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Thursday, October 20, 2016

El estatismo es incompatible con lo complejo

Por Alberto Benegas Lynch (h)

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Frecuentemente se sostiene que la intromisión de los aparatos estatales en las esferas privadas se justifica debido a la creciente complejidad del mundo moderno. Antes, se continúa diciendo, son comprensibles los indicadores de baja participación del estado en la vida privada debido a la relativa simplicidad de las cosas, ahora, en cambio, la situación se ha venido modificando por completo y todo es mucho más complicado.
Estas conclusiones son del todo erradas puesto que precisamente la mayor complejidad es la razón central para que los gobiernos no se inmiscuyan en las vidas y las haciendas de la gente. Esto es así por un motivo crucial de carácter epistemológico. Es decir debido a la teoría más rigurosa del conocimiento. Una mente -la del planificador- no puede ni remotamente abarcar las millones y millones de transacciones y arreglos contractuales varios entre los habitantes. 


Y no solo por la limitada capacidad intelectual de los humanos sino, sobre todo, porque los datos no están disponibles antes que ocurran los referidos intercambios que además se llevan a cabo en base a información y conocimientos que están inexorablemente fraccionados y dispersos entre aquellos millones y millones de operadores que, como si fuera poco, son permanentemente cambiantes y, para rematarla, muchos de esos conocimientos son tácitos, es decir, no articulables por el propio sujeto que posee el talento.
Muy al contrario de lo que habitualmente se sostiene, si las relaciones sociales fueran simples, las imposiciones gubernamentales en los negocios privados serían también perjudiciales puesto que los resultados serían otros de los preferidos por la gente, pero el daño sería muchísmo menor que el provocado en una sociedad compleja por las razones antes apuntadas.
Michel Polanyi en The Logic of Liberty nos explica que, dada la arrogancia y la soberbia, cuando se observa algo ordenado se supone que alguien lo ordenó conciente e intencionalmente de ese modo. Y eso es efectivamente así en algunos casos, por ejemplo, el autor ilustra su comentario con los ejemplos de un jardín bien arreglado o una máquina que funciona bien de acuerdo a la programación etc. Dice que esta es una obviedad: el funcionamiento en concordancia con un plan preestablecido, lo cual no puede ni debe extrapolarse a todo tipo de orden ya que hay otros tipos de ordenes que no se basan en el principio obvio que se ha mencionado.
Polanyi alude a esos otros tipos de ordenes, por ejemplo, escribe que el  agua en una jarra “se ubica llenando perfectamente el recipiente con una densidad igual hasta el nivel de un plano horizontal que conforma la superficie libre”, lo cual constituye una situación que ningún ser humano puede fabricar en concordancia con “un proceso gravitacional y de cohesión”.
En esta línea argumental Polanyi llega al punto medular de su trabajo al señalar que el orden espontáneo en la sociedad o “la mano invisible” se logra al permitir que las personas interactúen en libertad sujetas solamente a normas de respeto recíproco en cuanto a iguales facultades de cada uno. Esta era la idea de Adam Smith al referirse a la mano invisible en el  mercado, se trata de la coordinación de las transacciones en base a precios. Se trata de personas que al atender sus intereses particulares están generando un sistema que no está en sus posibilidades individuales construir.
Leonard Read ha escrito un muy difundido artículo titulado “I Pencil” que ha sido muy favorablemente comentado, por ejemplo, por los premios Nobel en economía George Stigler y Milton Friedman, en el que el autor le da la palabra a un simple lápiz al efecto de recorrer los muy diversos lugares geográficos y los complicados procedimientos para su producción, desde la elaboración del caucho para la goma de borrar del lápiz, las empresas carboníferas para la mina, el barnizado, el metal y los procesos de siembra de árboles, tala, aserraderos y distribución, para no decir nada de las mismas empresas de transporte, cartas de crédito y problemas de administración y finanzas de la cantidad de emprendimientos en sentido vertical y horizontal comprometidos en la producción de un lápiz, para concluir que nadie en soledad sabe fabricar ese simple objeto. Sin embargo, en los procesos abiertos se coordinan esos conocimientos fraccionados y dispersos para contar con ese aparentemente sencillo producto que cuando se pretende ejecutar en un  sistema autoritario nadie sabe si los procesos son económicos debido a la intromisión en los precios y de allí malas calidades, faltantes y otros desajustes y descoordinaciones.
Entonces, cuanto más compleja la sociedad mayor el peligro de concentrar ignorancia en las mentes de los planificadores gubernamentales puesto que se bloquea la referida coordinación para sacar partida del conocimiento siempre distribuido en las mentes de millones y millones de personas. La soberbia y la arrogancia de los planificadores pone al descubierto ignorancias supinas sobre el funcionamiento de una sociedad abierta.
El estatismo también está estrechamente vinculado a una noción bastante gaseosa y muy poco calibrada de lo que significa la acción propiamente dicha de los integrantes de los aparatos estatales que originalmente, en la mejor tradición constitucional, pretendía traducirse en una efectiva protección de los derechos de cada uno. El estatismo por el contrario desvía la atención del Leviatán hacia el abandono de esas funciones clave para incursionar en todo tipo de reglamentaciones coactivas para con las pertenencias de los gobernados hasta que resulta impropio aludir al ciudadano para más bien referirse a los súbditos. Se pierde la noción del significado del estatismo puesto que se piensa livianamente que los recursos provienen de una fuente mágica sin considerar que todo lo que hace el estado lo realiza merced a que succiona los recursos de otros: reclamar que el gobierno haga tal o cual cosa es reclamar que el vecino se haga cargo por la fuerza y esto es ilegítimo y contraproducente cuando se aparta de su misión de velar por los derechos de todos.
Pero más aun, en este malentendido hay algo peor y es que se estima que el gobierno al recurrir por la fuerza al bolsillo ajeno está ayudando a los relativamente más pobres al entregarles los recursos así obtenidos (aun suponiendo que no se los quedaran los miembros del elenco gobernante). Pero, dejando de lado aspectos éticos, al proceder de este modo se está contribuyendo a aniquilar las tasas de capitalización lo cual se traduce en una mayor pobreza, especialmente para los más necesitados.
Incluso puede decirse que los ladrones privados siendo un horror son más sinceros que los ladrones gubernamentales, por eso recurren al antifaz o al pasamontañas: saben que lo que hacen está mal. Sin embargo los ladrones gubernamentales arrancan el fruto del trabajo ajeno a cara descubierta y “para beneficio del pueblo”. Y no es que necesariamente el ladrón gubernamental se lleve recursos a su casa (lo cual no es extraño) sino que se confirma el robo cuando en lugar de proteger a los gobernados los expolian, no importa el destino cuando excede la función de garantizar la justicia y la seguridad (las dos cosas que habitualmente no hace).
Por su parte el socialismo en gran medida se ha concentrado en otros tres canales para la difusión más efectiva de su ideario al encontrar que la exposición directa del tema de la pobreza a esta altura de los acontecimientos resulta poco práctica dado el correlato entre libertad y progreso que se ha puesto en evidencia una y otra vez. No es que se haya abandonado esta ruta pero los más radicales descubrieron que para cercenar derechos individuales resulta fértil recurrir al ambientalismo, la guerra contra las drogas y los resultados de las políticas que suelen adoptarse con la idea de contrarrestar los  terrorismos, temas a los que solo menciono a vuelapluma puesto que me he referido en detalle a los tres en distintos ensayos y libros de mi autoría. Por otra parte, indico a título de ejemplo tres autores (uno en coautoría) que con admirable rigor y enjundia tratan esos temas tan cruciales que han modificado la vida de la gente en nuestra época. Primero, el tratado de T. L. Anderson y D. R. Leal Free Market Environmentalism, segundo los múltiples y notables escritos que condenan la llamada “guerra contra las drogas” por parte del antes mencionado Milton Friedman, y tercero la obra de James Bovard titulada Terrorism and Tyrany. Trampling Freedom, Justice and Peace to Rid the World of Evil.
Lo curioso y paradójico es que no pocas de las víctimas se tragan el anzuelo de aquellas políticas erradas y se comportan tal como consigna la antiutopía de Huxley en cuanto a que los mismos perjudicados piden ser esclavizados.
Anderson y Leal muestra que con el pretexto de cuidar la propiedad del planeta se destruye la propiedad privada a través de los llamados “derecho difusos” y la “subjetividad plural” en el contexto de lo que en economía y en la ciencia política se denomina la tragedia de los comunes. Por su parte, Friedman concluye que “Las drogas son una tragedia para los adictos. Pero criminalizarlas convierte en un desastre para la sociedad, tanto para los que las usan como para los que no las usan” (The Wall Street Journal, septiembre 7, 1989) y también escribió que “Como nación [Estados Unidos] hemos sido responsables por el asesinato de literalmente cientos de miles de personas en nuestro país y en el extranjero por pelear una guerra que nunca debió haber comenzado y que solo puede ganarse, si eso fuera posible, convirtiendo a los Estados Unidos en un  estado policial”( en Prólogo a After Prohibition de Timothy Lynch). Y en el tercer caso sobre el terrorismo, es pertinente consignar una cita que Bovard hace de Benjamin Franklin en el sentido de que “Aquellos que renuncian a libertades esenciales para obtener seguridad, no merecen ni la libertad ni la seguridad”.
De cualquier modo, aquellos tres temas están destruyendo y atropellando de la forma más brutal las libertades básicas a través de políticas gubernamentales que eliminan el secreto bancario, proceden a escuchas telefónicas, se deja de lado el debido proceso, se trata como delincuentes a inocentes que administran o transportan sus ahorros, se espían correos con lo que se invaden privacidades y se lesionan gravemente los derechos de las personas.
En todo caso, enfatizo que las complejidades requieren el uso más urgente de conocimiento para resolver problemas respecto a las relaciones simples y que el estatismo, además de desarticular el antedicho conocimiento, inexorablemente deteriora la condición moral y material de quienes lo padecen en el contexto de complicar inútilmente la vida de los que se ven forzados a financiar los emolumentos de los complicadores.

El estatismo es incompatible con lo complejo

Por Alberto Benegas Lynch (h)

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Frecuentemente se sostiene que la intromisión de los aparatos estatales en las esferas privadas se justifica debido a la creciente complejidad del mundo moderno. Antes, se continúa diciendo, son comprensibles los indicadores de baja participación del estado en la vida privada debido a la relativa simplicidad de las cosas, ahora, en cambio, la situación se ha venido modificando por completo y todo es mucho más complicado.
Estas conclusiones son del todo erradas puesto que precisamente la mayor complejidad es la razón central para que los gobiernos no se inmiscuyan en las vidas y las haciendas de la gente. Esto es así por un motivo crucial de carácter epistemológico. Es decir debido a la teoría más rigurosa del conocimiento. Una mente -la del planificador- no puede ni remotamente abarcar las millones y millones de transacciones y arreglos contractuales varios entre los habitantes. 

Saturday, June 25, 2016

Brexit: democracia parlamentaria británica era incompatible con burocracia de Bruselas


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La democracia parlamentaria británica y el sistema burocrático de Bruselas eran incompatibles. (Wikipedia)
Hasta la medianoche de ayer hora británica, la mayoría de los expertos daban por sentado que, tras ser conocidos los resultados del referendo, Reino Unido se quedaría en la Unión Europea (UE).
La campaña para permanecer en la UE empezó con una gran ventaja en las encuestas hace unos meses. También contaba con el apoyo de todos los supuestos expertos: académicos, directores de compañías multinacionales, burócratas de alto nivel, estrellas de cine, deportistas conocidos… Hasta el Presidente de Estados Unidos, Barack Obama, fue a Londres en abril para lanzar uno de sus presuntuosos sermones — con el fin de hacer política local en un país extranjero — amenazando que Gran Bretaña debería rechazar el Brexit y permanecer en la UE o enfrentar la irrelevancia a nivel global.
Por eso el voto del 52% de la población a favor de abandonar la UE es, como escribe Christopher Hope, el corresponsal político número uno del diario Daily Telegraph,


 
El mayor revés para las personas que mandan en el Reino Unido desde la Revuelta de los campesinos de 1381.
Los jefes británicos, los políticos, líderes de la Iglesia de Inglaterra, vedettes del deporte, banqueros, economistas y celebridades le dijeron a la gente que votara a favor de permanecer en la UE.
Y la gente les respondió con una masiva señal de V (à la Winston Churchill tras ganar la guerra en Europa). La democracia se ha pronunciado.
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Más allá del choque inicial y de la repentina caída de la libra esterlina — como bien nota el periodista Andrew Neil, los mercados apostaron en contra del Brexit, así que su reacción natural fue la reacción exagerada  — la salida de Reino Unido de la UE era de cierta manera inevitable.
Como escribí la semana pasada en el periódico legal colombiano Ámbito Jurídico, había una incompatibilidad fundamental entre el sistema político británico y el de la UE.
El Parlamento de Westminster tiene sus orígenes en la Magna Carta de 1215, un acuerdo entre un grupo de nobles o barones y el Rey Juan I de Inglaterra (1199-1216) tras el fracaso del monarca de establecer un sistema absolutista de gobierno. Según el jurista inglés Lord Denning, la Magna Carta es “el más grande documento constitucional de todos los tiempos: el fundamento de la libertad del individuo frente a la autoridad arbitraria del déspota”.
Gracias a Magna Carta, explica el autor y político británico Daniel Hannan, ‘la ley dejó de ser una expresión de la voluntad del más fuerte. Por encima del rey había algo más poderoso”, la ‘ley de la tierra’, una fuerza intangible que sometía “tanto al soberano como al desdichado más pobre del reino’…
Otro elemento fundamental de la Magna Carta que nota Hannan es que la ley ‘no la determina el gobierno de turno ni un clero con el poder excluyente de interpretar un texto sagrado’. Según la gran acta de 1215, la ley es “inherente a la tierra” (the law of the land), es “la herencia común de sus habitantes”.
La Magna Carta constituye la base de la constitución británica y simplemente es reforzada por elementos adicionales como el Bill of Rights de 1689, que estableció la supremacía del Parlamento sobre la monarquía tras la Revolución Gloriosa de 1688. Y una parte esencial de la Magna Carta es que establece el derecho anglosajón o el common law,
‘una bellísima y milagrosa anomalía’ según Hannan porque ‘crece como un coral, caso por caso, cada sentencia siendo el punto de partida de la próxima disputa’. El common law surge de la tierra y de su gente, no de las altas esferas de la burocracia estatal como en el caso del derecho civil continental.
El crecimiento orgánico del derecho anglosajón tiene su reflejo en el sistema parlamentario de Westminster. Reino Unido está dividido en 650 distritos electorales (constituencies), y cada distrito electoral envía a un representante — quien más votos obtenga en términos absolutos — al Parlamento. El partido con mayor representación parlamentaria forma un gobierno que necesariamente consiste de los parlamentarios. Esto quiere decir que inclusive un ministro de finanzas o de relaciones exteriores o el mismo primer ministro debe regresar a su constituency constantemente — usualmente una vez por semana — para encargarse de los asuntos locales de sus votantes y de las demás personas que representa como Miembro del Parlamento.
Este aspecto del localismo es fundamental para el sistema político británico. Cuando la parlamentaria laborista Jo Cox fue tan lamentablemente asesinada la semana pasada por un enfermo mental, venía de llevar a cabo su reunión con los ciudadanos de su distrito electoral (el surgery parlamentario) sin ningún tipo de seguridad estatal o protección, tal como es la costumbre.
Vale la pena recordar esto en cualquier país de Latinoamérica (con la posible excepción de Uruguay) cuando una caravana de camionetas blindadas lo aparta a uno forzosamente de la calle e irrespeta las señales de tránsito, solo porque carga a un congresista. El sistema parlamentario británico y el mecanismo de los surgeries están diseñados para que los políticos sirvan a los ciudadanos y no viceversa.
La Unión Europea tiene fundamentos radicalmente distintos, y no solo porque sus países implementan variaciones del sistema del más jerárquico derecho civil en sus sistemas legales. Como escribí en Ámbito Jurídico,
La Unión Europea es un proyecto burocrático y, en gran medida, napoleónico. Impone una unificación continental desde las torres de vidrio en Bruselas y Estrasburgo. Ningún ciudadano elige a la Comisión Europea, el poder ejecutivo (nombrado por el Consejo Europeo, que consiste de los jefes de Estado de los países miembros). El Parlamento Europeo no es un parlamento legítimo: la única función de sus miembros es aprobar las iniciativas de la Comisión no electa. La filosofía reinante es el dirigismo económico de su arquitecto, el francés Jean Monnet. Cuando la voluntad popular rechaza la idea de ‘una unión cada vez más perfecta’, como ocurrió en los referendos de Francia y Holanda en el 2005 (en contra de la Constitución Europea) y en Irlanda en el 2008 (en contra del Tratado de Lisboa), esta es simplemente ignorada (en este ensayo del 2010 expliqué todo lo anterior en detalle).
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La Comunidad Económica Europea, precursora de la Unión Europea, y su desarrollo. (Wikipedia)
El hecho fundamental es que la Comisión Europea manda en la UE y nadie elige a sus miembros, cuyo reconocimiento entre los ciudadanos de los ahora 27 países de la unión es realmente ínfimo. Este es el llamado “déficit democrático” de la UE, y los eurócratas de la Comisión no se hacen grandes favores al llevar a cabo sus reuniones regulares en privado. Por eso la votación de ayer no es el primer rechazo masivo al esfuerzo de integrar a Europa a la fuerza, desde arriba hacia abajo. Como escribí en el 2010, la resistencia al proyecto europeo
se ha manifestado varias veces desde 1973, cuando un 63 % de los noruegos rechazó por medio de un referendo la entrada de su país a la Comunidad Europea, decisión que fue ratificada por la mayoría de los votantes de Noruega en 1995. Los ciudadanos de Suiza también rechazaron, por medio de un referendo, acceder al Área Económica Europea, y por ende a la Unión Europea, en 1992.
También en 1992 rechazaron los votantes de Dinamarca, país miembro de la Comunidad Europea desde 1973, la acogida del Tratado de Maastricht. Este acuerdo creó en efecto la Unión Europea y asentó los cimientos de la divisa común, el euro, moneda que se negaron a adoptar  tanto Dinamarca en el 2000 como Suecia en el 2003. (A posteriori, parece haber sido una decisión sabia de los votantes de esos países).
Pero fue precisamente tras el rechazo danés en 1992 cuando los líderes del proyecto europeo revelaron su verdadero rostro. Insatisfechos con el voto de Dinamarca, organizaron un segundo referendo en el país escandinavo en 1993, en el cual el Tratado de Maastricht fue aprobado por un 57 % de la población, resultado que no impidió la erupción de protestas masivas en Copenhague…
En el 2001, fue el turno de los irlandeses de rechazar en las urnas el Tratado de Niza, el cual estableció el marco para la entrada a la Unión Europea de varios de los países de la antigua y fracasada Unión Soviética. Dado que este resultado también fue considerado inaceptable, se llevó a cabo un segundo referendo en Irlanda en 2002, el cual fue aprobado.
Pero el peor año hasta ahora para el proyecto de la clase política fue sin duda el 2005, cuando una mayoría de votantes en Francia y en Holanda- dos estados fundadores de la Comunidad Europea- votaron en contra de la Constitución Europea, la cual suplantaría una porción considerable del poder de las constituciones nacionales. En cuanto a Francia, el rechazo a la constitución fue particularmente significante dado que Valéry Giscard d’Estaing, el ex Presidente francés, había estado a cargo de redactar el documento…
Cuando se puso en evidencia que una constitución europea no sería aprobada de forma democrática, fueron cancelados los referendos que se han debido llevar a cabo en República Checa, Dinamarca, Polonia, Portugal y Reino Unido.
Fue entonces cuando la élite en Bruselas, obsesionada con establecer una constitución central, decidió recurrir al mecanismo de la negociación de alto nivel y “enmendar” los tratados existentes. El resultado fue el Tratado de Reforma, también conocido como el Tratado de Lisboa, el cual fue firmado por todos los miembros de la Unión Europea en diciembre de 2007.
Cuando los votantes irlandeses, cuya constitución exige un referendo para aprobar cualquier tratado internacional firmado por su gobierno, rechazaron el Tratado de Lisboa en las urnas en el 2008, la Unión Europea simplemente decidió llevar a cabo un segundo referendo al año siguiente, inyectando grandes cantidades de dinero en la campaña del “sí”. Según el modus operandi de las altas esferas de la eurocracia, la democracia es una mera inconveniencia que hay que obviar de cualquier manera posible para lograr los fines predeterminados.
Revive “la biblia de la constitución británica’
En Reino Unido, sin embargo, no habrá un segundo referendo. La mayoría de los votantes percibió que Bruselas resulta ser un club bastante agradable para sus miembros — hay miles de funcionarios de la UE cuyos salarios son mayores a los del Primer Ministro del Reino Unido — pero, para gran parte del electorado británico, pagar cerca de GBP £18 mil millones a la UE, como fue el caso el año pasado, sin tener el derecho fundamental de sacar a los gobernantes de turno del poder si hacen las cosas mal resultó ser inaceptable. Después de todo, la noción de que no puede haber impuestos sin representación real fue uno de los estandartes de las fuerzas parlamentarias durante sus luchas contra la monarquía Estuardo en el siglo XVII, luchas que concluyeron con la Revolución Gloriosa.
El referendo de ayer es el evento político mundial más importante de este siglo hasta el momento. En términos históricos, debe entenderse como un gran episodio más en la larga defensa de la esencia de la Carta Magna contra fuerzas opuestas a sus principios:
Magna Carta es, según el estadista William Pitt el Viejo, ‘la biblia de la constitución inglesa’ porque la defensa de sus principios surge en cada episodio determinante de la historia británica: la lucha de Isabel I contra Felipe II de España; la guerra entre las fuerzas del Parlamento contra la Dinastía Estuardo y sus tendencias absolutistas; la Revolución Gloriosa de 1688; la resistencia frente a los grandes tiranos continentales de los siglos XIX y XX, Napoleón Bonaparte y Adolf Hitler.
Tras Brexit, Reino Unido mantendrá sus vínculos europeos 
Sin duda hay que recordar que un 48% de los británicos — y una mayoría en Londres y en Escocia — votaron a favor de permanecer en la UE. Como ha dicho hoy Boris Johnson, ex-alcalde de Londres y posiblemente el próximo Primer Ministro de Gran Bretaña tras la renuncia anunciada de David Cameron, el voto de ayer
no quiere decir que Reino Unido sea menos europeo… No podemos darle la espalda a Europa. Somos parte de Europa… y Gran Bretaña seguirá siendo un gran poder europeo, liderando discusiones de política exterior, defensa e inteligencia común para que el mundo sea un lugar más seguro.
https://www.youtube.com/watch?v=HzuyGlKrA8g
El punto principal, como agrega Johnson, es que “simplemente no hay necesidad, en el siglo XXI, de ser parte de un sistema federal de gobierno basado en Bruselas… Fue una idea noble en su momento, pero ya no es lo que (Gran Bretaña) necesita”, pues Reino Unido debe “reencontrar su voz propia” en el mundo e intensificar el comercio con todas las naciones posibles.
Muchos progresistas eurófilos se quejan de que ayer ganó la xenofobia, pero se equivocan. Ciertamente algunos elementos de la campaña pro-Brexit estaban en contra de la inmigración — descontrolada según ellos — proveniente de la UE, y sin duda presentaron argumentos desagradables. Pero de la misma manera la campaña por permanecer en la UE presentó argumentos clasistas, caricaturizando a quienes querían un Reino Unido independiente como insulares poco sofisticados o “pequeños ingleses” (little Englanders).
Esta es la naturaleza de cualquier referendo, donde solo hay dos campañas que se enfrentan. En Colombia, por ejemplo, se aproxima el plebiscito para aprobar el acuerdo de paz entre Colombia y las FARC. Si uno se decide por el sí, quedará del mismo lado de asesinos, secuestradores y narcotraficantes profesionales que han aterrorizado al país durante décadas. Si uno se decide por el no, compartirá el escenario con personas que simpatizan con el tenebroso paramilitarismo y su brutal violencia, igual de despreciable que aquella de las Farc. En la política, a cada cual le corresponde tomar la decisión que dicta su conciencia y, en el mejor de los casos, su opinión informada.
En el caso del Brexit, los británicos tienen una inmensa oportunidad para liberarse de las innecesarias restricciones y trabas burocráticas de la Unión Europea, reasumir su papel global, sobre todo en términos de su comercio, y, como dice Johnson, ser una fuerza de bien en el mundo.

Brexit: democracia parlamentaria británica era incompatible con burocracia de Bruselas


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La democracia parlamentaria británica y el sistema burocrático de Bruselas eran incompatibles. (Wikipedia)
Hasta la medianoche de ayer hora británica, la mayoría de los expertos daban por sentado que, tras ser conocidos los resultados del referendo, Reino Unido se quedaría en la Unión Europea (UE).
La campaña para permanecer en la UE empezó con una gran ventaja en las encuestas hace unos meses. También contaba con el apoyo de todos los supuestos expertos: académicos, directores de compañías multinacionales, burócratas de alto nivel, estrellas de cine, deportistas conocidos… Hasta el Presidente de Estados Unidos, Barack Obama, fue a Londres en abril para lanzar uno de sus presuntuosos sermones — con el fin de hacer política local en un país extranjero — amenazando que Gran Bretaña debería rechazar el Brexit y permanecer en la UE o enfrentar la irrelevancia a nivel global.
Por eso el voto del 52% de la población a favor de abandonar la UE es, como escribe Christopher Hope, el corresponsal político número uno del diario Daily Telegraph,