Mary Anastasia O'Grady señala que "Las
diatribas de Donald Trump contra los inmigrantes mexicanos lo han
ayudado a ascender al primer lugar de los sondeos en la carrera por la
nominación presidencial del Partido Republicano. Un dato inconveniente
para su retórica es que son más los mexicanos que salen de EE.UU. que
los que entran".
La migración de mexicanos a EE.UU. en forma significativa data al menos del Programa Bracero, lanzado en 1942 para suplir con mano de obra mexicana la demanda del sector agrícola estadounidense durante la época de la cosecha. El acuerdo legalizó el cruce de mexicanos por la frontera para trabajar y luego regresar a su país al final de la temporada.
EE.UU. puso fin al programa en 1964 bajo presión de los sindicatos. Sin embargo, el Congreso estadounidense no pudo derogar las leyes de la economía. Las oportunidades de trabajo y salarios más altos en EE.UU. continuaron siendo un atractivo y los mexicanos siguieron migrando hacia el norte. No obstante, a medida que los riesgos de cruzar la frontera aumentaron, empezaron a quedarse más tiempo en suelo estadounidense.
En un trabajo del Instituto de Política Migratoria, un centro de estudios de Washington, el economista Francisco Alba halló que el número de inmigrantes mexicanos en EE.UU. “se duplicó de 2,2 millones en 1980 a 4,5 millones en 1990” y volvió a crecer a más del doble, a 9,4 millones en 2000. En ese momento, representaban casi 30% de la población inmigrante de EE.UU. Ana González-Barrera, del Pew Research Center, estimó que siete años después, la población nacida en México (con o sin documentos) ascendía a 12,8 millones.
No fueron solamente mexicanos los que llegaron a EE.UU. en grandes cantidades. Para 2013, los inmigrantes conformaban más de 13% de la población estadounidense, según un informe reciente del Pew Research Center, un alza frente a 5,4% en 1960. No obstante, los mexicanos, el grupo más grande, se habían convertido en el blanco predilecto de la furia de los nativistas a medida que la economía estadounidense tambaleaba.
Una acusación común es que los inmigrantes acuden a EE.UU. a sacarle el jugo al estado de bienestar social. Sin embargo, los datos son claros al señalar que lo que motiva a los mexicanos a cruzar la frontera es el trabajo. A partir de fines de los años 70, un exceso de mano de obra en México, debido a periódicas crisis monetarias y económicas y a una alta tasa de natalidad, suplió una robusta demanda en EE.UU.
El auge de la construcción y de la vivienda estadounidense en los años 90 y comienzos de la década de 2000 es una etapa notable. Ante la ausencia de un mecanismo de mercado formal que permitiera a la oferta y la demanda acordar transacciones legales, las redes informales proveyeron empleados a los empleadores.
González-Barrera, la analista del Pew Research Center, estimó recientemente que la cantidad de mexicanos sin documentos en EE.UU. se disparó de 4,5 millones en 2000 a 6,9 millones en 2007. Luego se produjo la Gran Recesión en EE.UU., el mercado laboral se hundió, el flujo laboral se moderó y cerca de un millón de mexicanos regresaron a su país entre 2009 y 2014, más que el número de mexicanos que ingresaron a EE.UU.
El resultado, según González-Barrera, es que “el flujo neto desde México hacia EE.UU. ahora es negativo, puesto que el regreso de ciudadanos mexicanos y sus hijos es más alto que la migración de mexicanos hacia EE.UU.”. La analista estima que en 2014 había 140.000 menos mexicanos viviendo en EE.UU. que en 2009.
Según un sondeo de hogares realizado por el gobierno mexicano en 2014, 25% de quienes migraron a EE.UU. desde 2009 pero que para 2014 habían regresado dijeron que no habían podido encontrar empleo en EE.UU. Una cifra más alta (40%) señaló que la principal razón fue reencontrarse con su familia. De todos los mexicanos que volvieron a su país durante ese período, 61% manifestó que lo hizo para reunirse con su familia o formar una familia.
De todas formas, es probable que las razones que los hicieron regresar sean más complejas. Como escribe Alba, “la mejora de la estabilidad económica, un crecimiento modesto (en términos per cápita) y avances sociales que continúan en México” también han tenido un efecto.
Una mayor seguridad en la frontera entre los dos países es una razón menos convincente de la salida neta de mexicanos, ya que la inmigración de centroamericanos hacia EE.UU. sigue siendo sólida. Alex Nowrasteh, analista de política migratoria del Instituto Cato, cree que la liberalización de la política de migración de México, a instancias de los republicanos que se quejaron de que México trataba con dureza a sus propios inmigrantes al tiempo que exigía benevolencia de EE.UU., ha facilitado que centroamericanos transiten a través de México para llegar a la frontera con EE.UU.
Trump necesita un nuevo blanco contra el cual desatar su furia. La Oficina del Censo de EE.UU. reportó en 2013 que la inmigración de China e India era más alta que la procedente de México. “La nueva prominencia de la inmigración asiática”, escribieron en mayo Muzaffar Chishti y Faye Hipsman del Instituto de Política Migratoria, “puede ser el preludio de una transición significativa y de largo plazo en la demografía de la futura inmigración a EE.UU.”.
Los mexicanos siguen siendo el grupo inmigrante más numeroso en EE.UU., pero si la tendencia continúa, no habrá tantos para ser objeto de las críticas de Trump.
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