Ricardo Salinas Pliego
Mis asesores me aseguran que “defender a los millonarios es impopular y políticamente incorrecto”.
Simplemente no les gusta que publique este tipo de artículos. Pero yo
insisto que esto no es un ejercicio de relaciones públicas. No se trata
de defender a los millonarios, o a los billonarios, en una lucha de
clases sin sentido, esto va mucho más allá: se trata del futuro que
queremos.
En
América Latina prevalecen construcciones mentales que se levantan como
obstáculos terribles en nuestro camino al desarrollo económico. Por
ello, desde mi perspectiva, se trata de perseverar en un indispensable
Cambio Cultural que destierre para siempre estas ideas nefastas que se
han propagado por siglos, envenenando la mentalidad del latinoamericano.
Mi compromiso personal es hacer todo lo que esté a mi alcance para
lograrlo y si eso requiere publicar “artículos incómodos”, pues que así
sea.
Veo
que algunas personas y organizaciones buscan impulsar la idea de que
“la riqueza es perversa”, cuando lo realmente inaceptable es la pobreza.
Por ejemplo, recientemente encontré una nota con el siguiente
encabezado: “Cuatro empresarios dueños del 9% del PIB”. En esa nota
tendenciosa, basada en “información” de Oxfam, de nueva cuenta se ataca a
un grupo de empresarios exitosos porque se “beneficiaron de la
privatización de bienes públicos”, lo cual de entrada es un sinsentido.
Esta
afirmación carece de lógica por muchas razones, pero principalmente
porque los bienes que se privatizaron en los 90, no sólo en México, sino
en todo el mundo, no fueron bienes públicos en el sentido económico del
término, sino recursos de naturaleza empresarial que generan mucho más
valor en manos de la iniciativa privada. Gracias a estas
privatizaciones, muchos gobiernos lograron sanear sus finanzas e
impulsar la economía –y México no fue la excepción.
El
estudio de esta ONG muestra una serie de fallas metodológicas, para
empezar: no distingue apropiadamente entre bienes públicos, en el
sentido económico, y bienes privados que en manos del gobierno
naturalmente pierden valor. El estudio también confunde valor de mercado
con riqueza, flujos con saldos y desigualdad con pobreza. Una de sus
fallas más notables es que no considera que es muy distinto concentrar
riqueza que generar riqueza, esto último un efecto deseable que es
producto directo de la actividad empresarial.
Para
ilustrar lo tendencioso de la nota, consideremos que menciona a dos
empresarios mineros, pero olvida comentar que el precio de las acciones
de sus empresas se encuentra en niveles mínimos en casi una década ante
el desplome en los precios de las materias primas a nivel mundial.
Éstos
y otros hombres de negocio de todo el mundo han resentido un deterioro
brutal en la rentabilidad de sus operaciones, sin costo alguno para el
erario público, precisamente porque están preparados para enfrentar este
tipo de riesgos: si no fuera así, no serían empresarios exitosos. Me
pregunto si las compañías en manos del gobierno pueden hoy decir lo
mismo —en pleno Siglo XXI, algunas se siguen capitalizando con nuestros
impuestos.
En
la nota también me mencionan como “beneficiario de la privatización”,
pero omiten aclarar que la rentabilidad de las operaciones de TV Azteca
se ha visto erosionada por cambios muy profundos en la industria de
medios a nivel mundial. También olvidan mencionar que en manos del
gobierno, TV Azteca era una empresa que registraba enormes pérdidas
financieras.
Obviamente,
si TV Azteca siguiera en manos del gobierno hace muchos años hubiera
quebrado –simplemente recordemos que cuando esta empresa era paraestatal
tenía prácticamente nula audiencia, pocos anunciantes y escasos
ingresos, sin mencionar que el director general fue reemplazado en
promedio una vez al año. Hoy en cambio TV Azteca tiene una dirección
firme y reacciona ágilmente ante cambios profundos y no siempre
favorables en la industria donde opera.
Otro
gran error de la metodología del estudio aludido es que confunde el
valor de mercado de una empresa con sus ingresos, dos conceptos
distintos: mientras que el primero mide lo que los inversionistas están
dispuestos a pagar por una empresa en un momento dado, los ingresos son
una variable que carece de significado si no se le restan los costos y
los gastos para determinar un flujo.
El
encabezado de la nota también es tendencioso, porque controlar acciones
de un grupo empresarial es muy distinto a “ser dueño de X” porcentaje
del PIB. Si mis recursos los mantengo en forma de acciones en empresas
productivas, ¿quiere decir que puedo liquidarlas totalmente a valor de
mercado? Obviamente no porque si salgo a vender todas mis acciones, es
muy probable que su valor de mercado se colapse.
¿Queremos terminar con los ricos o con la pobreza?
Ayer comentaba en este diario sobre este maniqueísmo terrible que ataca a la riqueza y exalta la pobreza, cuando deberíamos estar haciendo exactamente lo contrario.
Simplemente
consideremos la historia de los últimos 100 años: en la extinta Unión
Soviética, Corea del Norte, Cuba y más recientemente en Venezuela, se ha
visto que atacar a los empresarios, lejos de eliminar la pobreza, hunde
a las economías en el atraso y subdesarrollo más terribles —porque
aunque sus recursos materiales son confiscados, las familias
empresariales simplemente llevan su capital humano, que es más valioso
que el monetario, a otros países.
Esto
es justo lo que hoy está pasando en Brasil y hasta hace poco en
Argentina y Francia. La pérdida de empresarios de un país es
naturalmente la ganancia de otros.
Propagar
este confuso ideario anti-empresarial probablemente pretende conducir a
los países al socialismo, que es una forma de gobierno que destruye
nuestra libertad y nos hunde en la miseria.
Finalmente,
debemos considerar que los empresarios constituyen un recurso sumamente
valioso por múltiples razones; entre ellas tenemos que: (1) toman
riesgos que nadie está dispuesto –o preparado—para asumir; (2) acumulan y
multiplican el capital necesario para enfrentar estos riesgos; (3)
resuelven problemas de manera creativa e innovadora; (4) ofrecen
productos y servicios que el gobierno es incapaz de ofrecer de manera
eficiente, aceptable y oportuna; (5) crean millones de empleos; (6)
pagan impuestos y (7) generan riqueza.
Desafortunadamente,
Oxfam se ha involucrado en una cruzada global contra la riqueza. Ojalá
que sus grandes energías y recursos los enfocaran en combatir la
pobreza, que es mucho más difícil, pero que en teoría es su misión.
La
desigualdad existe en toda sociedad humana donde el talento y otras
cualidades se distribuyen o se adquieren de maneras exponencialmente
distintas. Simplemente consideremos un músico como Yo-Yo Ma, un
futbolista como Lionel Messi, un cineasta como Spielberg o un escritor
como Mario Vargas Llosa.
Todos
ellos son extraordinarios en lo que hacen. Nunca hemos visto a los
músicos manifestarse porque Yo-Yo Ma “concentra demasiado talento”,
sería absurdo. Naturalmente, los ingresos de este violonchelista
corresponden a su maestría.
El
problema no es entonces la desigualdad en sí misma, que existe en todos
los ámbitos humanos, sino la pobreza y la desigualdad de oportunidades,
que es lo que realmente ofende. Me queda claro que en ello debemos
trabajar: en crear oportunidades para que todos lleven una vida plena
–con mucho o poco dinero.
La
envidia es un sentimiento corrosivo que destruye a quien la promueve y a
quien la padece. Basar nuestras políticas públicas en este nefasto
sentimiento sólo nos llevará al fracaso. De la misma forma, me queda muy
claro que atacar a los empresarios, lejos de resolver la pobreza, nos
hundirá en la miseria.
El
empresario es un recurso sumamente escaso que necesitamos promover, no
atacar. Por ello, debemos ser muy críticos ante este tipo de notas
tendenciosas y ONG¬ que arremeten contra el éxito empresarial y la
riqueza porque simplemente no han logrado su misión de erradicar la
pobreza. Todos debemos trabajar en ello, empezando con la pobreza
extrema, precisamente a través de empresas exitosas que generen empleo y
bienestar para las familias, no a través de políticas públicas que
destruyen nuestro bienestar.
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