Carlos Elizondo Mayer-Serra
Salvo un cálculo absurdo de corto plazo, incomprensible para quienes no estamos en el círculo que toma decisiones en Los Pinos, recibir a Trump es la mayor torpeza que recuerdo de este sexenio —y hay de dónde escoger— y de la política exterior mexicana. Peña Nieto es el primer mandatario que se reúne en medio de la campaña de Trump. Nadie había querido legitimar así a un candidato, con quien no se sientan a hablar ni los expresidentes republicanos de su país.
Trump recurre a declaraciones “estridentes que buscan proponer soluciones muy simples”. Concluía su reflexión histórica el experto: “Ha habido episodios de la historia de la humanidad, lamentablemente, donde estas expresiones, de esta retórica estridente, sólo ha llevado realmente a escenarios muy fatídicos dentro de la historia de la humanidad. Así llegaron Mussolini y así llegó Hitler”. No plagio a nadie. Por eso puse las comillas. Cito a Peña Nieto.
El Presidente mexicano legitima a Trump en medio de una campaña muy complicada, donde las encuestas muestran que está por debajo de Hillary Clinton, cuando el voto latino y mexicano puede ser decisivo para enterrarlo. Si bien, dado los bajos niveles de aprobación de nuestro Presidente, es improbable que Trump gane muchos votos por estar con Peña Nieto, ¿por qué ayudar a Trump, aunque sea para que en Estados Unidos circule una foto que le permita verse como alguien razonablemente serio y futuro Presidente?
No veo qué provecho estaba esperando el gobierno mexicano con la reunión. Las declaraciones de Peña Nieto acerca de que “cree en el diálogo” para promover los intereses de México en el mundo y principalmente para “proteger a los mexicanos donde quieran que estén” son absurdas. Carece de la elocuencia necesaria para convencer. No se siente cómodo con políticos extranjeros, como fue evidente en el encuentro que sostuvo con Obama y con Trudeau hace unas semanas. La mejor manera de proteger los intereses mexicanos es asegurándose de que Trump no llegue al poder.
Ni el mejor conversador lograría convencer a Trump. Frente a los racistas y xenófobos de su calibre no hay mucho que hacer. Asegurarse que tengan el menor poder posible es lo único razonable. Si algo aprendimos sobre la Segunda Guerra Mundial es que no hubo política de contención que sirviera para calmar a Hitler: ni se evitó la guerra ni se aplacaron sus ansias expansionistas.
Ante la opinión pública, nacional e internacional, Peña Nieto va a ratificar que el gobierno mexicano perdió el rumbo. El titular del New York Times de ayer es revelador: “Donald Trump to Visit Mexico After More Than a Year of Mocking It”.
Un gobierno que toma decisiones erráticas abre un espacio de incertidumbre adicional a lo que ya se veía como un fin de sexenio complicado. Ahora tendremos siempre la duda de qué nueva sorpresa nos cocinan en secreto. En este caso supongo que no anunciar nada con antelación se hizo con el propósito de evitar nutridas manifestaciones en contra del distinguido visitante.
Peña Nieto le pone el escenario a Trump para que éste reitere que construirá el muro y abrirá el TLCAN. Será visto por muchos como un traidor frente a sus propios ciudadanos. Lejos de atreverse a defender a los mexicanos ante las graves ofensas recibidas, Peña Nieto las pasó por alto, legitimándolas, al invitar y recibir gustosamente al agresor.
Su invitación ha unido a México, pero en su contra. Es igualmente criticable desde la derecha o la izquierda. El PRI y los funcionarios del gobierno tendrán que aprovechar la magnífica ocasión para quedarse callados. Ante Hillary Clinton, por más que Los Pinos diga que invitó a ambos, le siembra una razón adicional para alejarse del gobierno mexicano si gana la Presidencia. Este escenario es hoy el más probable, en más de 80%, según los expertos. ¿Otro Presidente apostador que ahora pone sus fichas en el improbable candidato ganador?
Sin embargo, incluso ante el propio Trump es poco claro qué gana Peña Nieto. El ego desbordado de Trump difícilmente va a quedar marcado por su reunión con nuestro Presidente. Enrique Krauze ha escrito de cómo el presidente López Portillo, otro gran ego, después de su reunión con el presidente Jimmy Carter en casa de Octavio Paz, les contó un detalle de la visita: “Vino hacia mí Carter (…) y en el momento en que le apreté la mano me dije: ‘¡a éste ya me lo chingué!’” (http://bit.ly/2cqMoxE). Trump puede salir de la reunión pensando algo similar. Para Peña Nieto será pérdida total haberlo invitado. Para Trump, una oportunidad más de estar en los reflectores.
¿Tan preocupado estaba el Presidente de su reunión con jóvenes en el marco del nuevo formato del Informe de Gobierno, justo hoy, que mejor invitó a Trump a México para que la conversación pública se concentrara en su última ocurrencia? ¿O pensó que no tendría tema de conversación con los muchachos y les facilitó uno jugoso para discutir?
Salvo un cálculo absurdo de corto plazo, incomprensible para quienes no estamos en el círculo que toma decisiones en Los Pinos, recibir a Trump es la mayor torpeza que recuerdo de este sexenio —y hay de dónde escoger— y de la política exterior mexicana. Peña Nieto es el primer mandatario que se reúne en medio de la campaña de Trump. Nadie había querido legitimar así a un candidato, con quien no se sientan a hablar ni los expresidentes republicanos de su país.Trump recurre a declaraciones “estridentes que buscan proponer soluciones muy simples”. Concluía su reflexión histórica el experto: “Ha habido episodios de la historia de la humanidad, lamentablemente, donde estas expresiones, de esta retórica estridente, sólo ha llevado realmente a escenarios muy fatídicos dentro de la historia de la humanidad. Así llegaron Mussolini y así llegó Hitler”. No plagio a nadie. Por eso puse las comillas. Cito a Peña Nieto.
El Presidente mexicano legitima a Trump en medio de una campaña muy complicada, donde las encuestas muestran que está por debajo de Hillary Clinton, cuando el voto latino y mexicano puede ser decisivo para enterrarlo. Si bien, dado los bajos niveles de aprobación de nuestro Presidente, es improbable que Trump gane muchos votos por estar con Peña Nieto, ¿por qué ayudar a Trump, aunque sea para que en Estados Unidos circule una foto que le permita verse como alguien razonablemente serio y futuro Presidente?
No veo qué provecho estaba esperando el gobierno mexicano con la reunión. Las declaraciones de Peña Nieto acerca de que “cree en el diálogo” para promover los intereses de México en el mundo y principalmente para “proteger a los mexicanos donde quieran que estén” son absurdas. Carece de la elocuencia necesaria para convencer. No se siente cómodo con políticos extranjeros, como fue evidente en el encuentro que sostuvo con Obama y con Trudeau hace unas semanas. La mejor manera de proteger los intereses mexicanos es asegurándose de que Trump no llegue al poder.
Ni el mejor conversador lograría convencer a Trump. Frente a los racistas y xenófobos de su calibre no hay mucho que hacer. Asegurarse que tengan el menor poder posible es lo único razonable. Si algo aprendimos sobre la Segunda Guerra Mundial es que no hubo política de contención que sirviera para calmar a Hitler: ni se evitó la guerra ni se aplacaron sus ansias expansionistas.
Ante la opinión pública, nacional e internacional, Peña Nieto va a ratificar que el gobierno mexicano perdió el rumbo. El titular del New York Times de ayer es revelador: “Donald Trump to Visit Mexico After More Than a Year of Mocking It”.
Un gobierno que toma decisiones erráticas abre un espacio de incertidumbre adicional a lo que ya se veía como un fin de sexenio complicado. Ahora tendremos siempre la duda de qué nueva sorpresa nos cocinan en secreto. En este caso supongo que no anunciar nada con antelación se hizo con el propósito de evitar nutridas manifestaciones en contra del distinguido visitante.
Peña Nieto le pone el escenario a Trump para que éste reitere que construirá el muro y abrirá el TLCAN. Será visto por muchos como un traidor frente a sus propios ciudadanos. Lejos de atreverse a defender a los mexicanos ante las graves ofensas recibidas, Peña Nieto las pasó por alto, legitimándolas, al invitar y recibir gustosamente al agresor.
Su invitación ha unido a México, pero en su contra. Es igualmente criticable desde la derecha o la izquierda. El PRI y los funcionarios del gobierno tendrán que aprovechar la magnífica ocasión para quedarse callados. Ante Hillary Clinton, por más que Los Pinos diga que invitó a ambos, le siembra una razón adicional para alejarse del gobierno mexicano si gana la Presidencia. Este escenario es hoy el más probable, en más de 80%, según los expertos. ¿Otro Presidente apostador que ahora pone sus fichas en el improbable candidato ganador?
Sin embargo, incluso ante el propio Trump es poco claro qué gana Peña Nieto. El ego desbordado de Trump difícilmente va a quedar marcado por su reunión con nuestro Presidente. Enrique Krauze ha escrito de cómo el presidente López Portillo, otro gran ego, después de su reunión con el presidente Jimmy Carter en casa de Octavio Paz, les contó un detalle de la visita: “Vino hacia mí Carter (…) y en el momento en que le apreté la mano me dije: ‘¡a éste ya me lo chingué!’” (http://bit.ly/2cqMoxE). Trump puede salir de la reunión pensando algo similar. Para Peña Nieto será pérdida total haberlo invitado. Para Trump, una oportunidad más de estar en los reflectores.
