Videgaray es, sin duda, uno de los hombres fuertes de Peña. Inteligente, educado y elocuente, ha sido el cerebro del gobierno. Pero como ha estado metido en tantas movidas, me parece que no le ha dedicado el tiempo y el esfuerzo a gestionar el complejo manejo de las finanzas públicas. En sus dos últimos años, Peña requiere a un secretario de Hacienda concentrado al 100% en reducir el gasto para evitar que la deuda siga creciendo. Rumbo a la sucesión presidencial —en la que creo que Videgaray no tiene posibilidades algunas, debido al escándalo de la casa de Malinalco financiada por Grupo Higa—, el Presidente podría sacarlo de Hacienda para llevárselo como jefe de la Oficina de la Presidencia con el objetivo de coordinar y gestionar el final y entrega del gobierno peñista.
Los grandes logros del gobierno de Peña no se explican sin Videgaray. Ahí están, por ejemplo, las reformas estructurales que serán el gran legado de esta administración. Pero, en el ámbito económico, los resultados de Videgaray dejan mucho que desear.Los grandes logros del gobierno de Peña no se explican sin Videgaray. Ahí están, por ejemplo, las reformas estructurales que serán el gran legado de esta administración. Pero, en el ámbito económico, los resultados de Videgaray dejan mucho que desear. A lo largo del sexenio, Hacienda siempre ha prometido tasas de crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) más altas que nunca se han concretado. Ha sido lamentable ver cómo, cada vez que el Inegi informa cómo va la economía mexicana, el subsecretario Aportela sale a dar la mala noticia de que el gobierno baja su perspectiva de crecimiento. Una y otra vez ha ocurrido lo mismo a lo largo de este sexenio.
Este lunes, el Inegi presentó el crecimiento del PIB de México. Durante el trimestre abril-junio de 2016 disminuyó -0.2% respecto del primer trimestre del año con cifras ajustadas por estacionalidad. Esto representa la primera caída del PIB mexicano en tres años. Si lo tomamos en términos anualizados, es decir, entre el segundo trimestre de 2016 y el de 2015, la economía mexicana creció 1.5%. Por componentes, el sector secundario (industria) se redujo -1.5% en términos reales entre el segundo y el primer trimestres del año; las primarias (actividades agropecuarias) también decrecieron en -0.3%; las terciarias (servicios) fueron las únicas que avanzaron, aunque de manera marginal en 0.1%. Acto seguido, Aportela anunció que la proyección de crecimiento de 2016 bajaba a un rango de entre 2 y 2.6%. Todo indica que, si bien nos va este año, el PIB crecerá en el límite inferior, es decir, dos por ciento.
Hacienda dio otra mala noticia. El valor de la deuda total, medido en el Saldo Histórico de los Requerimientos Financieros del Sector Público, superará este año, por primera vez, 50% del PIB. México sigue endeudándose. Ayer, por eso, la calificadora Standard & Poor’s bajó la perspectiva de la calificación de crédito de México de “estable” a “negativa”. Esto quiere decir que, dentro de los próximos 24 meses, la deuda gubernamental podría bajar de calificación. “El índice de deuda ha aumentado de manera continua desde sólo 28% del PIB en 2005, lo que refleja el impacto de los constantes déficits fiscales moderados en un contexto de bajo crecimiento del PIB en este periodo”, afirmó la calificadora y concluyó: “aunque el nivel de deuda de México es moderado, el gobierno tiene menos margen de maniobra fiscal que el que tenía hace diez años”.
Videgaray es, en parte, responsable de esta situación adversa. Durante su gestión se aceleró el endeudamiento gubernamental que ya venía dándose desde el sexenio pasado. Para asegurar un cierre ordenado de las finanzas públicas nacionales, creo que es hora que el Presidente se lo lleve a Los Pinos y ponga en Hacienda a un secretario con el tiempo, la credibilidad y la capacidad de que el gobierno se apriete, de verdad, el cinturón.
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