Debe existir, pero no he leído hasta ahora
un análisis, estudio o reflexión sobre el profundo cambio que se operó
en el país, a raíz de las elecciones parlamentarias del 6D que dieron la
mayoría absoluta a la oposición democrática en la Asamblea Nacional.
Suceso fundacional de otra Venezuela,
de una diferente a la que un gobierno de teoría, praxis y vocación
neototalitaria pretendió remacharnos por diversas vías durante 17 años y
que, de repente, de manera pacífica y constitucional, y por decisión de
las mayorías nacionales, se deconstruyó para no volver a reconstruirse
ni en este, ni otros siglos.
Si se me
permite un símil –o quizá una exageración- diría que fueron
acontecimientos que recuerdan a los que sacudieron a Europa del Este y a
la Unión Soviética
a finales de 1989 y durante todo 1990, y que dieron al traste con el
imperio comunista panrruso y abrieron paso a otra humanidad que, en
stricto sensu, es la que viene configurando el siglo XXI.
Solo que
allá, en Europa del Este y Rusia, la caída fue, sin duda, más
vertiginosa, conmocional y generalizada, puesto que alcanzó a toda la
sociedad civil y a todos los poderes del Estado; en cambio en Venezuela,
más que de una caída, debe hablarse de una fragmentación que alcanzó a
la sociedad civil, pero no al Estado, de cuyos dos poderes electivos,
solo el Legislativo fue recuperado por la oposición; el Poder Ejecutivo,
cuya cabeza es el presidente Maduro, se mantiene en manos del ancian
regime, cuya decisión ha sido, hasta ahora, resistir.
De todas maneras,
la división, polarización, confrontación o choque tienen un significado
casi cósmico, pues una fuerza constitucional, electoral y pacífica se ha
hecho con la posibilidad de normar toda la vida institucional
venezolana, en cambio que, una minoría cívico-militar deslegitimada y
respaldada apenas por los poderes delegados del TSJ, el CNE y la
Fiscalía, niega que el Poder Legislativo tenga facultades para obligarlo
a someterse a la Constitución.
Y es en
este contexto donde cobra toda su importancia el “Referendo
Revocatorio”, convocado por la oposición, para que sea el pueblo el que
decida si Maduro continúa o no en la presidencia, -disposición
constitucional que lo alcanza por cumplirse este mismo año la mitad de
su período-, y a la cual, de oponerse, se declararía en rebeldía contra
la Constitución, que autorizara a la Asamblea Nacional a aplicarle el
articulo 350 de la misma, por el que la ciudadanía sería llamada a
rebelarse hasta sacarlo del poder.
En otras
palabras, que en la perspectiva del choque de poderes en Venezuela, es
el nuevo poder, el Legislativo, el que cuenta con la Constitución para
someter al Ejecutivo, y no a la inversa, lo cual impone un diálogo, pero
no para que la Constitución no se cumpla, sino para que se cumpla de
manera lo menos traumática posible.
Es decir,
mediante una transición que ya está en marcha, puesto que es la Asamblea
Nacional el poder que legitimó al pueblo para dirigir el proceso y
lograr que en un tiempo relativamente corto, Venezuela pueda tener un
nuevo modelo de desarrollo, nuevas políticas y un nuevo gobierno.
De modo
que, el enorme logro o avance de la oposición democrática en su lucha
por la recuperación de la libertad durante las elecciones del 6D, no
puedo sino graficarla con dos hechos fundamentales: 1) El cese de la
división, polarización, confrontación o choque en la sociedad civil que,
en 80 por ciento (lo dicen todas las encuestas) está apoyando a la
Asamblea Nacional en su lucha por reinstitucionalizar al país y su
traslado a los dos poderes electivos del Estado: el Legislativo y el
Ejecutivo. 2) Que en la perspectiva del conflicto, es la Asamblea
Nacional la que cuenta con la Constitución para imponerse, porque no
tendrá el monopolio de las armas, pero si el de las leyes.
Creo que
es la reposición, en términos venezolanos y latinoamericanos, del mito
bíblico de “David y Goliat”, por el cual un pastor inerme, pero
valiente, ingenioso y paciente, derrota a la fuerza bruta, armada y
torpe, por el simple accionar de una soga (la Constitución) que lo
confunde, paraliza y derrumba.
Conviene
recordar que en estos días, la fuerza de David que es la democracia, el
estado de derecho, la constitucionalidad y la paz, es más poderosa que
nunca y que, munida del apoyo representado en una votación mayoritaria,
es invencible.
Para
demostrarlo estos siete meses, en los cuales la fuerza de la Asamblea
Nacional y la MUD, ha sabido mantenerse en el marco de la más
irreprochable legalidad, sin caer en la tentación de acudir a decisiones
que podían violar los debidos procesos, y que fuera el Poder Ejecutivo
el que incurriera en todas las omisiones posibles para imponer la
voluntad popular.
La acción
más atrevida –y hasta ingenua- intentada en este sentido, fue
autorizar al Poder Judicial -concretamente, al TSJ-, para que
“legislara” contra la Asamblea Nacional, anulando sus leyes,
reinterpretando sus funciones y amenazando con declarar
“inconstitucionales” las elecciones en que fue electa.
Todo lo
cual, de ser llevado al extremo, configuraba un golpe de Estado
ejecutado por el TSJ a nombre de Maduro, pero permitiendo establecer las
debilidades y las divisiones que carcomen al Poder Ejecutivo, pues ni
siquiera en un trance en que debía contener la AN para sobrevivir, se
atrevía a asumir la responsabilidad de la ruptura del orden
constitucional en su sentido más irreparable.
Son momentos de
vacilaciones sin duda, pero no solo porque retrocede ante la ejecución
de una medida de fuerza de tierra arrasada, sino porque no cuenta con el
respaldo militar para sostenerla.
Y ello
explica porque todo el peso de la represión contra la oposición se dejó a
los Colectivos (de hecho una organización paramilitar), o a la Guardia
del Pueblo (otra fuerza civil represiva entrenada para matar), y solo en
último término, y en los últimos tiempos, a la Guardia Nacional
Bolivariana, cuyo Comandante General, Néstor Reverol, acaba de ser
defenestrado por el Alto Mando y el CEO (Comando Estratégico
Operacional) “por excesivamente madurista”
Mientras
tanto, la Asamblea Nacional y la MUD, concentraban toda su estrategia en
la convocatoria del “Referendo Revocatorio”, cuyo primer evento, “El
Firmazo”, -realizado durante la última semana de junio- implicó una
movilización nacional que hizo recordar el 6D, y siguió con la
validación de las firmas que terminó hace dos semanas, significando otro
enorme sacudón que se prolonga en un recorrido que hacen líderes
opositores para que el CNE llame a la recolección del 20 por ciento de
las firmas que hará inevitable que la cita refrendaria se realice este
año.
Sin
embargo, la ruta de la AN y de la MUD para que el Poder Ejecutivo y
Maduro acepten la reinstitucionalización del país no apuntaría a todo su
alcance si no nos detenemos en el esfuerzo logrado para que los dos
tercios de la OEA apoyaran el “Informe Almagro” sobre la violación de
los Derechos Humanos en Venezuela y el 23 de junio pasado la “Carta
Democrática” fuera activada contra el dictador.
Y de igual
manera debe destacarse que otra multilateral regional, tan importante y
emblemática como la OEA, el Mercosur, empieza a negarse por decisión de
tres de sus cuatro miembros, a traspasarle la presidencia de la
organización a Maduro y a no reconocerle la membresía en agosto próximo.
En
definitiva, batallas ganadas por la AN, la MUD y la oposición para que
el neototalitarismo refugiado en el Poder Ejecutivo entregue sus últimos
cuarteles, y sin amenazas de atropellos ni retaliaciones, los chavistas
y maduristas que no han cometido delitos puedan integrarse a la vida
política en un clima de reconciliación, unión e integración nacional.
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