Parece evidente que América Latina vive un momento de
transición tanto a nivel económico como político. En primer lugar, la
época de prosperidad marcada por el sólido crecimiento económico
sustentado en el alza de los precios de los productos básicos, que fue
acompañado por importantes avances sociales durante la última década, ha
llegado claramente a su fin. Por otro lado, países con largos gobiernos
populistas, como Argentina y Venezuela, han perdido el apoyo del pueblo
en sendas elecciones celebradas a finales de 2015. En 2016, la amenaza
de juicio político a la presidente de Brasil, Dilma Rousseff, también pone en peligro su continuidad en el poder.
Este nuevo escenario ha llevado a los expertos a preguntarse si el populismo y el llamado socialismo del S.XXI —abrazado primero por la Venezuela de Hugo Chávez y luego por países como Ecuador y Bolivia— han fracasado frente a los desafíos de desarrollo de la región.
¿Naufragio de populismo bolivariano?
Carlos Martínez Lázaro, profesor de Economía de IE Business School, no pone en duda el giro político en la región: “Se ha acabado con 12 años de kirchnerismo [primero Néstor Kirchner y luego su esposa Cristina] tras la victoria electoral del candidato de centroderecha Mauricio Macri en Argentina en diciembre. Por las mismas fechas, el chavismo de Nicolás Maduro ha perdido unas elecciones después de la llegada de Hugo Chávez al poder en 1999 y la heredera política del expresidente Luiz Inácio Lula Da Silva, Dilma Rousseff, se encuentra en una situación muy complicada para seguir al frente del Gobierno, como consecuencia del proceso de destitución en que está inmersa”, y su nivel de popularidad se sitúa por debajo del 10%.
El profesor del IE añade que en estos tres países se ha puesto de manifiesto que los gobiernos populistas no han podido resistir el cambio de ciclo económico. Esto ha estado acompañado, en su opinión, de unos procesos de corrupción verdaderamente importantes, que cuando ha soplado el viento de cola no han hecho demasiada mella en estos gobiernos, pero en cuanto la situación económica ha cambiado, el descontento popular ha crecido como la espuma. “Cuando el gasto social ha estado fluyendo todo ha ido bien, pero cuando ha empezado a haber problemas para mantener estos niveles de gasto, sobre todo cuando la situación económica se ha deteriorado, la población ya no ha estado dispuesta a seguir manteniendo ese contrato social de tú me das y yo te apoyo”, dice. Y destaca que estos ingredientes son comunes en Venezuela, Argentina y Brasil.
Pero antes que nada, Sergio Costa Sant’Anna, profesor colaborador en IESE Business School y la Universidad Pompeu Fabra en las asignaturas de Internacional Business y Strategic Alliances, hace referencia al sociólogo Ralf Dahrendorf para intentar acotar un término tan amplio y difuso como el populismo: “populistas a la derecha, populistas a la izquierda. Quien dice populismo se adentra en un terreno difícil. En todo caso, el concepto es peyorativo… Hablamos entonces de demagogia y la demagogia tiene un gran repertorio de métodos”.
En opinión de Costa, ningún tipo de populismo es bueno para un país y su pueblo, ya sea de derechas o de izquierdas, pero mucho menos las formas de populismo empleadas en Argentina, Venezuela, Brasil, Bolivia, Nicaragua, Cuba o Ecuador, ya que no se tratan “solo de simples gobiernos populistas de izquierdas, son intervencionistas y en algunos casos dictatoriales, donde prevalecen las voluntades de los gobernantes y no las leyes en vigor”. Tanto es así, “que en estos últimos años estos países se han acercado a Rusia o China, por la manera de pensar de sus gobernantes, y se han distanciado de Estados Unidos o Europa”.
Costa piensa que el panorama debería empezar a cambiar en los próximos años, sobre todo a raíz de la victoria de Macri y el posible juicio político a Rousseff. “Estos hechos deberían traer otra vez el equilibrio de fuerzas de izquierdas y de derechas en la región, pero lo más importante es que los populismos deberán desaparecer en la mayoría de países por las secuelas que han traído al pueblo”. Y apoya esta idea con datos del Banco Mundial, “según los cuales en los regímenes populistas de izquierda y teóricamente pro-pueblo de América Latina, aún existen 130 millones de personas consideradas ‘crónicamente pobres’, además de las considerada solamente pobres”.
Carlos Malamud, por su parte, sostenía en un artículo de opinión publicado en Infolatam que “el modelo basado en un gasto social sin límite y en políticas clientelares se ha agotado”, pero esto “no implica necesariamente el fin del populismo”. Lo que sí considera que estaría a punto de naufragar es el populismo bolivariano, “que tan pomposamente se calificó de ‘socialismo del siglo XXI’, aunque esto deberá ser corroborado caso por caso, país por país”. En opinión del Investigador Principal para América Latina del Real Instituto Elcano, “lo anterior no significa la desaparición de los gobiernos populistas en América Latina, donde hemos conocido populismos de izquierda, populismos de derecha y populismos a secas”.
Caso por caso
Nadie duda de que los recientes años de populismo vinieron acompañados de importantes avances sociales. En la Venezuela de Chávez, destaca Martínez Lázaro, el programa de las misiones —que incluye, por ejemplo, consultas médicas gratuitas y acceso a créditos subvencionados— ha tenido un éxito importante, “llevando por primera vez el Estado de Bienestar a los que apenas nunca lo habían tenido”. Costa añade que fue posible implementar “el populismo de izquierdas o revolución bolivariana por el alto nivel de los precios del petróleo, principal medio de financiación del régimen”. Una vez desaparecida la fuente de financiación, por el desplome de los precios, la economía empezó a caer a partir de 2012 hasta entrar en una recesión profunda en 2014 (-5% del PIB). Según datos de Costa, el Bolívar venezolano alcanzó un máximo histórico de 6,35 USD/VEF en agosto de 2015 frente al mínimo histórico de 0,05 en enero de 1989. Además, “la inversión extranjera directa (IED) es negativa, situándose las reservas de divisas en niveles de 2005”, afirma.
Hoy en día, añade Costa, “los venezolanos están viviendo lo mismo que los sirios, pero sin guerra. Comprar un litro de leche u otros productos básicos es algo muy difícil. Los productos han desaparecido de los supermercados. Solamente las clases más altas pueden conseguir productos sin pelear por ellos en muchas ciudades del país”. Para intentar salir de la crisis, dice, “Venezuela necesita primeramente un cambio de régimen económico, donde pueda haber una diversificación de la economía para que no esté soportada solamente por el petróleo”. Además, en su opinión, se debería acabar con el subsidio del petróleo, establecer una política monetaria y fiscal de austeridad que a largo plazo estabilice el país y buscar inversiones internacionales para promover el desarrollo, “pero para eso necesitarían seguridad jurídica, algo muy difícil con el escenario actual. Aunque se podría buscar en países con una relación ideológica más cercana, como Rusia o China, o el mismo Brasil”.
La situación es tal que el Gobierno venezolano acaba de solicitar a la Asamblea Nacional una declaración de emergencia económica que supone, desde el punto de vista constitucional, un periodo especial de 60 días para tomar acciones contra la crisis. Aunque se apruebe, el profesor del IE dice que Venezuela “está quebrada salvo que se recupere el precio del petróleo, lo que parece muy improbable a corto o medio plazo”. A nivel político, los expertos creen que Maduro intentará hacer todo lo posible para mantener el poder. La clave para que acate los resultados de las elecciones legislativas, que han entregado la mayoría del Parlamento a la oposición, estará en el ejército, que posiblemente no tolerará que no se respete la voluntad popular.
En cuanto a Argentina, Martínez Lázaro señala que, aunque los Kirchner cuidaron a la base peronista trabajadora, se crearon profundos desequilibrios económicos en el país, “lo mismo que en Venezuela, donde han sido terroríficos, y Brasil, donde han sido más llevaderos que en Argentina porque quizás ha habido una mayor ortodoxia económica”. Costa señala que Cristina Fernández de Kirchner recibió el país de su marido Néstor (en 2007) con un récord de crecimiento y después de 8 años lo entrega con un 25% de inflación. “La deuda externa está casi en los niveles de 2005, el IED y las reservas de divisas en los niveles de 2004. Los gastos gubernamentales son 3 veces superiores que hace 10 años. El peso argentino alcanzó un máximo histórico de 13,44 USD/ARS en diciembre de 2015 frente a un mínimo histórico de 0,98 en enero de 1992”, detalla.
En estos momentos, el Gobierno de Macri está poniendo en marcha una transición económica ordenada y gradual que, en primera instancia, ha consistido en poner fin al el control de cambios (el llamado cepo cambiario), llevar a cabo una purga de kirchneristas en la administración y cambiar los pilares de la política exterior para reinsertar al país en la comunidad internacional y recuperar la imagen de país normal y confiable, ya que los inversores desconfían de prestarle dinero tras los impagos de 2001 y 2014. Sin embargo, Martínez Lázaro no es muy optimista respecto al corto plazo: “Macri se asoma a una recesión casi seguro por los ajustes que tiene que hacer y el cambio de ciclo”.
En Brasil, el profesor del IE destaca que los resultados del populismo fueron espectaculares, unas 40 millones de personas salieron de la pobreza, lo que dio alas al crecimiento. Sin embargo, Costa añade que desde que Lula (2003-2011) entregó el poder a Rousseff, la economía ha pasado de un PIB de 9% a una recesión de -4,5%. “Las cifras a partir de que Rousseff asumiera el poder se empezaron a deteriorar de forma alarmante. El paro es del 7,5% con una fuerte subida a partir de 2014, los gastos gubernamentales son 5 veces mayores que hace 10 años, la inflación de 10,48% es la más alta de los últimos 12 años. El real brasileño alcanzó un máximo de USD/BRL 4,18 en septiembre de 2015 frente a un mínimo histórico de 0,01 en 1993. Por último, la IED está en los niveles de 2005”. Y considera que “lo mejor que podría ocurrir en el país sería la destitución de Dilma. Sería la forma, quizá, de volver a empezar”.
En conclusión, Costa destaca que los gobiernos populistas de más de una década de duración en estos tres países han supuesto un deterioro actual de sus economías, en que los gastos gubernamentales, las deudas externas o la inflación han aumentado sustancialmente en todos ellos. Este escenario podría repercutir en gran parte de la región. Por ejemplo, en la continuidad del programa Petrocaribe puesto en marcha por Venezuela para ayudar a que países caribeños, especialmente Cuba, pudieran acceder de forma ventajosa a su petróleo a cambio de respaldo político y diplomático. Se calcula que el año pasado se entregaron un promedio de 200.000 barriles diarios, lo que representa menos del 10 % de lo que produce Venezuela, un porcentaje poco relevante, pero tal y como mencionó el diputado de la oposición Alfonso Marquina a los medios: “ninguno de los 18 países miembros de Petrocaribe tiene los niveles de inflación que hoy padece el pueblo de Venezuela”.
Hay otros países con gobiernos populistas, como Bolivia y Ecuador, que no sentirían la desaparición del programa, puesto que no han sido países subvencionados por Venezuela, “pero sin embargo sí podrían sentir la falta ideológica de la desaparición del chavismo”, señala Martínez Lázaro, quien asegura que Bolivia va económicamente bien, pero en Ecuador ya ha habido cierta contestación al presidente Rafael Correa (en el Gobierno desde 2007). “Aunque Correa es ideológicamente muy ortodoxo —antiamericano, bolivariano, etc—, en el terreno económico es más práctico y se ha distanciado de los disparates económicos que se han cometido en países como Argentina o Venezuela. Sin embargo, Ecuador tiene un problema grave: la dolarización, que en el entorno actual hace mucho daño al país. Otros países pueden depreciar sus monedas para sacar músculo exportador, pero ellos no pueden. Su moneda se aprecia respecto a sus socios comerciales de la región. Veremos la capacidad de resistencia que tiene el país, pero será complicado aguantar”.
Según Malamud, pese a la trascendencia de las elecciones argentinas y venezolanas y a su impacto regional, “aún es pronto para valorarlas adecuadamente”. En 2016 los ciudadanos votarán en siete países, lo que entregará pistas más fiables sobre las tendencias políticas en la región: en Bolivia habrá un referéndum para la reforma constitucional y la reelección permanente; en Chile y Costa Rica, elecciones municipales; en México, estaduales y locales; en Nicaragua y República Dominicana, presidenciales, legislativas y municipales; y en Perú, elecciones presidenciales y legislativas. En su opinión, habrá que prestar especial atención al referéndum boliviano, que permitirá valorar el respaldo que aún tiene el populista Evo Morales; a las municipales chilenas, “con la socialista Michelle Bachelet en horas bajas; y a Nicaragua, donde el tándem [matrimonio] izquierdista Daniel Ortega–Rosario Murillo deberá revalidar su hegemonía”.
Los expertos aconsejan seguir muy atentos a los posibles cambios de Gobierno durante los próximos meses, incluyendo los pasos que se den para el deshielo de las relaciones entre Cuba y EEUU, así cómo los movimientos que hagan los recién llegados, como Macri, puesto que la heterogeneidad de partidos y políticos a nivel nacional es tal que, a día de hoy, se torna muy difícil, o casi imposible, definir tendencias a nivel regional.
Este nuevo escenario ha llevado a los expertos a preguntarse si el populismo y el llamado socialismo del S.XXI —abrazado primero por la Venezuela de Hugo Chávez y luego por países como Ecuador y Bolivia— han fracasado frente a los desafíos de desarrollo de la región.
¿Naufragio de populismo bolivariano?
Carlos Martínez Lázaro, profesor de Economía de IE Business School, no pone en duda el giro político en la región: “Se ha acabado con 12 años de kirchnerismo [primero Néstor Kirchner y luego su esposa Cristina] tras la victoria electoral del candidato de centroderecha Mauricio Macri en Argentina en diciembre. Por las mismas fechas, el chavismo de Nicolás Maduro ha perdido unas elecciones después de la llegada de Hugo Chávez al poder en 1999 y la heredera política del expresidente Luiz Inácio Lula Da Silva, Dilma Rousseff, se encuentra en una situación muy complicada para seguir al frente del Gobierno, como consecuencia del proceso de destitución en que está inmersa”, y su nivel de popularidad se sitúa por debajo del 10%.
El profesor del IE añade que en estos tres países se ha puesto de manifiesto que los gobiernos populistas no han podido resistir el cambio de ciclo económico. Esto ha estado acompañado, en su opinión, de unos procesos de corrupción verdaderamente importantes, que cuando ha soplado el viento de cola no han hecho demasiada mella en estos gobiernos, pero en cuanto la situación económica ha cambiado, el descontento popular ha crecido como la espuma. “Cuando el gasto social ha estado fluyendo todo ha ido bien, pero cuando ha empezado a haber problemas para mantener estos niveles de gasto, sobre todo cuando la situación económica se ha deteriorado, la población ya no ha estado dispuesta a seguir manteniendo ese contrato social de tú me das y yo te apoyo”, dice. Y destaca que estos ingredientes son comunes en Venezuela, Argentina y Brasil.
Pero antes que nada, Sergio Costa Sant’Anna, profesor colaborador en IESE Business School y la Universidad Pompeu Fabra en las asignaturas de Internacional Business y Strategic Alliances, hace referencia al sociólogo Ralf Dahrendorf para intentar acotar un término tan amplio y difuso como el populismo: “populistas a la derecha, populistas a la izquierda. Quien dice populismo se adentra en un terreno difícil. En todo caso, el concepto es peyorativo… Hablamos entonces de demagogia y la demagogia tiene un gran repertorio de métodos”.
En opinión de Costa, ningún tipo de populismo es bueno para un país y su pueblo, ya sea de derechas o de izquierdas, pero mucho menos las formas de populismo empleadas en Argentina, Venezuela, Brasil, Bolivia, Nicaragua, Cuba o Ecuador, ya que no se tratan “solo de simples gobiernos populistas de izquierdas, son intervencionistas y en algunos casos dictatoriales, donde prevalecen las voluntades de los gobernantes y no las leyes en vigor”. Tanto es así, “que en estos últimos años estos países se han acercado a Rusia o China, por la manera de pensar de sus gobernantes, y se han distanciado de Estados Unidos o Europa”.
Costa piensa que el panorama debería empezar a cambiar en los próximos años, sobre todo a raíz de la victoria de Macri y el posible juicio político a Rousseff. “Estos hechos deberían traer otra vez el equilibrio de fuerzas de izquierdas y de derechas en la región, pero lo más importante es que los populismos deberán desaparecer en la mayoría de países por las secuelas que han traído al pueblo”. Y apoya esta idea con datos del Banco Mundial, “según los cuales en los regímenes populistas de izquierda y teóricamente pro-pueblo de América Latina, aún existen 130 millones de personas consideradas ‘crónicamente pobres’, además de las considerada solamente pobres”.
Carlos Malamud, por su parte, sostenía en un artículo de opinión publicado en Infolatam que “el modelo basado en un gasto social sin límite y en políticas clientelares se ha agotado”, pero esto “no implica necesariamente el fin del populismo”. Lo que sí considera que estaría a punto de naufragar es el populismo bolivariano, “que tan pomposamente se calificó de ‘socialismo del siglo XXI’, aunque esto deberá ser corroborado caso por caso, país por país”. En opinión del Investigador Principal para América Latina del Real Instituto Elcano, “lo anterior no significa la desaparición de los gobiernos populistas en América Latina, donde hemos conocido populismos de izquierda, populismos de derecha y populismos a secas”.
Caso por caso
Nadie duda de que los recientes años de populismo vinieron acompañados de importantes avances sociales. En la Venezuela de Chávez, destaca Martínez Lázaro, el programa de las misiones —que incluye, por ejemplo, consultas médicas gratuitas y acceso a créditos subvencionados— ha tenido un éxito importante, “llevando por primera vez el Estado de Bienestar a los que apenas nunca lo habían tenido”. Costa añade que fue posible implementar “el populismo de izquierdas o revolución bolivariana por el alto nivel de los precios del petróleo, principal medio de financiación del régimen”. Una vez desaparecida la fuente de financiación, por el desplome de los precios, la economía empezó a caer a partir de 2012 hasta entrar en una recesión profunda en 2014 (-5% del PIB). Según datos de Costa, el Bolívar venezolano alcanzó un máximo histórico de 6,35 USD/VEF en agosto de 2015 frente al mínimo histórico de 0,05 en enero de 1989. Además, “la inversión extranjera directa (IED) es negativa, situándose las reservas de divisas en niveles de 2005”, afirma.
Hoy en día, añade Costa, “los venezolanos están viviendo lo mismo que los sirios, pero sin guerra. Comprar un litro de leche u otros productos básicos es algo muy difícil. Los productos han desaparecido de los supermercados. Solamente las clases más altas pueden conseguir productos sin pelear por ellos en muchas ciudades del país”. Para intentar salir de la crisis, dice, “Venezuela necesita primeramente un cambio de régimen económico, donde pueda haber una diversificación de la economía para que no esté soportada solamente por el petróleo”. Además, en su opinión, se debería acabar con el subsidio del petróleo, establecer una política monetaria y fiscal de austeridad que a largo plazo estabilice el país y buscar inversiones internacionales para promover el desarrollo, “pero para eso necesitarían seguridad jurídica, algo muy difícil con el escenario actual. Aunque se podría buscar en países con una relación ideológica más cercana, como Rusia o China, o el mismo Brasil”.
La situación es tal que el Gobierno venezolano acaba de solicitar a la Asamblea Nacional una declaración de emergencia económica que supone, desde el punto de vista constitucional, un periodo especial de 60 días para tomar acciones contra la crisis. Aunque se apruebe, el profesor del IE dice que Venezuela “está quebrada salvo que se recupere el precio del petróleo, lo que parece muy improbable a corto o medio plazo”. A nivel político, los expertos creen que Maduro intentará hacer todo lo posible para mantener el poder. La clave para que acate los resultados de las elecciones legislativas, que han entregado la mayoría del Parlamento a la oposición, estará en el ejército, que posiblemente no tolerará que no se respete la voluntad popular.
En cuanto a Argentina, Martínez Lázaro señala que, aunque los Kirchner cuidaron a la base peronista trabajadora, se crearon profundos desequilibrios económicos en el país, “lo mismo que en Venezuela, donde han sido terroríficos, y Brasil, donde han sido más llevaderos que en Argentina porque quizás ha habido una mayor ortodoxia económica”. Costa señala que Cristina Fernández de Kirchner recibió el país de su marido Néstor (en 2007) con un récord de crecimiento y después de 8 años lo entrega con un 25% de inflación. “La deuda externa está casi en los niveles de 2005, el IED y las reservas de divisas en los niveles de 2004. Los gastos gubernamentales son 3 veces superiores que hace 10 años. El peso argentino alcanzó un máximo histórico de 13,44 USD/ARS en diciembre de 2015 frente a un mínimo histórico de 0,98 en enero de 1992”, detalla.
En estos momentos, el Gobierno de Macri está poniendo en marcha una transición económica ordenada y gradual que, en primera instancia, ha consistido en poner fin al el control de cambios (el llamado cepo cambiario), llevar a cabo una purga de kirchneristas en la administración y cambiar los pilares de la política exterior para reinsertar al país en la comunidad internacional y recuperar la imagen de país normal y confiable, ya que los inversores desconfían de prestarle dinero tras los impagos de 2001 y 2014. Sin embargo, Martínez Lázaro no es muy optimista respecto al corto plazo: “Macri se asoma a una recesión casi seguro por los ajustes que tiene que hacer y el cambio de ciclo”.
En Brasil, el profesor del IE destaca que los resultados del populismo fueron espectaculares, unas 40 millones de personas salieron de la pobreza, lo que dio alas al crecimiento. Sin embargo, Costa añade que desde que Lula (2003-2011) entregó el poder a Rousseff, la economía ha pasado de un PIB de 9% a una recesión de -4,5%. “Las cifras a partir de que Rousseff asumiera el poder se empezaron a deteriorar de forma alarmante. El paro es del 7,5% con una fuerte subida a partir de 2014, los gastos gubernamentales son 5 veces mayores que hace 10 años, la inflación de 10,48% es la más alta de los últimos 12 años. El real brasileño alcanzó un máximo de USD/BRL 4,18 en septiembre de 2015 frente a un mínimo histórico de 0,01 en 1993. Por último, la IED está en los niveles de 2005”. Y considera que “lo mejor que podría ocurrir en el país sería la destitución de Dilma. Sería la forma, quizá, de volver a empezar”.
En conclusión, Costa destaca que los gobiernos populistas de más de una década de duración en estos tres países han supuesto un deterioro actual de sus economías, en que los gastos gubernamentales, las deudas externas o la inflación han aumentado sustancialmente en todos ellos. Este escenario podría repercutir en gran parte de la región. Por ejemplo, en la continuidad del programa Petrocaribe puesto en marcha por Venezuela para ayudar a que países caribeños, especialmente Cuba, pudieran acceder de forma ventajosa a su petróleo a cambio de respaldo político y diplomático. Se calcula que el año pasado se entregaron un promedio de 200.000 barriles diarios, lo que representa menos del 10 % de lo que produce Venezuela, un porcentaje poco relevante, pero tal y como mencionó el diputado de la oposición Alfonso Marquina a los medios: “ninguno de los 18 países miembros de Petrocaribe tiene los niveles de inflación que hoy padece el pueblo de Venezuela”.
Hay otros países con gobiernos populistas, como Bolivia y Ecuador, que no sentirían la desaparición del programa, puesto que no han sido países subvencionados por Venezuela, “pero sin embargo sí podrían sentir la falta ideológica de la desaparición del chavismo”, señala Martínez Lázaro, quien asegura que Bolivia va económicamente bien, pero en Ecuador ya ha habido cierta contestación al presidente Rafael Correa (en el Gobierno desde 2007). “Aunque Correa es ideológicamente muy ortodoxo —antiamericano, bolivariano, etc—, en el terreno económico es más práctico y se ha distanciado de los disparates económicos que se han cometido en países como Argentina o Venezuela. Sin embargo, Ecuador tiene un problema grave: la dolarización, que en el entorno actual hace mucho daño al país. Otros países pueden depreciar sus monedas para sacar músculo exportador, pero ellos no pueden. Su moneda se aprecia respecto a sus socios comerciales de la región. Veremos la capacidad de resistencia que tiene el país, pero será complicado aguantar”.
Según Malamud, pese a la trascendencia de las elecciones argentinas y venezolanas y a su impacto regional, “aún es pronto para valorarlas adecuadamente”. En 2016 los ciudadanos votarán en siete países, lo que entregará pistas más fiables sobre las tendencias políticas en la región: en Bolivia habrá un referéndum para la reforma constitucional y la reelección permanente; en Chile y Costa Rica, elecciones municipales; en México, estaduales y locales; en Nicaragua y República Dominicana, presidenciales, legislativas y municipales; y en Perú, elecciones presidenciales y legislativas. En su opinión, habrá que prestar especial atención al referéndum boliviano, que permitirá valorar el respaldo que aún tiene el populista Evo Morales; a las municipales chilenas, “con la socialista Michelle Bachelet en horas bajas; y a Nicaragua, donde el tándem [matrimonio] izquierdista Daniel Ortega–Rosario Murillo deberá revalidar su hegemonía”.
Los expertos aconsejan seguir muy atentos a los posibles cambios de Gobierno durante los próximos meses, incluyendo los pasos que se den para el deshielo de las relaciones entre Cuba y EEUU, así cómo los movimientos que hagan los recién llegados, como Macri, puesto que la heterogeneidad de partidos y políticos a nivel nacional es tal que, a día de hoy, se torna muy difícil, o casi imposible, definir tendencias a nivel regional.
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