Alex Nowrasteh dice que "Las capacidades de los inmigrantes a menudo complementan las de los estadounidenses, lo cual significa que cuando los inmigrantes y los estadounidenses trabajan juntos, producen más y ganan salarios más elevados que si trabajasen en países distintos".
Luego de que el “Grupo de Ocho” en el senado revelara sus principios acerca de la reforma migratoria, el Republicano Lamar Smith (representante de Texas) declaró que “a los estadounidenses les costará sus empleos teniendo que competir con millones más [de inmigrantes] por los escasos empleos”. En esta suposición está implícita la creencia de que los inmigrantes le “quitan” los empleos a los estadounidenses. Pero eso es falso.
Si los inmigrantes “toman” los empleos de los estadounidenses, entonces cualquier nuevo competidor que ingresa a la fuerza laboral le quita un trabajo a otro estadounidense. Si el número de empleos es fijo y agregando nuevos trabajadores solo aumenta el desempleo —que sería la conclusión lógica de este argumento— el desempleo debería aumentar con el tiempo conforme la población crece. La realidad dice precisamente lo contrario.
Entre 1948 y el 2012, el tamaño de la fuerza laboral de EE.UU. creció de 60 millones a 156 millones —un aumento de dos veces y media. Para el mismo momento, el número de personas empleadas en el mercado laboral de EE.UU. ha aumentado de 58 millones a 148 millones. Habría cerca de 90 millones menos de estadounidenses empleados si los nuevos trabajadores entrantes al mercado laboral en realidad impidieran a los antiguos trabajadores conseguir empleo.
Esta aumento neto de 90 millones en empleos desde 1948 es imposible de explicar para aquellos que aseguran que los inmigrantes “le quitan empleos” a los estadounidenses.
El gran aumento en el tamaño del mercado laboral estadounidense ha sido provocado por dos fenómenos: la entrada creciente de las mujeres a la fuerza laboral y la inmigración. Después de la Segunda Guerra Mundial, las mujeres comenzaron a ingresar al mercado laboral en números dramáticos, aumentando de 17 millones de mujeres en 1948 a 73 millones en el 2012, un aumento de más de cuatro veces en 60 años. Las mujeres pasaron de una tasa de participación en el mercado de trabajo de 33% a un 58%.
Durante el mismo período de tiempo, los hombres aumentaron de 43 millones a 76 millones de trabajadores, creciendo por un mucho más modesto 77%. La tasa de participación masculina, no obstante, ha disminuido de un 87% a un 70%, reflejando el envejecimiento de la fuerza laboral, la Gran Recesión, y la asistencia estatal para el desempleo. Lo que está claro, sin embargo, es que la economía creó trabajos para ambos, hombres y mujeres durante estas décadas.
La inmigración también ha agrandado la fuerza laboral. En 1950, el número de inmigrantes sumaba alrededor de 10 millones y eran aproximadamente el 7% de la población. Hoy hay 40 millones de inmigrantes que constituyen el 13% de la población. Un promedio de 600.000 inmigrantes legales al año han venido aquí desde 1948, súmele a esto un menor pero importante número de inmigrantes no autorizados.
Pero los datos son aún más positivos que eso. Durante este tiempo, la proporción de la población de EE.UU. que ha sido empleada ha aumentado en 2 puntos porcentuales. Por otra parte, la tasa de participación en la fuerza laboral (el porcentaje de estadounidenses empleados o buscando empleo durante cualquier mes dado) es de 5 puntos porcentuales más en el 2012 que en 1948, un crecimiento sorprendente considerando nuestra economía moribunda.
Las mujeres no le quitaron los trabajos a los hombres estadounidenses cuando ingresaron a la fuerza de trabajo, así como tampoco lo han hecho los inmigrantes. El tamaño total del mercado laboral de EE.UU. y el número de personas empleadas ha aumentado dramáticamente durante décadas. Las recesiones y períodos de un crecimiento lento del empleo, como en los 1970s y la Gran Recesión producen desviaciones de la tendencia, pero esta es inequívocamente positiva.
Los inmigrantes, así como los hombres y mujeres nacidos en EE.UU., crean puestos de trabajo iniciando negocios y consumiendo y produciendo bienes y servicios. De acuerdo con la Fundación Kauffman, los inmigrantes tienen el doble de probabilidad de iniciar un nuevo negocio que las personas nacidas en EE.UU. Las empresas de alta tecnología como Google, cofundada por el inmigrante ruso Sergey Brin, y las de baja tecnología como Panda Express, fundada por la familia Cherng, proveniente de Taiwán, brindan empleo a los estadounidenses y crean bienes y servicios que los mismos estadounidenses desean.
Las capacidades de los inmigrantes a menudo complementan las de los estadounidenses, lo cual significa que cuando los inmigrantes y los estadounidenses trabajan juntos, producen más y ganan salarios más elevados que si trabajasen en países distintos. La inmigración no divide una cantidad fija de riqueza, sino que aumenta el bienestar, los ingresos y las oportunidades laborales para todos.
La visión de que los trabajadores, sean mujeres o inmigrantes, “toman” los puestos de trabajo es una nueva versión de la vieja noción socialista —la base de la lucha de clases— de que hay una porción fija y estática de riqueza a ser dividida por algún sabio planificador central. Esta noción fue desmentida por un economista de libre mercado hace más de un siglo. Es hora de que los opositores a la reforma migratoria, como el Senador Smith, aprendan que la lección y empiecen a confiar en el mercado para regular los flujos migratorios mejor que el Estado.