Javier Fernández-Lasquetty considera que Yoani Sánchez y otros periodistas y artistas de su generación constituyen una señal esperanzadora acerca del futuro de Cuba.
Me aficioné a leer regularmente el blog de Yoani Sánchez no solo porque es la expresión viva del anhelo humano de la libertad para contar lo que uno quiere y decir lo que uno piensa. También porque Yoani escribe maravillosamente bien. La combinación de valentía y talento literario produce piezas tan extraordinarias como la última que colgó, hace pocos días, sobre el renovado acoso del régimen comunista cubano contra los que informan de manera independiente de algo tan apolítico como un huracán. O aquella otra, inolvidable, "Descanse en libertad, Oswaldo Payá", publicada al día siguiente de la muerte del líder opositor, probablemente asesinado por esbirros de Castro.
Desde hace dos años Cuba deja salir de la isla a Yoani Sánchez, que llegó a tener un pasaporte lleno de visas autorizándole la entrada en numerosos países, pero ningún sello que le permitiera la salida de Cuba. Recientemente ha estado en la Universidad Francisco Marroquín, hablando de derechos humanos y de libertad de expresión. Vale la pena ver o leer la conferencia que pronunció para centenares de alumnos, relatando la triste historia de tres generaciones de jóvenes cubanos, la de su padre, la suya misma y la de su hijo, dañadas o destruidas por esa revolución que aún se empeñan en defender quienes, desde la comodidad de las democracias occidentales, gustan de hacer turismo revolucionario con cargo al gobierno cubano.
Pero la propia Yoani, como su esposo y compañero de aventuras periodísticas Reinaldo Escobar, son una expresión de esperanza. Hay una generación de gente con talento artístico que se expresa sin dejarse vencer por la imposición del pensamiento único marxista. Gente como El Sexto o Tania Bruguera que hacen en las artes plásticas lo que Yoani, Reinaldo y muchos otros hacen con la literatura y el periodismo. Con un sentido del humor que les da fuerza a ellos y se la quita a la dinastía de los Castro. Capaces de reírse incluso del seguroso, el sicario de la Seguridad del Estado que les detiene y les interroga, o les requisa cuando regresan a La Habana los libros que compran en el mundo libre. A los "paraísos" revolucionarios no les gusta nada la risa, ya lo contó George Orwell en 1984. Las tiranías siempre han tenido demasiado buen concepto de sí mismas, y eso es algo que la prosa periodística de Yoani Sánchez cuestiona en cada palabra que escribe. Les recomiendo leerlas.