La Teología de la libertad
Por Robert A. SiricoThe Wall Street Journal
Ahora la Iglesia ve la conexión entre el socialismo y la pérdida de libertades.
Los obispos, sacerdotes y otros líderes
de la Iglesia Católica en Latinoamérica solían ser un aliado confiable
de la izquierda, gracias a la influencia de la "teología de la
liberación", la cual trata de ligar al Evangelio a la causa socialista.
Hoy, la Iglesia empieza a reconocer la conexión entre el socialismo y la
pérdida de la libertad, lo que está produciendo un cambio en su manera
de pensar.
En una región que es más de un 90%
católica, este cambio podría tener enormes implicaciones. Una Iglesia
que haga hincapié en la libertad podría jugar un papel en Latinoamérica
similar al que jugó en Europa del Este durante los años 80, como un
contrapeso en defensa de la libertad, durante una época de auge del
despotismo.
Una prueba de este cambio se encuentra
en un comunicado reciente de los obispos católicos de Venezuela:
atacaron la agenda política del presidente Hugo Chávez por su asalto a
la libertad bajo el disfraz de ayudar a los pobres. Es moralmente
inaceptable, decía el comunicado, y significa un retroceso para el país
en términos del respeto a los derechos humanos.
El comunicado de los obispos desde
Caracas no fue el primer desafío presentado por la Iglesia a Chávez. El
fallecido Cardenal Rosalio Castillo presentó alguna vez la visión de la
Iglesia sobre el socialismo bolivariano.
El gobierno, explicó, aunque elegido
democráticamente, se estaba transformando en una dictadura. Le
preocupaban los resultados de este proceso. "Todos los poderes están en
manos de una persona que los ejerce de una manera arbitraria y déspota,
no con el interés de conseguir el bien común de la nación, sino por un
proyecto político arcaico y retorcido: el de implantar en Venezuela un
régimen desastroso como el que Fidel Castro ha impuesto en Cuba…"
En México, la Iglesia también se ha
enfrentado a la izquierda radical. El mes pasado, un grupo de 150
personas asociadas con el socialista Partido de la Revolución
Democrática (PRD) entraron a la catedral de la capital un domingo en la
mañana cuando comenzaba la misa. La turba volteó bancos, denunció a los
sacerdotes y pronunció arengas anticlericales. El PRD asegura que no fue
directamente responsable. Pero el mensaje era claro: cualquiera que no
esté a favor de la militancia colectivista está en contra de ella.
Estos son tan sólo dos ejemplos de la
creciente tensión entre la Iglesia Católica y la extrema izquierda en
Latinoamérica. En Argentina y Cuba, la Iglesia también está asumiendo el
rol de la oposición.
Es importante anotar que los líderes de
la Iglesia que están desafiando a gente como Chávez no están
recomendando que la Iglesia se involucre en política. Su posición, que
está de acuerdo con las enseñanzas del Papa Benedicto XVI, es que la
relación entre la Iglesia y el Estado en Latinoamérica es compleja y que
debería haber una separación clara. Pero también saben la importancia
de preservar la libertad y el pluralismo.
Los casos de involucramiento político
que hemos leído con más frecuencia tienen que ver con una colaboración
con las llamadas "dictaduras de derecha". Pero no se sabe en qué sentido
difieren del total control estatal o "dictaduras de izquierda". La
teología de la liberación puede apelar al clero con conciencia social,
sin embargo también politiza el rol de la Iglesia al bendecir otra forma
de control totalitario.
La teología de la liberación apareció
hace cerca de tres décadas. La Biblia inculca la preocupación por los
pobres, dijeron los teólogos liberacionistas, y luego fueron un paso más
allá al decir que Jesús fue un símbolo y defensor de la guerra de
clases para expropiar a los ricos en beneficio de los pobres.
Hoy en día, la teología de la liberación
aún está de moda y, debido a la confusión intelectual en Latinoamérica,
muchos aún creen que el socialismo de Chávez, el brasileño Luiz Inácio
Lula da Silva, e incluso de Fidel Castro, ofrece esperanza a los pobres.
Cuando Chávez anuncia que "democratizará" las propiedades para golpear a
los ricos, puede contar con los vítores de muchos admiradores
religiosos.
Los líderes sinceros de la Iglesia, que
están justamente convencidos de su misión especial para asistir a lo
pobres, a veces son atraídos por la falsa esperanza de que impuestos más
altos, la redistribución de la tierra, la nacionalización de las
industrias y los grandes proyectos gubernamentales ofrecen una salida.
Esto es trágico debido a que amenaza con inmiscuir a la Iglesia en la
política, poniendo en riesgo su reputación y el mensaje del Evangelio en
una agenda política.
Al menos 100 años de evidencia
contradicen la afirmación de que un Estado más poderoso (eso es todo lo
que la teología de la liberación ofrece) es el medio adecuado para el
avance material. Nadie gana nada al aplastar a los ricos, aparte del
Estado. Lo que la sociedad necesita no es la expropiación, sino una
ampliación de las oportunidades para que todas las clases mejoren sus
estándares de vida.
Sólo hay un camino hacia la liberación y
es una genuina liberalización de la vida económica y política, que
separe al Estado, no sólo de la Iglesia, sino de la cultura y de la vida
comercial de la nación.
En mis viajes por la región he detectado
una reconsideración honesta. Los líderes presentes y futuros parecen
estar reconociendo que, para que la clase media crezca, se necesita
tener una comprensión más vibrante de cómo funciona el mercado, en donde
la gente se gana la vida. También existe la necesidad de un
entendimiento más profundo de los riesgos morales y las oportunidades
que la economía política presenta.
La Iglesia, pese a los terribles golpes a
su credibilidad en los últimos años, está en la mejor posición para
proveer liderazgo y asumir un rol de enseñanza en este momento. Los
textos del Papa Benedicto proveen una base sólida. El Papa advierte
sobre los riesgos del poder y sus efectos moralmente corruptores, así
como los efectos materialmente corrosivos de las políticas socialistas.
La Iglesia puede proveer un liderazgo
independiente en la sociedad. Sobre todo, debe haber una independencia
de la política. Expandamos ese modelo de independencia a todos los
sectores de la sociedad. Así, Latinoamérica se volvería menos vulnerable
a los déspotas, desarrollaría una pujante clase media y aseguraría un
futuro de libertad y prosperidad. En el rol de la oposición, la Iglesia
Católica puede encontrar su verdadera voz como defensora de los derechos
humanos y la libertad.
El Padre Sirico es presidente del Instituto Acton, en Grand Rapids, Michigan.
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