Jonathan S. Tobin
Si se juzga el acuerdo por su efecto moderador sobre el régimen iraní, el acuerdo nuclear ya debe ser juzgado como un fracaso.
Transcurridos varios meses de su entrada en vigor, el acuerdo nuclear con Irán parece funcionar perfectamente; para Irán y para las empresas occidentales que se unieron a la fiebre del oro de Teherán, claro. Se está volviendo a enviar petróleo iraní a los puertos europeos, mientras que las compañías occidentales están haciendo todo lo posible por satisfacer las necesidades del régimen islamista, con la esperanza de ganar un buen dinero con las transacciones. Aunque las leyes de EEUU (que el presidente Obama no tiene poder para derogar) siguen impidiendo que las empresas estadounidenses participen de esa bonanza, las exenciones garantizadas a Boeing en el pacto han dado como fruto un contrato para proveer a Irán de aviones comerciales y otros bienes y servicios.
Pero si se juzga el acuerdo por su efecto moderador sobre el régimen iraní, ya debe ser juzgado como un fracaso.
El New York Times informaba el 29 de junio de que el líder supremo de Irán, el ayatolá Alí Jamenei, ha purgado al jefe del Ejército iraní. Firaz Shiruzabadi era jefe del Estado Mayor del Ejército iraní desde 1989. Ahora ha sido sustituido por uno de sus adjuntos, Mohamed Bagueri. El nuevo jefe es el antiguo vicedirector de inteligencia y operaciones de los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria de Irán. Los CGRI son la fuerza que se encuentra detrás del trono en Irán. Además, el oscuro grupo militar/de seguridad dirige a la red terrorista de Irán en el extranjero.
El hecho de que se coloque a un agente de los CGRI al frente del Ejército no puede considerarse un detalle sin relevancia, aunque se podría aducir que las diferencias entre el Ejército y los CGRI son de matiz. El ascenso de Bagueri es una señal más de que Irán sigue siendo el Estado terrorista que ha sido desde la revolución islámica de 1979. Es un indicio de que Irán sigue empeñado en su búsqueda de la hegemonía regional y en la guerra contra Israel y los Estados árabes moderados, así como en intentar mantener a Bashar Asad en el poder en Siria.
Situar a los CGRI en esa posición de fuerza también afecta a los intentos de la Administración norteamericana de ampliar sus vínculos económicos con el régimen iraní. El problema del acuerdo de Boeing con Irán es que la organización terrorista controla algunas de las empresas con las que Boeing está haciendo negocios. Pero si ahora el Ejército también queda conectado de esta forma con los terroristas internacionales, la creencia del presidente Obama de que el objetivo de Irán es "llevarse bien con el mundo" resulta absurda.
La realidad del Irán post-acuerdo nuclear es la de un régimen que es mucho más radical que nunca, que tiene como empleados a actores clave decididos a evitar cualquier acercamiento significativo a Occidente. Aunque Teherán esté encantada de hacer negocios con las empresas occidentales que puedan ayudarla, se trata del mismo régimen que sigue siendo el principal patrocinador estatal del terrorismo. No es solo Boeing quien se ha metido en la cama con terroristas: lo mismo se puede decir de quienes están esperando que todos esos nuevos vínculos comerciales cambien la naturaleza de un régimen terrorista.
Pero si se juzga el acuerdo por su efecto moderador sobre el régimen iraní, ya debe ser juzgado como un fracaso.
El New York Times informaba el 29 de junio de que el líder supremo de Irán, el ayatolá Alí Jamenei, ha purgado al jefe del Ejército iraní. Firaz Shiruzabadi era jefe del Estado Mayor del Ejército iraní desde 1989. Ahora ha sido sustituido por uno de sus adjuntos, Mohamed Bagueri. El nuevo jefe es el antiguo vicedirector de inteligencia y operaciones de los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria de Irán. Los CGRI son la fuerza que se encuentra detrás del trono en Irán. Además, el oscuro grupo militar/de seguridad dirige a la red terrorista de Irán en el extranjero.
El hecho de que se coloque a un agente de los CGRI al frente del Ejército no puede considerarse un detalle sin relevancia, aunque se podría aducir que las diferencias entre el Ejército y los CGRI son de matiz. El ascenso de Bagueri es una señal más de que Irán sigue siendo el Estado terrorista que ha sido desde la revolución islámica de 1979. Es un indicio de que Irán sigue empeñado en su búsqueda de la hegemonía regional y en la guerra contra Israel y los Estados árabes moderados, así como en intentar mantener a Bashar Asad en el poder en Siria.
Situar a los CGRI en esa posición de fuerza también afecta a los intentos de la Administración norteamericana de ampliar sus vínculos económicos con el régimen iraní. El problema del acuerdo de Boeing con Irán es que la organización terrorista controla algunas de las empresas con las que Boeing está haciendo negocios. Pero si ahora el Ejército también queda conectado de esta forma con los terroristas internacionales, la creencia del presidente Obama de que el objetivo de Irán es "llevarse bien con el mundo" resulta absurda.
La realidad del Irán post-acuerdo nuclear es la de un régimen que es mucho más radical que nunca, que tiene como empleados a actores clave decididos a evitar cualquier acercamiento significativo a Occidente. Aunque Teherán esté encantada de hacer negocios con las empresas occidentales que puedan ayudarla, se trata del mismo régimen que sigue siendo el principal patrocinador estatal del terrorismo. No es solo Boeing quien se ha metido en la cama con terroristas: lo mismo se puede decir de quienes están esperando que todos esos nuevos vínculos comerciales cambien la naturaleza de un régimen terrorista.