrópolis imperial y Caracas es meramente la capital sede de un virreinato. Maduro y su vicepresidente, el yerno de Chávez y un fanático marxista graduado en Cambridge, saben que repitiendo las prácticas chavistas de  alterar el padrón electoral e intervenir algunas máquinas de votación no lograrán igualar las victorias electorales de Hugo. Para sostenerse en el poder ellos necesitan concluir la Cuarta y última etapa de “El Proceso” y lograr el Estado Revolucionario de inmediato.
Los sucesos ocurridos en Caracas los últimos días no son otra cosa que el intento de Maduro y los familiares de Chávez por mantenerse en el poder a toda costa, pese a su ya manifiesta impopularidad.
Durante las últimas semanas Maduro decidió que llegó el momento de su propio Kristallnacht. En este caso la persecución no está no dirigida a los judíos (aunque el chavismo ha sido siempre profundamente antisemita) sino a toda la clase empresarial venezolana, desde el pequeño propietario de una tienda hasta altos ejecutivos de grandes empresas.  Maduro inició el proceso declarando la “Guerra Económica” contra la comunidad empresarial acusando a todos los comerciantes del país de especular con los precios. Se ha obligado a todos los comerciantes a nivel nacional a rebajar los precios entre un 30% y un 70%.
Muchos venezolanos piensan que es una inmoralidad que un comerciante marque los precios en función de sus expectativas relativas a dónde se ubicará el tipo de cambio del bolívar en los próximos meses, en lugar de fijar sus precios en función del precio de la divisa el día en que adquirió la mercancía. El pasado mes de enero, el bolívar fue devaluado un 48%, y sin embargo la mayoría de los consumidores venezolanos no entienden el concepto de fijar precios en función del valor de reposición. Así es que Maduro ha obtenido un gran éxito inicial en su “Guerra Económica”. La gente está feliz con las medidas del gobierno a solo dos semanas de las elecciones municipales. Nadie está pensando en qué pasará en enero cuando la mayor parte de las tiendas permanezcan cerradas por haber sido forzadas a liquidar sus inventarios a valores por debajo del costo de reposición.
Nadie, menos Maduro y su vicepresidente. El viernes pasado, el mandatario decretó dos nuevas leyes que finalmente eliminarán el libre mercado en Venezuela. La primera, llamada eufemísticamente “Ley para el Control de Costos, Precios y Ganancias y Defensa de la Familia Venezolana”, establece un control de márgenes de ganancia para todas las empresas del país. Su aplicación será supervisada por el “Organo Superior para la Defensa  Popular de la Economía”, liderado por un general del Ejército. La segunda ley crea el Centro Nacional de Comercio Exterior, que eventualmente se convertirá en el monopolio importador del Estado, el cual tendrá bajo su control todas las importaciones de Venezuela. La empresas privadas existirán, pero únicamente como distribuidoras o minoristas de productos importados por el Estado.
En enero, cuando los venezolanos se percaten que sus compras a precios artificialmente bajos otorgados graciosamente por Maduro contra toda la lógica económica ha producido un colapso absoluto del sector privado, el gobierno ya tendrá listo un sistema de racionamiento al estilo soviético. Los operadores del mercado negro ya se preparan para obtener jugosas ganancias con el Socialismo del Siglo XXI.
Venezuela se ha convertido en el segundo Estado comunista totalitario del continente.

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