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Monday, July 18, 2016

Deudas morales, intelectuales y la CNTE

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La semana pasada el reconocido Tomas Pogge dio una serie de pláticas en el DF. En una de ellas, durante la apertura de un congreso de filosofía en la Ibero, el liberal cosmopolita nos recordó lo endeudados que estamos con la justicia global. Aunque de manera menos ferviente que en sus primeras formulaciones sobre las obligaciones de la ciudadanía cosmopolita con sus coterráneos, Pogge sigue argumentando que no podemos simplemente desentendernos de los menos favorecidos y debemos presionar a nuestros gobiernos para que hagan algo al respecto.


El catedrático de Yale marca la diferencia entre la responsabilidad que existe hacia la persona junto a mí y aquella que se encuentra separada por la distancia. A diferencia de su primer llamado a extender la concepción de justicia liberal a nivel global de la misma manera que a nivel local,  ahora no tenemos el mismo tipo de responsabilidad moral con todos. Aunque sigo teniendo una responsabilidad fuerte en el caso del niño pobre que está en mi sociedad, con el que vive en África sólo tengo una débil que puedo llevar a cabo pidiéndole de vez en cuando a mi político favorito que no promuevan leyes que dañen a países pobres.
Sin entrar en mayor detalle sobre las inconsistencias y problemas de la teoría, hacia el fin de su presentación, una lámina proyectada sobre el escenario dictaba las responsabilidades morales del ciudadano. En medida en la que “nuestros” gobiernos, dice Pogge, son culpables de la miseria en el mundo, nosotros como ciudadanos tenemos una deuda moral a nivel global. Para saldarla, por un lado tenemos que esparcir la cura que el filósofo propone: un ethos cosmopolita que asuma el compromiso para la realización de los derechos humanos de todo el mundo, y por el otro tenemos que participar activamente con la institución política (que curiosamente es la que genera todo el mal, pero bueno[1]) para votar y moldear funcionarios que hagan del mundo un mejor.
Al final le pregunté  a Pogge que pasaría con un libertario como yo, o como Hayek, que partiendo de las mismas preocupaciones éticas llegamos a conclusiones distintas –la diferencia principal siendo la definición del Estado como parte fundamental del problema – y que en el terreno especifico de las “obligaciones” que podemos tener significa precisamente no participar ni legitimar el aparato estatal. Después de evitar mi otra pregunta[2],  me respondió que yo era parte de la economía y dado que la economía le da fuerza a un país yo era parte del problema. En privado retome el asunto y lo presioné sobre mi caso: le dije que no sólo intentaba evadir las contribuciones fiscales a toda costa, sino que activamente luchaba por esparcir mi “ethos” libertario anti gobierno y pro libre mercado (como esquema que beneficia a los menos favorecidos). No esperaba su respuesta: “en ese caso, quizá hasta la sociedad te deba” me dijo.
Así que ya saben, si conocen algún agorista/minarquista/libertario/anarquista que se dedica constantemente a señalarles lo injusto que es el mundo y como de ser más podríamos hacer del mundo un mejor lugar para todos, al menos paguen con una sonrisa, que aparentemente están en deuda con él.
Casi terminaba de escribir ésta entrada cuando vi la propuesta de Leo Zuckermann  y Javier Aparicio sobre armar una caravana de ayuda para los niños que pierden clases por las movilizaciones de la CNTE. Quizá el símil no sea evidente, pero podemos abstraer los componentes principales de ambas posturas. Por un lado, Pogge habla de instituciones y su consecuencia en los derechos que las personas pueden ejercer y nuestra responsabilidad al respecto como individuos. Zuckermann y Aparicio nos hablan de que hay un problema en la institución educativa y llaman a la sociedad civil a organizarse para ofrecer un paliativo y mandar un mensaje.
Leo y Javier se mostraron convencidos por la idea propuesta por alguien en twitter y ahora se inicia la movilización en redes sociales para ver cuánto pegue tiene la propuesta de mandar a profesores y alumnos de escuelas superiores y centros de investigación en una cruzada político/educativa  de la sociedad civil “que está a favor de la reforma educativa y en contra de que los niños oaxaqueños estén perdiendo su ciclo escolar”.
cnte
Pero, preguntemos: para usted que (posiblemente) cree en el Estado y en su diseño racional, que además contribuye a su mantenimiento y al salario de sus funcionarios, ¿no encontraría extraño que el director de la División de Estudios Políticos del CIDE trabaje impartiendo clases en una primaria en Oaxaca? Surgen otras preguntas: ¿Lo mejor que puede hacer alguien con la influencia de Leo Zuckermann es encabezar una caravana de voluntarios a Oaxaca? ¿El lugar de nuestros universitarios es en el aula rural? ¿No pagábamos para que unos estudien, otros enseñen? ¿Por qué recibir apoyo del gobierno si respondemos a una carencia ocasionada por éste? ¿Estar en contra de lo que sucede con la CNTE significa forzosamente estar a favor de la reforma educativa? ¿No hay manera de que los recursos (humanos y materiales) de la sociedad mexicana se gestionen de manera eficiente y no tengamos que caer en estas soluciones harto ineficientes?  Parecería que más que ser claramente una buena idea es un terreno cuando menos pantanoso.
Aquí tenemos que abrir la puerta a la posibilidad de que ambos dijeron que irían sin pensar realmente ir. Consientes de sus costos de oportunidad -esto es lo que dejamos de hacer por hacer algo-, quizá solo intentan alebrestar solidarios para mandarlos a una aventura más mediática que educativa[3]. También existe la posibilidad de que sepan que en la práctica una idea peligrosa que sólo generará más problemas al confrontar a los bienaventurados de corazón con el resultado de años de prebendas estatistas que engendran huestes dispuestas a defender “sus ingresos” por cualquier medio.
Pero esto no sólo se trata de costos de oportunidad, lo insincero o lo problemático de la idea. Imaginen el enojo que crece día tras día porque nuestro departamento tiene humedad, goteras, ratas, fugas, problemas de inseguridad y de servicios. Lo que proponen Zuckermann y Aparicio es canalizar esa furia para ir en ayuda del departamento de abajo y sacar el agua sucia que lo está inundando en lugar de criticar la estructura del edificio y su administración y exigir un cambio de curso ¿En qué sentido podría esto ser algo positivo como sugiere Leo?
Positivo sería canalizar esa furia en comprender las razones de nuestro constante disgusto con lo que sucede a nuestro alrededor. Algo positivo sería que usando su influencia y conocimiento, Zuckermann y Aparicio le dijeran a la gente como la intervención del Estado suele generar estas cochinadas, y la competencia y las fuerzas de mercado ayudan a evitarlas. Allí donde los maestros que trabajan son los que pueden cobrar, y donde las escuelas que dan clases son las que la gente premia con su dinero. También dónde el que quiere ayudar al menos favorecido puede decidir mediante cual caridad ayudar, éstas también sujetas a la competencia y al manejo eficiente de recursos escasos.
No hago aquí sólo una petición de principio: aún suponiendo que la educación es un derecho, y que la sociedad civil puede y debe hacer algo al respecto, nuestros expertos y opinólogos son incapaces de salir con una mejor propuesta de reforma educativa profunda que reconozca y fomente las fuerzas de la competencia que llevan al desarrollo del sector educativo, mientras señale la ineficiencia y las perdidas que ocasiona el sistema actual. No, nuestros intelectuales de corte defienden la reforma educativa que propone el Estado y mandan a la sociedad civil a legitimarla políticamente arriesgando su integridad y quizá escalando el conflicto. ¿De qué se trata?
focus
Menos gobierno, y más sociedad civil, pero no sociedad civil para que haga el trabajo sucio del gobierno, sino para que lo critique y comience a tomar conciencia de que los problemas son estructurales. Nuestro edificio se cae a pedazos, y es culpa de los cimientos y la administración, si queremos ayudar a nuestros co-inquilinos (además menos favorecidos) lo que tenemos que hacer es luchar por la liberalización de la educación en México. ¿Bono educativo? ¿Socialización –de programas y costos- a nivel local de las escuelas? no lo sé, pero si sé que hay maneras diferentes de introducir los mecanismos, y por lo tanto fuerzas, de mercado al sector educativo, que la reforma educativa y centralista del gobernó se queda corta y que nuestra furia se puede canalizar de manera más constructiva mediante la crítica a la raíz del problema y no a través de paliativos superficiales o declaraciones políticas a favor de la reforma. Eso ayudaría a saldar nuestra deuda moral con los oaxaqueños.
@mentecerrada

[1] El planteamiento en la obra general de Pogge en los últimos años es interesante en la medida que parece intentar contestar las mismas preguntas que Frederich Hayek y otros libertarios. Las respuestas de Pogge fallan desde mi punto de vista por un problema de definición: para él, el Estado forma parte inherente de los sistemas competitivos/adversariales y la regulación que daña a los menos aventajados no es más que la conclusión sistemática de la competencia.
[2] Sobre la contradicción de sus tres postulados de lo que significaba proteger los Derechos Humanos: el primero en términos negativos de no interferencia y los dos siguientes en términos positivos de facilitar y posibilitar el ejercicio de derechos sociales. El Estado no genera recursos ex nhilo y por lo tanto para garantizar los positivos se requiere una violación de los negativos. A lo que respondió “no escuche bien” en público y “estoy totalmente en desacuerdo” en privado.
[3] Como lo reconoce el mismo Zuckermann al decir que esto en realidad se trata de mandar un mensaje..

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