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Tuesday, September 20, 2016

11 de septiembre: Un Estados Unidos unido es posible

9-11
Hace 15 años, a raíz de los ataques terroristas contra el World Trade Center en la ciudad de Nueva York y el Pentágono en Washington, hubo una ola de patriotismo que se extendió por todo Estados Unidos.
Hubo un aumento inmediato en el enrolamiento militar voluntario de adolescentes y adultos jóvenes – a menudo vistos como engreídos y absortos en sí mismos. Miles de estadounidenses hicieron cola para donar sangre.
Decenas de millones de dólares en donaciones fluyeron hacia la Cruz Roja Americana, al Ejército de Salvación y otras organizaciones confesionales.



La asistencia a iglesias, sinagogas y mezquitas se duplicó y triplicó. Hubo una enorme venta de banderas americanas y un almacén de Chicago vendió 25,000 banderas en un día, más de las que había vendido en todo el año pasado.
Hubo ejemplos menos dramáticos de patriotismo. Por ejemplo, la elocuencia tranquila de un hombre que explicaba por qué arriesgó su vida para ayudar a un desconocido enterrado bajo los escombros en la Zona Cero en el bajo Manhattan, o un jefe de bomberos conteniendo las lágrimas para hablar sobre un sacerdote amigo que de repente desapareció entre una nube de polvo mientras buscaba gente a la que consolar.
Desde entonces, hemos pasado por una serie de retos radicales, incluyendo las guerras en Afganistán e Irak, una gran recesión, las grandes expectativas generadas por nuestro primer presidente negro, la aparición de nuevas fuerzas políticas como el Tea Party y el socialismo al estilo Bernie Sanders, unos medios sociales siempre presentes y en permanente expansión así como unas elecciones presidenciales sin precedentes que enfrentan a la primera candidata mujer y al primer candidato multimillonario.
Cualquier otra nación se habría derrumbado ante tal sucesión de crisis, pero Estados Unidos sigue fuerte y decidida porque se fundamenta en lo que institucionalizaron los Padres Fundadores y que Alexis de Tocqueville observó: Una mezcla única de libertad política y económica así como la fe en “Nosotros, el pueblo”.
Como el presidente Ronald Reagan dijo sobre la Revolución Americana en su Discurso de Despedida: “La nuestra fue la primera revolución en la historia de la humanidad que realmente invirtió el curso del gobierno, y con tres pequeñas palabras: ‘Nosotros, el pueblo’”
“Nosotros, el pueblo”, dijo Reagan, “le decimos al gobierno qué hacer, no el gobierno a nosotros”.
Si el pueblo responde como lo ha hecho en el pasado, no tendremos un Estados Unidos dividido en “rojo” y “azul” como lo dividen los medios de comunicación y los politiqueros, sino un Estados Unidos bajo el rojo, blanco y azul, los colores de nuestra bandera, unido por la fe y la libertad.

11 de septiembre: Un Estados Unidos unido es posible

9-11
Hace 15 años, a raíz de los ataques terroristas contra el World Trade Center en la ciudad de Nueva York y el Pentágono en Washington, hubo una ola de patriotismo que se extendió por todo Estados Unidos.
Hubo un aumento inmediato en el enrolamiento militar voluntario de adolescentes y adultos jóvenes – a menudo vistos como engreídos y absortos en sí mismos. Miles de estadounidenses hicieron cola para donar sangre.
Decenas de millones de dólares en donaciones fluyeron hacia la Cruz Roja Americana, al Ejército de Salvación y otras organizaciones confesionales.


Saturday, July 2, 2016

La otra revolución americana

Gabriela Calderón de Burgos describe una revolución americana poco recordada, la del 5 de julio de 1811 en Venezuela que fue liderada por Francisco de Miranda.

Gabriela Calderón de Burgos es editora de ElCato.org, investigadora del Cato Institute y columnista de El Universo (Ecuador).
Muchos conocen de la Revolución Americana que se conmemora el 4 de julio. Con ella se consagró no solo la independencia de EE.UU., sino la defensa de los derechos de cada individuo a “la vida, la libertad, y la búsqueda de la felicidad”. Con esa concepción liberal, distinta en ideas y resultados de la Revolución Francesa, es que nace la república de EE.UU.
La Revolución Americana tuvo entre sus admiradores al precursor de la independencia de América Latina: Francisco de Miranda. Él era “Más liberal que libertador".1 Por eso es olvidado u opacado por Simón Bolívar, en aquellos lugares donde ha prevalecido el caudillismo y el culto a la personalidad de los jefes militares.



Miranda lideró la independencia de Venezuela el 5 de julio de 1811. Él presenció en carne propia los excesos de la Revolución Francesa y se asombró como un niño frente a la prosperidad y armonía derivada del sistema de república federal con separación de poderes de EE.UU. Inspirado en esa concepción liberal de una república es que nace el movimiento independentista en América Latina, pues los próceres más importantes de las guerras de secesión o pasaron por la casa de Miranda en Londres o fueron parte de su amplia red.
Varios historiadores2 coinciden en que el ocaso de Miranda y el surgimiento de Bolívar vienen a ser un espejo de la caída del liberalismo en la región ante el auge del caudillismo. Bolívar se erige como el principal líder de la Independencia solo cuando traiciona a Miranda, dando lo que varios historiadores consideran como el primer golpe de Estado en Venezuela. Miranda, quien había asumido poderes dictatoriales —a pedido de los poderes legal y constitucionalmente constituidos y considerando la situación excepcional en que se encontraba la Primera República, pretendía llevar a cabo una capitulación ante los españoles. Nuevamente, solo lo hacía luego de haberlo consultado con los poderes constituidos. Lo que había sido acordado de manera deliberativa, “el libertador” deshizo tildando a Miranda de traidor y entregándolo a los españoles, luego de haber asegurando su salida a Curacao y eventual llegada a Cartagena, ciudad desde donde retornaría como el héroe de la Independencia.
Desde entonces, la historia de Venezuela y de América Latina ha sido fuertemente marcada por la escasa institucionalidad, el caudillismo y el militarismo, todo lo cual ha resultado en sociedades tradicionalmente jerarquizadas. Para muestra, consideremos la triste historia de Venezuela: el historiador Giovanni Meza Dorta indica que “en 176 años de vida republicana, 131 han sido gobiernos presididos por militares”.2
Pero ese no era el sueño de Miranda, quien apostó por la independencia no solo de un rey extranjero, sino de cualquiera que pueda surgir en tierra propia. Este mes deberíamos conmemorar aquella apuesta inicial por la democracia liberal. También, que si fue posible hacer una revolución pacífica, que algunos de nuestros próceres buscaron consolidar repúblicas federales que daban mayor poder a las autoridades locales.
El 14 de julio se cumplirá el bicentenario de la muerte de Miranda, quien murió solo en una cárcel española. Su olvido es el reflejo del camino que muchos países latinoamericanos decidieron abandonar, pero que bien se podría retomar.

La otra revolución americana

Gabriela Calderón de Burgos describe una revolución americana poco recordada, la del 5 de julio de 1811 en Venezuela que fue liderada por Francisco de Miranda.

Gabriela Calderón de Burgos es editora de ElCato.org, investigadora del Cato Institute y columnista de El Universo (Ecuador).
Muchos conocen de la Revolución Americana que se conmemora el 4 de julio. Con ella se consagró no solo la independencia de EE.UU., sino la defensa de los derechos de cada individuo a “la vida, la libertad, y la búsqueda de la felicidad”. Con esa concepción liberal, distinta en ideas y resultados de la Revolución Francesa, es que nace la república de EE.UU.
La Revolución Americana tuvo entre sus admiradores al precursor de la independencia de América Latina: Francisco de Miranda. Él era “Más liberal que libertador".1 Por eso es olvidado u opacado por Simón Bolívar, en aquellos lugares donde ha prevalecido el caudillismo y el culto a la personalidad de los jefes militares.