Swaminathan S. Anklesaria Aiyar considera que la Renta Básica Universal (RBU) reduciría el incentivo para trabajar, sería impagable y no resolvería la desigualdad de capital humano.
Empleado, no con privilegios
Me opongo a la idea por ser conceptualmente defectuosa e poco práctica. Mi ideal es una ciudadanía apoderada que se enorgullece de pararse sobre sus propios pies y de no depender de subsidios estatales. El Estado necesita respaldar esto con bienes públicos de alta calidad y redes de seguridad. Eso no es fácil, pero tampoco lo es ningún otro ideal.
Rechazo como absurdo una RBU que beneficie de igual forma a Mukesh Ambani, Ratan Tata y a aldeanos analfabetos. Los derechos universales están bien si no cuestan dinero (como la libertad de expresión y de religión). Pero las prestaciones sociales no son derechos, y deberían ser restringidos a quienes las necesitan.
Los esquemas direccionados han sido muy permeables en la India, con muchos errores de inclusión (de quienes no las necesitan) y de exclusión (de quienes si las necesitan). Los esquemas universales tienen menos errores. Pero si la RBU, para llegar a la mitad de ingresos menores, provee un beneficio igual a la mitad de ingresos mayores, eso ya de por sí contiene una fuga de un 50 por ciento.
Para ayudar a superar la desigualdad y la pobreza, el Estado debe financiar o proveer bienes públicos que promueven la igualdad de oportunidades. Cada aldea debería tener una buena escuela y un buen centro de salud, electricidad, caminos, telecomunicaciones, acceso fácil a redes de seguridad, un buen sistema policíaco-judicial y administradores que respondan rápidamente a los problemas. Ese es un objetivo mucho mejor que un subsidio para todos. La desigualdad más grande en la India no es la de ingresos sino la de oportunidades. La élite se reproduce así misma sin mucho esfuerzo, e incluso los mediocres florecen porque tienen acceso a la mejor educación, los mejores servicios médicos y a conexiones con redes políticas y de negocios. En cambio, los mejores en las aldeas tienen escasa probabilidad de progresar debido a los patéticos servicios públicos, que los mantienen funcionalmente analfabetos y sin capacidad de desarrollar su capital humano. Un pequeño subsidio en efectivo sería un paliativo, pero no una cura para esta arraigada desigualdad de oportunidades.
El economista Guy Standing resalta el proyecto piloto en Madhya Pradesh, que entrega un bono sin condiciones de Rs300 a adultos y Rs150 a otros. Una pareja con tres niños recibiría Rs950. Standing dice que el proyecto mejoró varios resultados. Esto no sorprende. Una inyección sustancial de efectivo en una zona pobre debería tener resultados positivos. Pero nótese que los bonos eran adicionales a —no un sustituto de—una serie de subsidios y programas estatales y servicios públicos.
Universalizar eso sería carísimo. Standing encuentra que los bonos en Madhya Pradesh no redujeron el incentivo para trabajar. Sin embargo, estudios del esquema de “arroz gratis” de Sri Lanka durante los años setenta mostraron un claro retiro de la gente del trabajo. Los bonos monetarios en EE.UU. le dieron un mal nombre a los programas de prestaciones sociales, y las reformas del Presidente Bill Clinton sustituyeron las prestaciones sociales con un programa de trabajo para desempleados.
El dinero hace el desperdicio
La experiencia global demuestra que el dinero gratuito puede tener consecuencias desastrosas para la cultura de trabajo y las estructuras familiares. Las familias son un mecanismo natural de seguro. Pero las prestaciones sociales reducen el incentivo de mantenerse juntos, derivando en menos parejas casadas y más niños nacidos fuera del matrimonio, ambas cosas empeoran la pobreza.
Proveer Rs950 a cada individuo costará más de 10 por ciento del PIB. Esto es simplemente impagable en un momento en que el gobierno central y los gobiernos de los estados están buscando reducir sus déficits fiscales. Es políticamente imposible cerrar los servicios estatales básicos para financiar la RBU. Joshi, Bardhan y Ghatak señalan al amplio espacio para reducir exenciones tributarias y la evasión. Pero gran parte de esa recaudación adicional se requiere para fortalecer los servicios públicos, de los cuales la policía y las cortes merecen una alta prioridad.
Los bonos de dinero en efectivo en lugar de beneficios en especie (como el gas subsidiado para cocinar, o el kerosene o los fertilizantes subsidiados) son algo prometedor. Estos benefician solo a los beneficiarios existentes y son auto-financiados. Estos reducen, aunque no eliminan, errores de inclusión y exclusión. Pero la RBU requerirá de un financiamiento adicional enorme.
Además, la política democrática promueve la competencia en el populismo. Los optimistas esperan que los bonos de dinero en efectivo se vuelvan en el sustituto completo de todos los beneficios en especie, tal como las tiendas de racionamiento, escuelas y clínicas de salud. Algunos analistas son partidarios de bonos para la educación y la salud en lugar de efectivo. Pero es políticamente imposible proveer bonos iguales al costo de los servicios públicos y luego desaparecer estos últimos.
La presión de los sindicatos prevendrá el despido de los empleados públicos en educación y salud. Más probable es que la competencia política conduzca a los partidos políticos a prometer tanto el dinero en efectivo como los beneficios en especie, creando presiones fiscales gigantescas.
La Ley Mahatma Gandhi de Garantía de Empleo Rural Nacional y los subsidios en efectivo pueden ser paliativos. Pero la cura yace en mejorar la capacidad del Estado y la calidad de los bienes públicos. Proveer de capital humano a los pobres es mucho más importante que darles dinero. Proveer igualdad de oportunidades es mucho más importante que darles un bono de dinero en efectivo.