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Tuesday, June 14, 2016

La hora de la verdad del PAN y PRI sobre la corrupción mexicana

Leo Zuckermann
Leo Zuckermann es analista político y académico mexicano. Posee una licenciatura en administración pública en El Colegio de México y una maestría en políticas públicas en la Universidad de Oxford (Inglaterra). Asimismo, cuenta con dos maestrías de la Universidad de Columbia, Nueva York, donde es candidato a doctor en ciencia política. Trabajó para la presidencia de la República en México y en la empresa consultora McKinsey and Company. Fue secretario general del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), donde actualmente es profesor afiliado de la División de Estudios Políticos. Su columna, Juegos de Poder, se publica de lunes a viernes en Excélsior, así como en distintos periódicos de varios estados de México. En radio, es conductor del programa Imagen Electoral que se trasmite en Grupo Imagen. En 2003, recibió el Premio Nacional de Periodismo.
El PAN fue, indiscutiblemente, el partido ganador de las elecciones del domingo cinco de junio. Lo hizo, en buena medida, al haber capitalizado los votos de electores hartos de la corrupción de los gobiernos estatales. Pero ahora los panistas tendrán que enseñarnos si de verdad están dispuestos a construir instituciones para solucionar de raíz el problema de la corrupción gubernamental en México.



Hoy comienza el periodo extraordinario del Congreso para debatir y aprobar las leyes del Sistema Nacional Anticorrupción. Le recuerdo que los legisladores debieron haber aprobado dicha legislación a finales de mayo. No lo hicieron porque se les atravesaron las elecciones en 14 entidades federativas. Sin importarles que estaban incumpliendo nada menos que con la Constitución, retrasaron el proceso legislativo para después de los comicios.
En suma, frente a nosotros tenemos una semana importantísima para ver si PAN y PRI están, de verdad, comprometidos en resolver el terrible problema de la corrupción en México. Si entendieron el mensaje del electorado o están dispuestos a entregarle en charola de plata el poder al candidato que dice que los dos son lo mismo, pero que unos son ladrones y otros rateros.
La sociedad civil organizada ha presentado una iniciativa popular, firmada por más de 600 mil personas, para que todos los funcionarios del país -federales, estatales y municipales- hagan públicas sus declaraciones patrimoniales, impositivas y de conflictos de interés: la llamada “ley tres de tres”. Además, los expertos han sido muy claros que se requiere una fiscalía nacional anticorrupción autónoma y con los dientes necesarios (recursos legales, financieros, materiales y personales) para perseguir judicialmente a los funcionarios que se enriquecieron ilegalmente abusando de su poder. Ésos son los dos puntos torales de la legislación anticorrupción: tres de tres más fiscalía poderosa. Si el PAN de verdad quiere combatir la corrupción y diferenciarse del PRI, pues entonces sus legisladores tendrán que presionar todo lo que puedan para que así quede la ley que salga esta semana del Senado y pase a la Cámara de Diputados.
Basta ya, en este sentido, de simulaciones. Sabemos que algunos senadores panistas han estado en contra de los dos puntos centrales de la legislación anticorrupción. Es el momento que el dirigente nacional del PAN, Ricardo Anaya, muy fortalecido después de los resultados electorales del cinco de junio, muestre su liderazgo y presione para que los panistas construyan las instituciones necesarias para comenzar a erradicar el flagelo de la corrupción en México que tiene harta a la ciudadanía.
El PRI también tiene la oportunidad de enviar una señal poderosa de que entendió el mensaje del electorado. En días pasados dije que la única manera de los priistas de recuperarse del golpe electoral rumbo a los comicios presidenciales de 2018 era haciendo algo nuevo y audaz. Podrían comenzar aprobando la legislación anticorrupción con los dos puntos centrales antes mencionados. Sería una manera de honrar el reformismo que históricamente ha caracterizado a los priistas para mantenerse en el poder.
Difícilmente lo harán porque, en lugar de estar haciendo un auténtico ejercicio autocrítico de lo que sucedió el domingo cinco de junio, andan buscando explicaciones debajo de las piedras. Como que la derrota se debió al apoyo del presidente Peña Nieto a los matrimonios entre homosexuales o la descriminalización de la mariguana. Pamplinas. Nadie hablaba de estos temas en los estados donde hubo elecciones el domingo pasado. El asunto principal que movió al electorado fue los malos gobiernos -ineptos, autoritarios y/o corruptos- que tenían hasta la coronilla a los ciudadanos.
¿Quiere pasar Peña a la historia como un presidente reformador? Pues tiene que bregar, como lo hizo los dos primeros años de su sexenio, ejerciendo el liderazgo de su partido y convenciéndolo de que las leyes anticorrupción son condición necesaria para ganar en 2018. Peña tiene que dejar a un lado su cantaleta que la corrupción es cultural (a lo mejor porque es más cultural en el Estado de México que en el resto de la República) para convertirlo en un asunto institucional. Es la mejor manera de lavarse la cara por sus propios escándalos: evitando que haya más casas blancas en el futuro. La receta está en la construcción de instituciones.
En suma, frente a nosotros tenemos una semana importantísima para ver si PAN y PRI están, de verdad, comprometidos en resolver el terrible problema de la corrupción en México. Si entendieron el mensaje del electorado o están dispuestos a entregarle en charola de plata el poder al candidato que dice que los dos son lo mismo, pero que unos son ladrones y otros rateros.

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