Según el Doing Business 2016, en Colombia el 69,7% de las utilidades de un empresario van a parar a manos del Estado, esto no es más que un robo sistemático; en nuestro país, quien decide invertir y arriesgarse para producir valor es castigado por el gobierno, que le quita casi $70 de cada $100 que gana.
En la gráfica se puede observar que en América, Colombia es el tercer país con mayor tasa impositiva sobre las utilidades. Superado solo por Argentina y Bolivia.
Fuente: Elaboración propia. Datos obtenidos del Doing Business 2016
A la hora de decidir si invertir o no, los empresarios deben analizar la rentabilidad del proyecto, esta depende, entre otras cosas, del margen de utilidades, que se ve seriamente afectado si los impuestos son altos. Aunque es evidente que una alta tributación desincentiva la inversión, parece que muchos insisten en negar la teoría financiera cuando afirman que subir los impuestos no va a quebrar una empresa, o que los empresarios son muy ricos y que con redistribuir un poco no se hará daño. Quienes afirman esto están muy equivocados; elevados tributos pueden quebrar sectores enteros.
Pero además de impuestos bajos, los empresarios también necesitan estabilidad tributaria, esta facilita la realización de los pronósticos financieros, ya que así se logra la eliminación de un factor de riesgo adicional y, por tanto, aumenta la probabilidad de que se ejecuten proyectos de inversión. De ahí que el año pasado cuando diferentes empresas empezaron a anunciar su partida, y se escuchó la queja de diversos sectores por la inestabilidad tributaria del país, el presidente Juan Manuel Santos salió a decir en su cuenta de Twitter que los colombianos podíamos estar tranquilos porque el gobierno no iba a realizar una nueva reforma tributaria.
Sin embargo, este año ya se han empezado los estudios para realizar la reforma, y mientras Santos afirma que de lograrse el tratado de paz no habrá nuevos impuestos, Clara López, ministra de trabajo, asegura que si se llega a firmar el acuerdo, habrá que aumentar la tributación para financiar el posconflicto. En Colombia, ni impuestos bajos ni estabilidad financiera.
Otro asunto importante a considerar a la hora de decidir si invertir o no en un país, es la facilidad para hacer negocios, en ese apartado se incluyen aspectos como la cantidad de trámites hay que realizar para constituir una empresa, o qué tan fácil es hacer cumplir un contrato. Por supuesto los empresarios querrán disminuir los gastos y el tiempo empleado en establecer un negocio, y además necesitan un marco institucional que les asegure el cumplimiento de sus contratos y la protección de sus derechos de propiedad.
Pero resulta que al respecto Colombia tampoco ofrece las mejores condiciones. Según el Doing Business 2016, en promedio, una empresa Colombiana debe realizar anualmente 11 pagos al Estado, en los cuales gasta alrededor de 239 horas, mientras que el promedio de horas empleadas en estos trámites para los países de la OCDE es de 176. En cuanto al cumplimiento de los contratos, según el mismo informe, nuestro país ocupa el puesto 180 de los 189 países en consideración; a un empresario en Colombia le toma alrededor de 1288 días hacer cumplir un contrato, mientras que en Singapur, la primera economía según la clasificación del Doing Business 2016, se toma entre seis y nueve veces menos.
Es claro, entonces, que la estructura tributaria colombiana castiga brutalmente al sector productivo, pero además, los engorrosos trámites y la falta de garantías para el cumplimiento de los contratos, así como la inestabilidad tributaria hacen que Colombia no sea el lugar más atractivo para invertir. Es por demás absurdo que exista gente pidiendo incremento en los impuestos con la excusa de que quieren mejorar la situación del país.
Tanto en Colombia como en cualquier país del mundo, es la inversión privada la que genera empleo y crea valor. Presentar como solución a la pobreza una alta carga tributaria para las empresas, es pedir que se siga el camino que ha llevado a tantos países a la miseria. En Venezuela, por ejemplo, Hugo Chávez hace algunos años salía en la televisión diciendo con voz alta y orgullosa, mientras señalaba empresas privadas, “exprópiese”. Y en ese tiempo muchos venezolanos, y gente de todo el mundo, lo aplaudía y lo reconocía como un benefactor de los pobres.
Ahora vemos que la política de expoliación y la idea de quitarle a la empresa privada para gastar el dinero en subsidios es lo peor que se le puede hacer a una sociedad. La única forma de ayudar a los más pobres es mediante la creación de empleo, y para esto lo que se necesita no es mayor gasto público, sino un gobierno que no interfiera en el actuar de los individuos y en las empresas. O para decirlo de otra manera: laissez faire, laissez passer.