por Santos Mercado
Del libro “¡Prohibido Pedir Permiso!” de Santos Mercado
Felipe
Calderón Hinojosa,ex-presidente de México, ha perdido una guerra
insensata. Creyó que ganaría reconocimiento y respetabilidad si
declaraba la guerra “sin descanso ni cuartel” al narcotráfico y todo
pasó: gastó una cantidad enorme del erario, perdieron la vida muchos
policías y funcionarios, creció el consumo nacional de drogas y ahora
los cárteles de la droga dan muestras de poder casi imbatibles. Un
verdadero fracaso. No terminó con el narcotráfico y perdió prestigio
como presidente. ¿Qué ocurrió?
La intención era buena, pues nadie se
siente más desgraciado que tener hijos o vecinos drogadictos, pero el
método fue malo. Calderón se olvidó de las siguientes consideraciones:
Libertad de drogarse.
Se tiene que comprender que cada persona
debe ser responsable de su vida. Eso incluye el derecho y la
responsabilidad de inyectarse en las venas droga, veneno, pulque o aguas
negras. Que tengas el derecho de meterte droga en el brazo no implica
que el Estado deba proporcionártela, es decir, los ciudadanos no tenemos
la obligación de mantener tus vicios. Tampoco te da el derecho de salir
a la calle a robar para satisfacer tus vicios, robar es un delito que
merece castigo. En tal caso, trabaja duro para satisfacer tus caprichos o
vende la casa que te heredó el abuelo para que compres la droga que
quieres. Pero nadie tiene la obligación de obsequiarte nada, y nadie
tiene el derecho de obligarte a consumir enervantes ni prohibirte que
los uses. Tú eres el único responsable quien debe decidir si construyes o
destruyes tu vida, y debe ser una decisión respetable.
La demanda de droga.
Mientras haya gente dispuesta a comprar
cocaína, habrá quien la ofrezca. Los oferentes ven la oportunidad de
negocios y si alguien, con dinero en la mano, busca droga, zapatos,
computadoras o maíz, habrá alguien que tratará de satisfacer esa demanda
pues es una oportunidad de negocios que producirá la ganancia deseada,
es la dinámica del mercado.
Si usted, como agente privado, considera
que se debe reducir el consumo de droga, use sus propios recursos y
explique usted a los consumidores, publique en los diarios y revistas el
daño que causan, ponga escuelas o convenza a los directivos para que
eduquen a los niños y jóvenes. Es decir, se tiene que dejar que la misma
sociedad se eduque a sí misma: Los científicos explicarán los estragos
que hacen las drogas; los periódicos, TV y radio privada explicarán a
los ciudadanos los efectos irreversibles; las escuelas privadas educarán
desde el kínder y todo debe hacerse sin gastar un centavo del erario,
es decir, todo debe ser producto de un proceso privado. De ninguna
manera debe aceptarse que se desvíen fondos públicos, ni se generen
instituciones gubernamentales “para prevenir contra las drogas” pues
esas mismas instituciones percibirán incentivos para que el problema
crezca, pues así obtendrán más recursos del Estado y chamba de por vida.
La oferta de droga.
Mientras haya demanda, habrá oferta, es
una ley de la economía. Pero si el gobierno persigue a los oferentes, lo
único que hace es presionar hacia el incremento del precio. Con precios
más altos, el negocio se hace más atractivo y más gente se arriesga
pues las ganancias crecen conforme al riesgo. Los oferentes tienden a
confabularse y comprar a la policía, a los funcionarios, a los jueces,
gobernadores y ejército, después de todo, con los buenos precios
elevados artificialmente por la acción gubernamental se puede pagar
todo. Las ganancias del narco son inimaginables.
En resumen, el gobierno ha tomado el peor método para enfrentar ese flagelo. ¿Qué puede hacer?
Aquí van algunas recomendaciones:
- No gastar ni medio centavo en la lucha contra las drogas. Utilizar dinero del erario para perseguir a los narcos es un dinero de los contribuyentes mal usado.
- Dejar que el comercio de droga sea libre, no perseguido. Si acaso, decretar que deben estar registrados y pagar impuestos. Principalmente para que el cliente sepa a quien reclamar por daños y perjuicios.
- Castigar la coacción. Significa tipificar como crimen que alguien obligue a otro a consumir drogas. Pero el crimen es la coacción, no el consumo.
- Castigar si alguien roba o mata por conseguir dinero para drogas. Igual, el delito es el robo, o el asesinato, no el consumo.
- Dejar que la iniciativa privada establezca, como negocio lucrativo, granjas para la rehabilitación de los que cayeron en esa desgracia o asociaciones civiles tipo Alcohólicos Anónimos. El Estado no debe tener granjas, ni hospitales para curar a los viciosos. En tal caso, es la familia quien debe pagar, por haber descuidado al hijo o pariente.
- Dejar que los narcos usen sus ganancias como mejor deseen. Ni siquiera se les debe investigar sobre el origen de sus fortunas. Generalmente los narcos construyen grandes palacios para vivir, hoteles de lujo, centros vacacionales, casinos u otros negocios más formales y nada de ello debe considerarse delito. Al final, es posible que dejen sus negocios de drogas por otros menos conflictivos.
Si el gobierno aplica esta medidas, no
por ello desaparecerá el narcotráfico pero al menos no se seguirán
sacrificando recursos y vidas inocentes, se reducirá la corrupción pues
el narcotraficante no verá la necesidad de pagar cuotas a funcionarios
del gobierno y tomará su nivel natural de narco consumo mexicano.
Recuérdese la insensata guerra contra el consumo de alcohol que se dio a
principios del siglo pasado. Igual va a ocurrir con las drogas. El
problema se reduce a su nivel normal al dejarse de considerar como un
delito la producción, la distribución y el consumo.
De esta manera, todos los recursos del
contribuyente que se usaban para esa guerra insensata, podrán dirigirse a
temas más constructivos.
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