Patrick Trombly
No hay político estadounidense relacionado más de cerca con las causas económicas progresistas que la senadora por Massachusetts, Elizabeth Warren. La senadora es considerada ampliamente por la izquierda política como una experta en asuntos financieros, es una autodeclarada defensora de los “trabajadores pobres” y es una señaladora orgullosa y reprensiva del 1% y Wall Street. Su causa es levantar a los menos poderosos y protegerlos de los más poderosos. Parece creer verdaderamente en esta causa y ha hecho varias propuestas políticas que cree que la servirían. Debido a su posición y a la asociación pública de la senadora con esta causa, se supone que las políticas que proponga la servirán y que cualquiera que apoye las mismas causas debería subirse a bordo y apoyar sus propuestas políticas.
El objetivo declarado de la senadora Warren de ayudar a los menos poderosos es loable. El problema es que, aunque bienintencionadas, muchas de las políticas propuestas por la senadora Warren en realidad dañarían la misma gente a quien ella trata de ayudar, mientras que sus otras propuestas representan distracciones de las amenazas reales para los menos poderosos y por tanto tienen el efecto de permitir que pervivan dichas amenazas. Al ocupar el asiento de defensora de los menos poderosos y al mismo tiempo defender políticas que dañarían a esos mismos menos poderosos, la senadora se ha convertido en un peligro para su propia causa. A continuación doy tres ejemplos.
Salario mínimo / “Lucha por los 15$”
La senadora Warren ha defendido desde hace mucho tiempo un aumento del salario mínimo a 15$ la hora, sobre la premisa de que aumentar el salario mínimo aumentará los salarios de los trabajadores pobres, gente que actualmente gana, por ejemplo, 9$ la hora. El problema es que no es así como funciona el salario mínimo ni cualquier otro mínimo en precios. Un salario mínimo es un precio mínimo. Un precio mínimo no aumenta mágicamente los precios, sino que solo establecer un precio mínimo legal por debajo del cual no se permite que tengan lugar intercambios, haciendo ilegales intercambios que se habrían producido a precios más bajos.De la misma manera que un precio de 15$ para una hamburguesa no aumentaría el precio que pagaría la gente por una hamburguesa de McDonald’s de 2$ a 15$, un salario mínimo de 15$ la hora no aumentaría el precio que las franquicias de McDonald’s pagarían por trabajo sin cualificar. Por el contrario, obligaría a las franquicias de McDonald’s y otros contratantes de personas de baja cualificación a reemplazar personal de este tipo por plantillas que incluyan menos trabajadores cualificados o a automatizarse. En cualquier caso, algunos trabajadores de baja cualificación que ganen actualmente entre 9$ y 11$ perderían su empleo o verían sus horarios reducidos de manera importante, para dejar paso a menos trabajadores más cualificados o a robots. Aunque la senadora Warren pueda no pretender que se produzca este resultado, es lo que ocurriría si se adoptara su recomendación política. Su propuesta política convertiría a millones de trabajadores pobres en desempleados pobres.
Microfinancieras
Igualmente, la senadora Warren ha propuesto recientemente restricciones que limiten la capacidad de los prestamistas conocidos como “microfinancieras” de hacer préstamos sin garantía, a corto plazo y aprobados rápidamente, a consumidores sin historiales marginales de crédito o sin historial. De la misma manera que la senadora Warren desaprueba los salarios que se pagan los trabajadores de baja cualificación, desaprueba los intereses y comisiones cobrados por estos préstamos sin garantías a prestatarios de alto riesgo. Sin embargo, los tipos de interés son similares a los salarios en el sentido de que a menudo se comportan como precios. Los tipos de interés habitualmente reaccionan a las restricciones de la misma manera que lo hacen los precios. E igual que la prohibición de emplear a personas con salarios por debajo de 15$ la hora no aumenta el salario de nadie a 15$ la hora, prohibir los préstamos con tipos altos no rebaja el tipo del préstamo de nadie. Por el contrario, prohíbe préstamos que se habrían realizado con tipos superiores de interés.En otras palabras, esa política niega el crédito a la misma gente a quien la senadora Warren afirma querer apoyar (aunque esa misma gente haya determinado que tienen necesidad de pedir prestado). Sea lo que sea lo que necesiten o quieran comprar con los fondos tomados prestados, esto les sería negado, ya sea el pago de un alquiler, una receta médica, la factura de un dentista, la reparación del coche o cualquier otro gasto. Como pasaba con la “lucha por los 15$”, la senadora Warren puede que no pretenda que se produzca este resultado, pero es lo que ocurriría si se adoptara su prescripción política.
Desigualdad de rentas
La senadora Warren y otros han apuntado que desde principios de la década de 1970, especialmente desde mediados de la década de 1990, ha habido una diferencia creciente entre el 1% superior del 1% superior y todos los demás, en términos de renta y riqueza. Las causas subyacentes son bastante sencillas. Generalizando, los grupos con más riqueza tienden a generar sus rentas a través de la propiedad y comercio de activos financieros en dólares. Todos los demás tienden a generar sus rentas a través de salarios pagados en dólares. En ese periodo, el banco central ha estado expandiendo la oferta de dólares en un grado siempre creciente, devaluando así perpetuamente los salarios, al tiempo que infla los precios de los activos financieros. Por eso los salarios reales han estado estancados durante décadas, mientras que se han disparado los réditos de las inversiones en propiedad inmobiliaria, acciones y materias primas.En 1971, se abandonaron los últimos vestigios del patrón oro, dejando a la Fed libre para expandir la oferta monetaria de acuerdo con un objetivo de “estabilidad de precios” al que define como “ligeramente inflacionista”, pero que, curiosamente, ignora los precios de los activos, incluyendo algunos de los mismos activos directamente financiados por el dinero recién emitido y prestado, como viviendas y acciones.
Naturalmente, desde mediados de la década de 1990, fuerzas deflacionistas como el final de la Guerra Fría, la liberalización de china y un comercio más libre han dado (bajo estas definiciones) a la Fed un espacio creciente para expandir la oferta monetaria sin disparar de forma significativa la inflación de los precios que se incluyen en la medición de los precios del consumo. Esto ha compensado la deflación y por tanto las ganancias en el poder adquisitivo de los trabajadores, algo que deberían haber producido los acontecimientos mundiales antes mencionados. También ha hecho más difícil y, a corto plazo, menos atractivo el ahorro, con el resultado obvio de que la tasa de ahorro para los últimos 20 años ha sido la mitad de los 20 años anteriores.
Después de una generación de bajo ahorro, aproximadamente el 40% de los estadounidenses no tiene suficiente dinero apartado para cubrir un gasto sorpresa de 1.000$. No hay nada novedoso o complejo en esto. Inflar la divisa para enriquecer a los ya ricos a costa de todos los demás es un truco de siglos, empleado infamemente por John Law en Francia a principios del siglo XVIII y por muchos otros. Además, los ciclos de auge-declive que también derivan de inflar la divisa a través del préstamo crean una volatilidad innecesaria en los mercados laborales, ya que las oportunidades de empleo se crean y luego destruyen en sectores en auge, como la construcción en la década del 2000 y el petróleo en la de 2010.
¿Qué tiene que ver esto con la senadora Warren? Su posición en el Comité Bancario le da una audiencia regular con el presidente de la Reserva Federal. Pero nunca ha aprovechado la oportunidad para plantear el tema de la inflación monetaria y sus efectos perjudiciales. Por el contrario, se ha centrado en las decisiones de la Fed de no “destruir grandes bancos” o “llevar a juicio a banqueros” por diversas fechorías. Algunas de estas fechorías son reales pero ninguna está relacionada con lo que la senadora Warren dice que son sus principales preocupaciones: el estancamiento salarial y la desigualdad de rentas. De hecho, el que la mayoría de los depósitos se encuentren y la mayoría de los préstamos los realicen 10 bancos o 10.000 no cambiará la desigualdad de rentas y riqueza si los bancos son miembros de un cártel protegido que crea dinero de la nada y lo presta dentro del sistema financiero. Los esfuerzos de la senadora Warren a este respecto gastan atención y energías que podrían dedicarse a entender qué es lo que causa realmente el estancamiento y la desigualdad salariales: la devaluación sistemática y perpetua de salarios y ahorros y la inflación de precio de los activos, llevadas a cabo por nuestro banco central.
No deberíamos discutir sobre el objetivo declarado de la senadora Warren de proteger a los menos poderosos en la sociedad, pero deberíamos ocuparnos de muchas de las estrategias propuestas por la senadora Warren para alcanzar su objetivo declarado, porque no funcionan. Si la senadora Warren quiere lograr sus objetivos declarados, debería volver a pensar sus objetivos políticos, familiarizarse con principios básicos de economía y ajustar sus recetas políticas de acuerdo con ellos, especialmente con respecto al banco central.