Por Alberto Benegas Lynch (h)
En una amable reunión de días pasados
donde di una charla sobre la Escuela Austríaca de Economía, entre los
interrogatorios me preguntaron cual es la razón por la que habitualmente
escribo en mis columnas semanales sobre ideas de fondo y no sobre los
sucesos de coyuntura. Mi respuesta es que las dos cosas son necesarias
pero el análisis coyuntural está sobredimensionado mientras que las
ideas de fondo son muy poco debatidas. Y es que la coyuntura irá para un
lado o para otro según sea la compresión o incomprensión de las ideas
que le dan sustento a los sucesos cotidianos.
Si nos concentramos solo en la coyuntura
estamos comenzando por el final y, más aun, a media que se abandonan
las ideas de fondo desde la perspectiva de la sociedad libre, se va
encogiendo la posibilidad de debatir ideas porque se engrosa lo
“políticamente correcto” que es cada vez más inclinado al estatismo dado
que los partidarios de la libertad dejan el terreno inexplorado
respecto a los fundamentos éticos, económicos y jurídicos de la sociedad
abierta.
Ya se sabe que el político no puede ir
más allá en la articulación de su discurso de lo que pueda digerir la
opinión pública. Si se excede, indefectiblemente pierde apoyo electoral y
finalmente es desplazado. ¿Cómo se hace entonces para revertir la
situación? La respuesta debe verse en los tan necesarios debates
respecto a ideas de fondo y en la medida en que se comprendan en los
distintos estadios hasta llegar a la opinión pública el político podrá,
recién en esa instancia, articular un discurso en línea con la sociedad
libre que apunta a desmantelar un Leviatán engrosado desmedidamente y
que todo lo atropella a su paso
Las máquinas infernales de impuestos
astronómicos, de gastos públicos siderales, de deudas estatales
insoportables y de regulaciones asfixiantes no se revierten
automáticamente, requieren explicaciones y debates. No se resuelven
simplemente con descripciones de las ocurrencias cotidianas, se necesita
fundamentación y argumentación adecuadas.
No es que no sea conveniente describir
la coyuntura, se necesita saber que sucede, es necesario comentar sobre
la noticia del momento, pero mi punto es que, dada la situación
imperante, hay un manifiesto desbalance entre el análisis de las ideas
de fondo que subyacen en esa coyuntura y la descripción de los sucesos
diarios. Por supuesto que no he podido dejar de escribir sobre la
coyuntura frente a sucesos tremendos como las Torres Gemelas, los
ataques terroristas en Francia, los desvaríos espantosos del dictador
venezolano, el significado del Brexit, las características de Donald
Trump, el peligroso avance del nacionalismo en Europa, el caso argentino
del desplazamiento kirchnerista, en su momento la atolondrada
invasión a Irak, la deuda estadounidense, las barrabasadas de los
Castro, declaraciones estridentes del Papa, las falsas apariencias del
Mercosur, las compadradas del sátrapa de Corea del Norte, incluso la
irrupción masiva del Pokémon y similares hechos de envergadura que no
pueden soslayarse, pero el foco lo concentro en el debate de ideas de
fondo por las razones apuntadas.
Antes he escrito sobre el significado de
la teoría y la práctica pero es del caso volver sobre el asunto. En la
mayor parte de las acciones y propuestas para aplicar en el terreno
político no hay maldad sino buena voluntad y las mejores intenciones, el
tema estriba en la idea que se encuentra tras las conductas, es decir,
como se conciben los nexos causales correspondientes, en otros términos,
cual es la teoría que fundamenta tal o cual política. “Nada hay más
práctico que una buena teoría” ha dicho con mucha razón Paul Painlavé,
por lo que se torna imperioso discutir la teoría.
Todo lo que ha creado el hombre se basa
en una teoría, si el resultado es bueno quiere decir que la teoría es
correcta si es malo significa que la teoría es equivocada. Esto va desde
el método para sembrar y cosechar, la fabricación de una computadora,
hasta la plataforma de un partido político.
Ideas y teorías son conceptos que
interpretan diversos sucesos, como se ha apuntado tantas veces no se
trata de “ideologías” en el sentido de propuestas cerradas e
inexpugnables, por el contrario, se trata de procesos abiertos dado que
el conocimiento tiene el carácter de la provisionalidad sujeto a
refutaciones y en un contexto siempre evolutivo (es por eso que hace
poco escribí una columna titulada “Contra la ideología”).
Entonces, si la raíz del asunto estriba
en las ideas es allí donde debe concentrarse el trabajo: en debates
abiertos y en el estudio desapasionado de diversas corrientes de
pensamiento ya que la cultura forma parte de un entramado de préstamos y
donativos, de recibos y entregas múltiples que se alimentan entre sí
conformando una textura que no tiene término.
Sin embargo, se observa que la mayoría
de quienes desean de buena fe terminar con la malaria paradójicamente se
dedican a la coyuntura y a repetir lo que está en los noticieros y que
todo el mundo sabe. El relato de la coyuntura no escarba en el fondo del
asunto, se limita a mostrar lo que ocurre lo cual ni siquiera puede
interpretarse si no se dispone de un adecuando esqueleto conceptual. Más
bien, como se ha dicho, es pertinente subrayar que la buena coyuntura
se dará por añadidura si se comprende y comparte la teoría que permite
corregir lo que haya que corregir.
Por parte de los que se dicen
partidarios de la sociedad abierta hay un gran descuido de las faenas
educativas, muy especialmente en lo que hace a la gente joven en ámbitos
universitarios que constituye el microclima del que parirá el futuro. Y
no solo eso sino el referido desbalance entre la noticia y el análisis
de ideas de fondo. Afortunadamente los medios de comunicación no se
circunscriben a dar la noticia sino que se publican columnas de opinión.
Muchos son los bienintencionados que
estiman que los problemas pueden resolverse dirigiéndose a quienes al
momento tienen posiciones de poder sin percatarse de la futilidad de la
tarea. Se dice que no hay tiempo que perder y que el trabajo intelecutal
es a muy largo plazo, lo cual se viene repitiendo desde tiempo
inmemorial. Por otra parte, los espíritus totalitarios operan con
notable éxito en la difusión de sus ideas, con lo que han logrado un
plafón intelectual de enormes proporciones que naturalmente empujan a
discursos políticos en sintonía con esa tendencia. Tienen presente los
dichos de Gramsci y Mao que respectivamente rezan de este modo: “tomen
la cultura y la educación y el resto se dará por añadidura” y “la marcha
más larga comienza con el primer paso”.
Está bien ilustrar la idea con la
coyuntura como anclaje para algún ejemplo, pero sin perder de vista que
es aquella la que marca el rumbo y nada se gana con inundar de series
estadísticas si no se tiene clara la teoría que subyace. Es que no pocos
de los que se circunscriben a los datos de coyuntura desconocen los
fundamentos de la propia filosofía que dicen suscribir. Esto se nota ni
bien salen a relucir temas de fondo.
La dedicación y los esfuerzos por
explicar y argumentar la raíz de los problemas son tanto más necesarias
cuanto que los socialismos de diversas tonalidades apuntan a
sentimientos de superficie y evitan hurgar en razonamientos que permiten
vislumbrar las ventajas de la libertad. En este mismo sentido, el
premio Nobel en economía Friedrich Hayek nos advierte que “la economía
es contraintuitiva” y el decimonónico Bastiat insistía en que el buen
analista hurga en “lo que se ve y lo que no se ve”, lo cual demanda
faenas adicionales.
Como la energía es limitada y los
recursos disponibles también lo son, conviene establecer prioridades
para enfrentar los crecientes desmanes de los gobiernos, supuestos
defensores de las autonomías individuales. Como queda apuntado, correr
tras las coyunturas es poner la carreta delante de los caballos, se
requiere como el pan de cada día el prestar debida atención al debate de
ideas ya que son éstas precisamente las que generan tal o cual
coyuntura.
Finalmente, conviene precisar que por el
momento no hay ningún mecanismo de gobierno que mejore la marca de la
democracia, lo cual no significa rendirse ante espacios por los que se
filtra el rostro del autoritarismo con la pretensión de que mayorías
circunstanciales expriman y aplasten los derechos de las minorías, por
eso se hace necesario estar alerta y reforzar procedimientos para
maniatar al Leviatán. En esta línea de pensamiento, debe subrayarse que
en el plano político se requiere el consenso y la negociación entre
posturas diferentes al efecto de permitir la convivencia, pero lo que
destacamos en esta nota periodística es la imperiosa necesidad de
esforzarse en incentivar debates abiertos de ideas en la esperanza de
que la comprensión de los beneficios de la libertad se hagan más
patentes, para lo que el enfrascarse en mediciones y gráficos de lo que
ocurrió no contribuye al objetivo de marras.
En otras palabras, circunscribirse a
correr tras la coyuntura es un certamen destinado al completo fracaso
puesto que los números serán cada vez peores debido, precisamente, a que
no se han comprendido las ideas que posibilitan la corrección de datos
que constituyen la expresión de lo que ocurre. Comprendo que en la
desesperación -porque la barranca abajo a veces es muy empinada- haya
quienes se empeñan en batallar con cifras con la pretensión de que se
entienda el desastre pero esta tarea es equivalente a correr tras la
sombra de uno mismo con el sol a las espaldas que nunca se alcanza,
hasta que se decida “tomar el toro por las astas” y encarar el problema
de fondo y aclarar las ideas que subyacen a los datos de coyuntura.
No comments:
Post a Comment