Wikipedia

Search results

Showing posts with label Hacia. Show all posts
Showing posts with label Hacia. Show all posts

Tuesday, June 21, 2016

Hacia un Nuevo Orden Monetario

Por Thorsten Polleit

 
[Este discurso se pronunció por primera vez en el SIX Swiss Exchange Bond Event, 2010]
Se dice que Henry Ford dijo que “está bien que la gente de la nación no entienda nuestro sistema bancario y monetario, porque, si lo entendiera, creo que habría una revolución antes de mañana”.
El espíritu de sus palabras nos anima a adelantar preguntas acerca del sistema bancario y monetario, especialmente a la vista de nuestra crisis del mercado del crédito internacional. ¿Es bueno que los bancos centrales hayan recortado los tipos de interés prácticamente a cero y hayan aumentado enormemente la oferta básica de dinero para apoyar al sector financiero? ¿Se evitará la depresión si los gobiernos garantizan los balances de los bancos y generan enormes déficits al intentar fortalecer la producción y el empleo?



Para responder a estas preguntas, es indispensable un diagnóstico de la causa original de la debacle y, una vez identificada, puede formularse un remedio apropiado.
El diagnóstico ofrecido por la Escuela Austriaca de economía puede resumirse en una frase: los gobiernos han causado la debacle monetaria y económica al tomar el control de la producción de dinero.
Dinero y crédito
Para explicar esta conclusión en una frase (que, por supuesto, puede ser sorprendente o incluso irritante para muchos) debe advertirse que la característica definitoria de los sistemas monetarios actuales es que los bancos centrales controlados por los estados tienen el monopolio de la oferta monetaria. El dólar de EEUU, el euro, el yen japonés, la libra británica y el franco suizo comparten la característica esencial de ser divisas producidas por los gobiernos.
Lo que es más, estas monedas se producen mediante la expansión de la circulación del crédito, crédito que no está respaldado por ahorros reales. Podemos decir que las monedas actuales se producen a partir de la nada. A estas monedas se les llama a menudo dinero fiduciario: se establecen por decreto del gobierno, no son convertibles legalmente en otra cosa y se crean por conveniencia política.
Los regímenes de dinero fiduciario crean desequilibrios económicos y es inevitable que lo hagan. Esto pasa porque el aumento en el crédito de circulación rebaja los tipos de interés del mercado por debajo de sus niveles naturales, es decir, los niveles que hubieran prevalecido en otro caso, si la oferta de crédito no se hubiera aumentado artificialmente.
El tipo de interés manipulado a la baja induce a una inversión adicional y, al mismo tiempo, provoca un aumento del consumo a partir de los ingresos actuales y a costa de los ahorros. La demanda monetaria supera la capacidad de recursos de la economía. Una oferta monetaria creciente empuja al alza a los precios antes o después, ya sean los precios para bienes de consumo o activos.
Más aún, el tipo de interés artificialmente suprimido traslada los recursos escasos cada vez más a procesos de producción de bienes de capital que consumen más tiempo, a expensas de procesos de producción de bienes de consumo, causando distorsiones intertemporales en la estructura de producción de la economía.
Un auge generado por el crédito de circulación es económicamente insostenible y debe ser seguido por un declive. Si la inyección de crédito y dinero adicional creado de la nada fuera un asunto de una sola vez, seguramente no tardaría mucho en relajarse el auge artificial. Una recesión restauraría la economía de nuevo al equilibrio.
Sin embargo, por desgracia, al aumento de crédito y dinero creado de la nada no es asunto de una sola vez bajo los sistemas monetarios actuales. Tan pronto como se acerca la recesión, la opinión pública reclama contramedidas y los banqueros centrales aumentan aún más la oferta de crédito y dinero, llevando a los tipos de interés a niveles aún más bajos. En otras palabras, la política monetaria lucha por corregir la debacle recurriendo a la misma acción que causó originalmente la debacle.
Esa estrategia puede funcionar algunas veces. Pero tan pronto como de detiene la expansión del crédito (esto es, cuando los bancos comerciales dejan de prestar totalmente) se desarrollará el inevitable ajuste. Los prestatarios no pagarán y las firmas liquidarán las inversiones no sólidas y recortarán los empleos.
Cuanto más se mantenga un auge artificial, mayores serán las malas inversiones que haya que corregir y mayores serán las pérdidas en producción y empleo.
Mises sabía que disminuir los tipos de interés a niveles cada vez menores no resolvería el problema, sino que lo llevaría a un desastre incluso mayor. Escribió:
No hay forma de evitar el colapso final de un auge generado por la expansión del crédito. La alternativa es sólo si la crisis vendría antes como consecuencia del abandono voluntario de una mayor expansión del crédito, o después como una catástrofe final y total del sistema monetario afectado.[1]
Intervención y reforma
Si suscribimos el diagnóstico ofrecido por la Escuela Austriaca de economía, deben hacerse dos observaciones importantes. Primera, más crédito de circulación y dinero fiduciario a tipos de interés más bajos no evita, ni puede evitar, un desastre que ha sido causado por un exceso de crédito y dinero. Segunda (y este aspecto puede no atraer la atención de la gente inmediatamente), los intentos actuales de los gobiernos de luchar contra la corrección económica destruirán lo poco que quede del orden del libre mercado.
En su libro Interventionism, Mises explicaba que las intervenciones en el mercado no crearían y sistema duradero de organización económica. Escribió:
Si los gobiernos no renuncian y vuelven a la economía de mercado sin trabas, si persisten tercamente en el intento de compensar con más intervenciones los problemas de intervenciones anteriores, acabarán descubriendo que han adoptado el socialismo.[2]
El intervencionismo en el campo de los asuntos monetarios (más notable en los gobiernos controlando la producción del dinero) ha causado daños a la mayor escala.
Hay una serie de economistas que han identificado los serios problemas económicos y éticos causados por el dinero fiduciario. Entre ellos están, como los más notables, Ludwig von Mises y Murray Rothbard. Básicamente recomiendan privatizar la producción de dinero, que daría paso a una moneda sólida, moneda que es compatible con los principios de la sociedad del libre mercado, moneda que no cause ciclos de auge y declive.
Bajo una producción privatizada de dinero, la gente decidiría libremente el tipo de dinero que quiera usar. Ese dinero presumiblemente estaría ligado al oro, pero posiblemente podría estar ligado a otros medios (por ejemplo, plata o platino). El gobierno y el banco central se clausurarían y perderían el control sobre la producción del dinero. Desde entonces, el tipo de interés lo fijarían las fuerzas del libre mercado en lugar de la acción del gobierno.
Conclusión
El fiasco monetario global es un recordatorio de que es hora de buscar una reforma monetaria en la línea que recomienda la Escuela Austriaca de economía. Es la única forma de proteger y mantener la libertad y el bienestar económico de la gente.
Murray Rothbard escribió que “Mises, casi en solitario, no ha ofrecido el paradigma correcto para la teoría económica, la ciencia social y la propia economía y es el momento de que se adopte este paradigma, en su totalidad”.[3] Este resulta cierto especialmente respecto de la teoría monetaria de Mises.
Así que si alguien quiere mantener una visión positiva sobre el progreso de la civilización, éste implica necesariamente que el futuro sistema monetario sea un sistema de dinero en libre mercado, como contempla la Escuela Austriaca de economía, y que la era de dinero fiduciario debe llegar a su fin.

Hacia un Nuevo Orden Monetario

Por Thorsten Polleit

 
[Este discurso se pronunció por primera vez en el SIX Swiss Exchange Bond Event, 2010]
Se dice que Henry Ford dijo que “está bien que la gente de la nación no entienda nuestro sistema bancario y monetario, porque, si lo entendiera, creo que habría una revolución antes de mañana”.
El espíritu de sus palabras nos anima a adelantar preguntas acerca del sistema bancario y monetario, especialmente a la vista de nuestra crisis del mercado del crédito internacional. ¿Es bueno que los bancos centrales hayan recortado los tipos de interés prácticamente a cero y hayan aumentado enormemente la oferta básica de dinero para apoyar al sector financiero? ¿Se evitará la depresión si los gobiernos garantizan los balances de los bancos y generan enormes déficits al intentar fortalecer la producción y el empleo?


Thursday, June 16, 2016

Hacia una sociedad de propietarios

José Piñera, en este extracto de un discurso que dio en Chile en 1980, explica las bases de la reforma previsional que revolucionó el mercado laboral chileno hace 28 años hoy.

José Piñera fue el ministro del Trabajo y Previsión Social de Chile responsable de la reforma radical del sistema de pensiones en 1980 (www.josepinera.com), es co-presidente del Proyecto para la Privatización de la Seguridad Social del Cato Institute, y presidente del International Center for Pension Reform.
 
Hoy Primero de Mayo se cumplen 28 años de exitosa operación del sistema de pensiones de capitalización individual. Más allá de su ingeniería técnica, esta revolución económica-social nació anclada en una concepción moral y una visión de país, como se puede apreciar en este discurso de 1980. En su reciente libro y documental The Ascent of Money. A Financial History of the World, el historiador británico Niall Ferguson sostiene que esta revolución constituyó "el desafío más profundo al Estado de bienestar en una generación. Thatcher y Reagan vinieron después".
(Extracto del discurso de José Piñera, Ministro del Trabajo y Previsión Social, con ocasión de la celebración del 1º de mayo de 1980).


 
Tras décadas de desaciertos, el actual sistema previsional está técnicamente quebrado: su déficit económico es de un valor aproximado de 10.000 millones de dólares. Pese al cuantioso aporte fiscal que se realiza cada año, un 70 por ciento de los jubilados recibe pensiones inferiores a $2.700. La mala atención, la burocracia y la complejidad del sistema hacen que incluso obtener estos exiguos beneficios sea para muchos una tarea ardua, difícil y a veces humillante. El régimen de reparto promueve fuertemente la evasión, y la facilidad para engañar al sistema ha quedado demostrada con el descubrimiento de los últimos fraudes previsionales.
Los seis pilares de la reforma
La reforma previsional es fundamentalmente una reforma al régimen de pensiones. Es este régimen el que muestra las más serias deficiencias, y es también aquí donde tienen origen las mayores distorsiones e injusticias del actual sistema previsional. Seis son las líneas centrales del proyecto de reforma al régimen de pensiones.
La primera y más importante de ellas es el cambio del régimen de reparto por un régimen de capitalización individual. Los aportes al sistema de pensiones constituirán un patrimonio de cada trabajador, cuyo saldo estará a la vista del imponente en su libreta de ahorro previsional. Incluso, con cargo a sus aportes, el trabajador podrá optar a jubilar con anterioridad a los requisitos de edad hoy existentes. En la actualidad no existe una relación adecuada entre esfuerzo y retribución, lo que conduce a que tanto trabajadores como empresarios intenten evadir sus obligaciones previsionales. El control individual que puede hacer el trabajador, más la estrecha supervisión y control estatal, serán la mejor garantía de una administración eficiente en el nuevo esquema de pensiones.
Segundo, el Estado garantizará a todos los imponentes una pensión mínima. Todos aquellos cuyos aportes no alcancen para acumular un capital que dé acceso a una pensión vitalicia mínima, serán apoyados en virtud de la acción redistributiva y solidaria del nuevo sistema.
Tercero, el Gobierno ha manifestado reiteradamente su intención de fortalecer la libertad personal. La reforma previsional se mantendrá fiel a este principio. Nadie será obligado a cambiarse al nuevo sistema de pensiones. Aunque ello introduzca una dificultad adicional, que se suma a la complejidad inherente a cualquier intento de reforma, el proyecto garantiza a todos los imponentes la posibilidad de permanecer en el actual sistema si así lo estimaren conveniente.
Cuarto, se establecerá un método justo para reconocer los derechos que los imponentes han adquirido en el sistema actual. El método de cálculo será impersonal y objetivo, lo que constituirá la mejor garantía de que nadie podrá acceder a beneficios que no le corresponden.
Quinto, se reducirá el impuesto al trabajo que implican las altísimas tasas actuales de cotización. La reforma tendrá así un significativo papel en la reducción de la tasa de desempleo, que se mantiene aún a niveles altos pese al dinamismo de la economía en la creación de nuevas fuentes de trabajo.
Por último, el proyecto considera extender la previsión social a los trabajadores independientes. A través de un aporte similar al de los trabajadores dependientes, ellos podrán acceder tanto a los beneficios del régimen de pensiones como a los de salud.
Una previsión libre, pero a la vez solidaria; una previsión justa, pero a la vez eficiente; una previsión para todos; esa es la meta de la reforma previsional.
Trabajo y libertad
Trabajadores chilenos. El año pasado, en esta misma fecha, les invité a mirar el trabajo cotidiano en la perspectiva grandiosa del acto en que el hombre imprime las huellas de su propia alma sobre la naturaleza, participando de esa manera en la creación continua del universo.
Hoy quisiera invitarlos a una reflexión expresa sobre el lazo que une al trabajo con la libertad. Toda forma de trabajo es un ejercicio constante de la libertad humana. Mediante su trabajo creador, el hombre no sólo expresa y manifiesta su condición libre, sino que también acrecienta día a día la magnitud de su libertad.
El hombre, trabajando más y mejor, se libera de la servidumbre de las ciegas fuerzas de la naturaleza, de la esclavitud geográfica, de las imposiciones del clima y del medio ambiente.
El hombre, trabajando más y mejor, se libera también de las coacciones sociales y de las presiones políticas. En efecto, su capacidad creativa le permite erguirse con firmeza frente al posible atropello de un Estado totalitario, que para imponerse requiere una masa anónima de siervos tan dóciles como carentes de educación laboral.
Y con el producto de su mayor y mejor trabajo, el hombre conquista ese tanto de propiedad privada, de libertad económica, que es la base de su libertad social y política, pues le impide ser arrasado por un poder central absoluto: sólo el que nada tiene puede caer bajo el yugo de esas fuerzas impersonales e irrestrictas.
En Chile nos dirigimos hacia la consolidación de un país de propietarios, que es un pueblo de hombres libres.
Nuestra política laboral, pues, no tiene otra meta que hacer posible a cada trabajador chileno un máximo de libertad social que se despliegue en sus diversas formas: libertad de asociación, de información, de trabajo, de consumo, de participación.
No se crea, sin embargo, que hablamos de una libertad considerada en abstracto, ni de una ética laboral desarrollada en el alma del trabajador por arte de magia. La libertad se educa, y los resortes morales que ella mueve dependen en alto grado de la capacitación del hombre que trabaja.
Educación, educación, educación
Nuestro énfasis en la dimensión moral del trabajo como acto libre sería un proyecto utópico si no viniera respaldado por una clara decisión de mejorar la calidad de la educación, volcando en ella todos los recursos económicos, técnicos, científicos y culturales que sean posibles en la etapa actual del desarrollo del país.
Un proyecto laboral de veras liberador sólo tiene sentido en el contexto de un proyecto educacional inspirado en los mismos principios humanistas y libertarios. No descansaremos hasta no poner al alcance de todos los chilenos las herramientas adecuadas para su mejor capacitación profesional, mediante una política de educación creativa e integralmente abierta a las grandes mayorías nacionales.
Quisiera sacar algunas conclusiones de este lazo profundo que anuda la libertad con el trabajo. Un trabajo más libre es un trabajo que ha sido menos impuesto por presiones externas, y más elegido en forma voluntaria de acuerdo con las aptitudes personales. En otras palabras, es un trabajo más vocacional: se lo ejerce vocacional y apasionadamente; se lo ejerce, a pesar de su esfuerzo o quizá en virtud de ese mismo esfuerzo, en forma más alegre, como alegre es la superación de aquello que sentimos como un desafío personal.
Soñamos con un Chile de chilenos con vocación de trabajo. Tal concepción del trabajo iguala, por eso mismo, los oficios más humildes con los que se estiman más encumbrados. Lo diré con las palabras insuperables de Gabriela Mistral: "Hay entre las artes más complejas y más humildes una correlación mística, así quedan por ella unidos, aunque no lo reconozcan, el artesano encorvado sobre su laca y el hombre que trabaja con la santidad de la palabra", es decir, así convergen el obrero y el poeta, el labriego y el artista.
Sabemos que, con ese fin, debemos vencer el gran reto de los tiempos modernos: la humanización de la técnica, el ser dueños y no servidores de la gran tecnología, el no ser esclavos sino señores de la máquina, es decir, del producto de nuestras propias manos. Lo diré de nuevo con Gabriela Mistral: la máquina deber ser "la criada de la imaginación, los pies humildes y ágiles de la inteligencia artesana". Estoy seguro de que nuestro pueblo posee, frente a ese gran reto, la fuerza y salud moral que otras naciones, más ricas y avanzadas en su tecnología, no parecen tener en la actualidad.
Un pueblo de hombres libres; un pueblo de propietarios; un pueblo de hombres amantes del trabajo por obra de una educación creativa; un pueblo de hombres que dominan y no son dominados por el maquinismo; un pueblo de hombres que experimentan su trabajo diario como una vocación suprema y no como una maldición o un mal menor; he allí la altísima meta de nuestra política laboral. Que ya ha mostrado al mundo entero sus primeros pasos, sus conquistas indesmentibles, su contenido ético y su intransable compromiso con la justicia y la libertad.

Hacia una sociedad de propietarios

José Piñera, en este extracto de un discurso que dio en Chile en 1980, explica las bases de la reforma previsional que revolucionó el mercado laboral chileno hace 28 años hoy.

José Piñera fue el ministro del Trabajo y Previsión Social de Chile responsable de la reforma radical del sistema de pensiones en 1980 (www.josepinera.com), es co-presidente del Proyecto para la Privatización de la Seguridad Social del Cato Institute, y presidente del International Center for Pension Reform.
 
Hoy Primero de Mayo se cumplen 28 años de exitosa operación del sistema de pensiones de capitalización individual. Más allá de su ingeniería técnica, esta revolución económica-social nació anclada en una concepción moral y una visión de país, como se puede apreciar en este discurso de 1980. En su reciente libro y documental The Ascent of Money. A Financial History of the World, el historiador británico Niall Ferguson sostiene que esta revolución constituyó "el desafío más profundo al Estado de bienestar en una generación. Thatcher y Reagan vinieron después".
(Extracto del discurso de José Piñera, Ministro del Trabajo y Previsión Social, con ocasión de la celebración del 1º de mayo de 1980).