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Thursday, August 4, 2016

Los enemigos de la libertad y la prosperidad

Santiago Navajas

A través de las casi setecientas páginas de Los enemigos del comercio II Antonio Escohotado continúa la senda que abrió con la primera parte1 de lo que debe terminar siendo una trilogía dedicada a analizar quiénes son "los enemigos del comercio". Si en aquella Escohotado comenzaba la arqueología de la oposición a la propiedad privada sacando a la luz la corrupción esclavista de la antigua Grecia hasta llegar a los radicales de la Revolución Francesa, pasando por sectas judías como la de los esenios2, en este segundo tomo se centra en el período que transcurre desde el final de la mencionada revolución hasta principios del siglo XX ("la eclosión del socialismo").



Como reza el subtítulo, se trata de elaborar una "historia moral de la propiedad", una perspectiva de lo acontecido a la humanidad a través del desarrollo de una idea y de cómo ha ido provocando en los diversos protagonistas de la historia una reacción de atracción o de rechazo. Desde la atalaya de este inicio del siglo XX, en el que la idea de la propiedad privada, mal que bien, se ha consolidado y cada vez se extiende más por el planeta, conquistando pacífica y casi triunfalmente a los que habían sido sus enemigos más encarnizados, es muy importante una labor ciclópea como la que ha emprendido Antonio Escohotado, porque podría parecer que este es el estado natural de la sociedad. Y, sin embargo, ¡cuánta sangre ha costado! Y dado que han sido tan poderosos y tan numerosos sus adversarios, hubo un momento en que parecía que todo estaba perdido y que la moral liberal incorporada en el concepto de propiedad privada iba a desaparecer de la faz de la tierra por el ascenso de su más mortal amenaza, los totalitarismos, que no sólo pretendían acabar con la libertad política sino con la libertad moral, es decir, con la espontaneidad que está en la base de la propiedad como régimen económico. A esa dupla totalitaria de nazis y estalinistas se dedicará la tercera entrega que esperamos como premio de la lotería.
Estaba leyendo el libro en una cafetería cuando la camarera miró por encima de mi hombro y comentó: "Escohotado… lo leí cuando estaba en la facultad. Aquellos libros sobre las drogas. Ahora, creo, se ha convertido en un liberal raro". "Todos los liberales somos raros", le respondí. Pero es cierto que, como en el caso de la igualdad para los cerdos comunistas de Rebelión en la granja, todos los liberales somos raros pero unos lo son más que otros. Y Antonio Escohotado se lleva la palma. Porque su liberalismo tiene un aire hegeliano que sobrevuela desde una perspectiva filosófica, abarcadora y comprehensiva, la mirada habitual del liberal cotidiano, centrado en cuestiones exclusivamente económicas y corto de miras, anclado a primitivos dogmas antiestatistas e inocentes consignas promercado. La lectura de Escohotado pone de manifiesto como ninguna otra lo que significa el liberalismo como Zeitgeist.
Una cosmovisión que, además de en Hegel, Escohotado encuentra su más acabada expresión en las figuras de Saint Simon y Schumpeter. Mientras que el austríaco habría encontrado una fórmula simple y efectiva para hacer ver la dialéctica de los opuestos que le da su fuerza al capitalismo, el concepto de destrucción creadora (o, como dice el propio Escohotado, "fracasar triunfando y triunfar fracasando"), el filósofo francés suscita su admiración ("uno de los genios más intrépidos de todos los tiempos") en cuanto que recoge el testigo de Montesquieu y Adam Smith a través de la metáfora de “la mano de la avaricia” que engendra abundancia por caminos tan indirectos como seguros.
Lo que metafísicamente le interesa a Escohotado del liberalismo es que es el sistema que mejor se adapta a lo que es "la inquietud del movimiento", "el flujo de lo real". Heraclitano al fin y al cabo, Escohotado es fiel a una visión del mundo que también llevó a cabo tanto en su Historia de las drogas como en Caos y orden. Es decir, la naturaleza indeterminada de la evolución social. O, dicho a la manera hegeliana, que el progreso que observamos es el resultado del propio despliegue de la libertad. O, para lo que nos ocupa, de la propiedad como manifestación económica de aquella.
Indeterminación unida a la relatividad de los fenómenos sociales. Aunque no un relativismo postmoderno sino en el sentido que le daba Einstein cuando explicaba que las perspectivas no son las del sujeto sino las de los modos de manifestarse el ser. De modo que dos sujetos en la misma posición, enfrentando la misma perspectiva de manifestación del ser, verían lo mismo.
Si Escohotado ha pasado de ser un hegeliano de izquierdas a serlo liberal es porque en su pensamiento ha encontrado un mejor equilibrio, un check and balance, entre la racionalidad y la realidad. Todo lo racional es real, como pretende la izquierda, pero a condición, advierte Escohotado, de que todo lo real sea racional ("Toda libertad responsable es realismo, "conciencia de la necesidad"). Y es que el subtítulo también podría ser “Crítica de la razón roja", porque no cabe duda de que Escohotado maneja con profundidad y rigor la literatura roja y, lo que es más importante, comprende el ethos y el pathos de la izquierda. El filósofo madrileño constituye un fenomenal alambique en el que sintetizar lo mejor de las diversas tradiciones liberales, de la derecha representada por Hayek o Friedman, por ejemplo, o de la izquierda, cifrada en Schumpeter o Popper. En un eclecticismo no oportunista sino antidogmático. Y siempre con una impronta hegeliana que le lleva a ver la tensión social por antonomasia alrededor de la cuestión de si abolir o multiplicar la propiedad privada como una variante de la confrontación básica, según Hegel, entre amo y esclavo.
Combinación de la historia de los hechos económicos y de la historia de las ideas, fundamentalmente económicas pero no únicamente, Los enemigos de la propiedad II se divide en dos secciones. La primera, "De cómo la propiedad se industrializó", abarca trece capítulos en los que vemos pasar al revolucionario terrorista Blanqui junto al revolucionario pacífico Thomas Paine; al empresario filántropo Owen y al filósofo funcionario Hegel; la aparición del papel moneda y la creación de las cooperativas. En la segunda parte, "De cómo competir y cooperar se tornaron radicalmente opuestos", dividido en veintidós capítulos, está centrado básicamente en la figura prometeica de Marx, gran héroe de cuando empezó a “ondear la bandera roja” (primer capítulo de esta sección) hasta las revoluciones rusas de principio de siglo XX (“Hacia la revolución triunfante”). En definitiva, la eclosión del socialismo es una nueva manifestación de aquella sociedad clerical-militar que se enfrentó en los primeros tiempos al espíritu comercial.
Sin embargo, atento a los matices, Escohotado distingue entre, por ejemplo, Rodbertus, un socialista conservador; Sismondi, un socialista liberal, y Marx, un socialista comunista. Amén de socialistas-socialistas como Saint-Simon, Bernstein y Jaurès. O bien aclara la brumosa línea que separa "aquellas cosas que merecen al público la incomodidad de una patente exclusiva y la que no", en el caso de ese casus belli entre los liberales que es la institución de la propiedad intelectual.
Fenomenología del Espíritu Capitalista vista a través de aquellos que se opusieron al mismo y Enciclopedia de la Conciencia Roja, Los enemigos del comercio II es un compendio tan erudito como inteligente, tan ilustrado como apasionante, de la idea más peligrosa que ha surgido en el orden social: la de libertad. Lejana de los presupuestos buenistas de la historia políticamente correcta ("púdica al tiempo con el catolicismo y con el comunismo"), la eclosión del socialismo, según Escohotado, es una manifestación, otra, del talante del resentimiento que encuentra su expresión paradigmática en "El bien común es la comunidad de bienes, y vuelven los días de la restitución general". Una nostalgia del paraíso perdido, de una utopía donde “no había ni tuyo ni mío”, aunque para alcanzarla se debiese emprender “la guerra abierta de los ricos contra los pobres… rindiendo a la diosa Libertad el homenaje de un holocausto”.
El tercer tomo analizará esa paradoja según la cual, a medida que el liberalismo ha triunfado sobre el comunismo y el fascismo, esas variantes totalitarias que definió Hannah Arendt, el Estado ha crecido elefantiasicamente. "El perfeccionamiento depende ante todo de crecer en sumisión al orden", decía Auguste Comte, justificando la dictadura y la opresión (benévolente, se supone…). Y no cabe duda de que dicho perfeccionamiento está cerca de alcanzar su clímax en nuestras sociedades presuntamente liberales aunque tanto en el fondo como en la forma inequívocamente tendentes hacia el colectivismo y el socialismo, como se temía Schumpeter. Si, como sostiene Escohotado, la fórmula liberal es equivalente a "propiedad privada = libertad + prosperidad", entonces el asalto a la razón liberal se mantiene como en el pasado, sólo que de una forma mucho más sibilina y taimada. Pero libros como este constituyen no solo una barricada contra la barbarie ideológica, también un ariete conceptual con el que abrir nuevas sendas en el mundo liberal.

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