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Wednesday, November 16, 2016

El Presidente Trump y el Acuerdo Nuclear con Irán

El Presidente Trump y el Acuerdo Nuclear con Irán

Emma Ashford considera que la promesa de campaña de Trump de destruir el acuerdo nuclear con Irán, de ser cumplida, tendría un altísimo costo político y diplomático para EE.UU.

Emma Ashford
 
es investigadora visitante del Cato Institute.
Durante la temporada de las primarias del Partido Republicano, la mayoría de los candidatos se mostraron en contra del acuerdo nuclear con Irán y prometieron deshacerlo. De hecho, Donald Trump, nuestro nuevo presidente-electo, describió el Plan Conjunto e Integral de Acción (el JCPoA por sus siglas en inglés) como “uno de los peores acuerdos que he visto”. Con el inesperado triunfo de Trump en la elección de esta semana, el futuro del acuerdo de Irán —uno de los éxitos diplomáticos más importantes de la presidencia de Barack Obama— se ha oscurecido.


A lo largo del último año, la campaña de Trump fue impresionantemente inconsistente sobre la cuestión del acuerdo iraní. Varios partidarios de Trump —incluyendo a Rudy Giuliani en su discurso durante la Convención Nacional del Partido Republicano— sugirió que Trump “destruiría” el acuerdo en su primer día de presidente. Trump mismo ha criticado duramente el acuerdo, prometiendo en un discurso ante la AIPAC en marzo que deshacer el acuerdo sería su prioridad número uno. Aún así, afirmaciones posteriores se enfocaron en cambio en la idea de que el “arreglaría” el acuerdo, volviendo a la mesa de negociación con Teherán, una línea luego adoptada por muchos de sus asesores de campaña.
Desafortunadamente, aunque esto podría indicar de que la postura de Trump era más retórica que realidad, es probable que él se enfrente a una fuerte presión por parte de un congreso dominado por republicanos para deshacer el acuerdo. La presión es probable que venga desde el interior de su gobierno también: no solo Mike Pence, seleccionado para ser vicepresidente de Trump, adoptó una posición dura sobre el acuerdo con Irán durante los debates, sino que varios de los potenciales asesores de Trump han argumentado de manera similar que el acuerdo debería ser destruido. Es difícil imaginarse una administración que incluye a Bob CorkerJohn Bolton o Michael Flynn adoptando una estrategia conciliatoria sobre Irán respecto de cualquier asunto.
De manera que cabe preguntarnos: ¿puede Trump realmente acabar con el acuerdo con Irán? Tal vez más efectivamente de lo que muchos han asumido, aunque sería política y diplomáticamente costoso. Para acabar con el acuerdo, EE.UU. tendría que afirmar ante el Consejo de Seguridad de la ONU que Irán está violando el acuerdo. Aunque dicha violación sería técnicamente confirmada por una parte externa como el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), el hecho es que la provisión de “réplica” de alivio de las sanciones que se encuentra en el JCPoA permite que EE.UU. ejerza su poder de veto, obligando a que sean introducidas nuevamente las sanciones de la ONU.
EE.UU. no puede obligar a la Unión Europea a introducir nuevamente todas sus sanciones, que incluyen algunas de las medidas más severas sobre el petróleo iraní y sus sectores bancarios. Tampoco puede aplicar sanciones de manera retroactiva; cualquier acuerdo logrado entre empresas a lo largo de los últimos seis meses —como el acuerdo de petróleo y gas Total— tendría que ser heredado. Pero si quisiera, el Presidente Trump podría emitir órdenes ejecutivas reinstaurando sanciones o creando nuevas sanciones sobre individuos o empresas iraníes. También podría ordenarle a la Tesorería aplicar sanciones de forma extraterritorial, previniendo que las empresas europeas o asiáticas que hacen negocios con Teherán puedan acceder al sistema financiero de EE.UU.
Aún así la decisión de acabar con el acuerdo nuclear con Irán sería extremadamente costoso para EE.UU. Aislaría a aliados clave en Europa y otros lugares, desalentando su participación en futuros esfuerzos diplomáticos de EE.UU. Un mejor acuerdo es virtualmente imposible de obtener, así que aumentaríamos considerablemente la probabilidad de que Irán vuelva a desarrollar sus capacidades nucleares, permitiendo que se acerquen más a la bomba atómica, y EE.UU. a un conflicto militar. Esto le acarrearía a EE.UU. una mala reputación, implicando que no se puede confiar en que nosotros respetemos los acuerdos internacionales que negociamos.  
Es seguramente posible que el Presidente-electo Trump deshaga el JCPoA. Pero como todas las preguntas acerca de la política exterior de Trump, sigue sin quedar claro si decidirá hacerlo o no. Si decide hacerlo, las repercusiones para la política exterior de EE.UU. serían desagradables. Destruir el acuerdo con Irán podría verse bien ante la base del Partido Republicano, pero es el equivalente diplomático de dispararnos en el pie: no logra objetivo alguno de política exterior, se corre el riesgo de desestabilizar el Medio Oriente todavía más, y perjudica severamente la reputación diplomática de EE.UU.

El Presidente Trump y el Acuerdo Nuclear con Irán

El Presidente Trump y el Acuerdo Nuclear con Irán

Emma Ashford considera que la promesa de campaña de Trump de destruir el acuerdo nuclear con Irán, de ser cumplida, tendría un altísimo costo político y diplomático para EE.UU.

Emma Ashford
 
es investigadora visitante del Cato Institute.
Durante la temporada de las primarias del Partido Republicano, la mayoría de los candidatos se mostraron en contra del acuerdo nuclear con Irán y prometieron deshacerlo. De hecho, Donald Trump, nuestro nuevo presidente-electo, describió el Plan Conjunto e Integral de Acción (el JCPoA por sus siglas en inglés) como “uno de los peores acuerdos que he visto”. Con el inesperado triunfo de Trump en la elección de esta semana, el futuro del acuerdo de Irán —uno de los éxitos diplomáticos más importantes de la presidencia de Barack Obama— se ha oscurecido.

Wednesday, November 9, 2016

El presidente Trump no reactivará la economía estadounidense

By: Iván Carrino -

Los Estados Unidos siempre se caracterizaron por tener una economía dinámica, empresarial e innovadora, lo que le permitió alcanzar uno de los niveles más altos de vida en el mundo (Flickr).
Los Estados Unidos siempre se caracterizaron por tener una economía dinámica, empresarial e innovadora, lo que le permitió alcanzar uno de los niveles más altos de vida en el mundo (Flickr).
Finalmente, luego de meses de una campaña agotadora y hostil, y contra todos los pronósticos, el candidato republicano Donald Trump se convirtió en el nuevo presidente de los Estados Unidos.
Claramente, el voto refleja una crítica directa al establishment político y muestra la consolidación de los populismos a lo largo y a lo ancho del Primer Mundo. (A pesar de lo que aparentaba en la superficie, Hillary Clinton no era muy distinta.)
Ahora la pregunta es si este excéntrico magnate de los negocios podrá revivir la economía norteamericana.



Los Estados Unidos siempre se caracterizaron por tener una economía dinámica, empresarial e innovadora, lo que le permitió alcanzar uno de los niveles más altos de vida en el mundo. Sin embargo, el exceso de gasto, deuda pública y regulaciones han conseguido reducir el crecimiento de su economía.
Según un estudio del Mercatus Center de la Universidad George Mason, hasta 2014 Barack Obama había impuesto 105.602 nuevas regulaciones a los negocios, convirtiéndose en el presidente más regulador de los últimos 40 años.
Frente a esto, Trump sostiene que desregulará la economía y bajará impuestos, lo que agrada a varios analistas que se reconocen defensores de la economía de mercado. Sin embargo, ahí se acaban las buenas ideas.
En primer lugar, porque una de las propuestas más rimbombantes de su campaña fue la guerra comercial que le declarará a las importaciones, junto a la amenaza de abandonar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte.
Esta propuesta representa una gran contradicción en la plataforma del republicano, ya que no se puede prometer reducir impuestos, al mismo tiempo que se propone subir las tarifas aduaneras, que también son impuestos. Ahora tal vez lo peor de esta medida será el impacto negativo que tendrá sobre la economía.
Con menos importaciones baratas del exterior, los norteamericanos consumidores se empobrecerán. Además, los productores en Norteamérica pasarán a fabricar cosas que antes se importaban, distorsionando la producción y reduciendo la eficiencia. Por último, menos importaciones implican menos insumos a bajo costo, lo que dificultará la producción de las empresas.
En resumen, más proteccionismo es más pobreza y menor crecimiento. No es el camino para “hacer a America grande de nuevo.
El segundo punto se relaciona con lo dicho por Trump en su primer y más moderado discurso presidencial. El neoyorkino afirmó allí que su gobierno llevará adelante un gigantesco plan de infraestructura que “reconstruirá las autopistas, los puentes, los túneles, los aeropuertos, las escuelas y los hospitales”, y que “pondrá a millones de personas a trabajar en esa reconstrucción”.


En resumen, keynesianismo puro y duro. El gobierno gasta y genera empleo para reactivar la economía. Sin embargo, la pregunta es cómo hará para pagar todo ese gasto si al mismo tiempo está prometiendo reducir los impuestos. La respuesta es sencilla, más deuda pública.
Pero como dijimos al principio, la deuda es uno de los motivos que explican el ya lento crecimiento norteamericano. ¿Por qué endeudarse más todavía hará que EE. UU. vuelva a crecer?
Es una buena noticia que el gran país del norte le haya dicho NO al establishment político tradicional y castigue a los demócratas por su mala economía y su corrupción. Sin embargo, lamento informar que si Trump hace todo lo que dice que va a hacer, no contribuirá a solucionar los problemas norteamericanos.
En el mejor de los casos, podremos encontrar consuelo en que la experiencia sirva para demostrar, una vez más, que el populismo no es el camino a seguir. Y que no son los planes de políticos megalómanos los que le hacen bien a las economías, sino los empresarios cuando pueden producir en libertad.

El presidente Trump no reactivará la economía estadounidense

By: Iván Carrino -

Los Estados Unidos siempre se caracterizaron por tener una economía dinámica, empresarial e innovadora, lo que le permitió alcanzar uno de los niveles más altos de vida en el mundo (Flickr).
Los Estados Unidos siempre se caracterizaron por tener una economía dinámica, empresarial e innovadora, lo que le permitió alcanzar uno de los niveles más altos de vida en el mundo (Flickr).
Finalmente, luego de meses de una campaña agotadora y hostil, y contra todos los pronósticos, el candidato republicano Donald Trump se convirtió en el nuevo presidente de los Estados Unidos.
Claramente, el voto refleja una crítica directa al establishment político y muestra la consolidación de los populismos a lo largo y a lo ancho del Primer Mundo. (A pesar de lo que aparentaba en la superficie, Hillary Clinton no era muy distinta.)
Ahora la pregunta es si este excéntrico magnate de los negocios podrá revivir la economía norteamericana.