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Thursday, December 15, 2016

Prólogo de Democracy: The God that Failed (y 2)

Democracy: The God that Failed by Hoppe 
[Viene de la primera parte]
Ejemplos de a qué me refiero con una teoría a priori son: Ningún objeto material puede estar en dos lugares a la vez. Dos objetos no pueden ocupar el mismo espacio. Una línea recta es la distancia más corta entre dos puntos. Dos líneas rectas no pueden delimitar un espacio. Cualquier objeto que sea completamente rojo no puede ser completamente verde (azul, amarillo, etc.). Cualquier objeto que tenga color tiene también extensión. Cualquier objeto que tenga forma tiene también tamaño. Si A es parte de B y B es parte de C, entonces A es parte de C. 4 = 3 +1. 6 = 2 (33 – 30). Inverosímilmente, los empiristas deben denigrar esas proposiciones como meras convenciones lingüístico-sintácticas sin ningún contenido empírico, es decir, tautologías “vacías”. Frente a esta opinión y de acuerdo con el sentido común, entiendo que las mismas proposiciones afirman algunas verdades sencillas pero fundamentales acerca de la estructura de la realidad. Y también de acuerdo con el sentido común, consideraría como alguien equivocado a alguien que quisiera “probar” estas proposiciones o que reportara “hechos” que contradijeran o se desviaran de ellas. La teoría a priori se impone y corrige a la experiencia (y la lógica se impone al observación) y no al contrario.



Lo que es más importante, también abundan ejemplos de teorías a priori en las ciencias sociales, en particular en los campos de la economía política y la filosofía: La acción humana es la búsqueda con un propósito de un actor de fines valorados con medios escasos. Nadie puede no actuar a propósito. Toda acción se dirige a mejorar el bienestar subjetivo del actor por encima del que hubiera tenido en otro caso. Una mayor cantidad de un bien se valora más que una menor cantidad del mismo bien. La satisfacción anterior se prefiere a la satisfacción posterior. La producción debe preceder al consumo. Lo que se consume ahora no puede consumirse de nuevo en el futuro. Si el precio de un bien se rebaja, se comprará la misma cantidad o más que en caso contrario. Los precios fijados por debajo de los precios de liquidación del mercado llevarán a escaseces duraderas. Sin la propiedad privada de los factores de producción no puede haber precios de los factores y sin precios de los factores es imposible la contabilidad de costes. Los impuestos son una imposición a los productores o propietarios de riqueza y reducen la producción o la riqueza por debajo de la que habría habido en otro caso. El conflicto interpersonal es posible solo en la medida en que las cosas sean escasas. Ninguna cosa o parte de una cosa puede poseerse exclusivamente por más de una persona en cada momento. La democracia (gobierno de la mayoría) es incompatible con la propiedad privada (propiedad y gobierno individual). Ninguna forma de impuestos puede ser uniforme (igual), sino que todo impuesto implica la creación de dos clases distintas y desiguales de contribuyentes y consumidores receptores de impuestos. La propiedad y los títulos de propiedad son entes distintos y un aumento de los últimos sin un aumento correspondiente de los primeros no aumenta la riqueza social sino que lleva una redistribución de la riqueza existente.
Para un empirista, proposiciones como estas deben interpretarse como no declarando nada empírico en absoluto y siendo meras convenciones del habla o como hipótesis probables y tentativas eternas. Para nosotros, como para el sentido común, no son ninguna de ambas cosas. Nos sorprende como completamente insincero decir que estas proposiciones no tienen contenido empírico. ¡Está claro que dicen algo acerca de las cosas y los acontecimientos “reales”! Y parece igualmente insincero considerar estas proposiciones como hipótesis. Las proposiciones hipotéticas, como se entienden comúnmente, son declaraciones como estas: Los niños prefieren McDonald’s a Burger King. La relación mundial de gasto en vacuno frente a porcino es de 2:1. Los alemanes prefieren España a Grecia como destino de vacaciones. Una educación más larga en las escuelas públicas llevará a salarios superiores. El volumen de ventas poco antes de Navidad excede al de poco después de Navidad. Los católicos votan predominantemente “demócrata”. Los japoneses ahorran un cuarto de su renta disponible. Los alemanes beben más cerveza que los franceses. Estados Unidos fabrica más computadoras que cualquier otro país. La mayoría de los habitantes de EEUU son blancos y descendientes de europeos. Proposiciones como estas requieren la recogida de datos históricos para ser validadas. Y deben ser reevaluadas continuamente, porque las relaciones declaradas no son necesarias (sino “contingentes”); es decir, porque no hay nada de por sí imposible, inconcebible o sencillamente erróneo en suponer lo contrario de lo anterior: por ejemplo, que los niños prefieran Burger King a McDonald’s o los alemanes Grecia a España, etc. Sin embargo, no es el caso de las anteriores proposiciones teóricas. Negar estas proposiciones y suponer, por ejemplo, que podría preferirse una cantidad menor de un bien a una cantidad mayor del mismo bien, que lo que se consume ahora puede consumirse de nuevo en el futuro o que puede llevarse a cabo una contabilidad de costes sin precios de los factores nos resulta absurdo y cualquiera que se dedicara a la “investigación empírica” y “prueba” para determinar cuál de dos proposiciones contradictorias como estas es verdad nos parecería un chalado o un defraudador.
Según la aproximación aquí adoptada, proposiciones teóricas como las que acabo de citar son aceptadas como lo que son aparentemente: declaraciones acerca de hechos y relaciones necesarios. Como tales, pueden ilustrarse con datos históricos, pero los datos históricos no pueden establecerlas ni refutarlas.[1] Todo lo contrario. Aunque la experiencia histórica sea necesaria para atisbar inicialmente una idea teórica, esta idea se refiere a hechos y relaciones que se extienden y trascienden lógicamente cualquier experiencia histórica particular. Por tanto, una vez se ha establecida una idea teórica, esta puede emplearse como un patrón constante y permanente de “crítica”, es decir, para el fin de corregir, revisar y rechazar, así como de aceptar informes e interpretaciones históricas. Por ejemplo, basándose en las ideas teóricas debe considerarse imposible que impuestos y regulaciones más altos puedan ser la causa de niveles más altos de vida. Los niveles de vida solo pueden ser más altos a pesar de impuestos y regulaciones. Igualmente las ideas teóricas pueden desacreditar por no tener sentido informes como que un mayor consumo haya llevado a una mayor producción (crecimiento económico), que los precios (máximos) por debajo del nivel de liquidación del mercado haya llevado a excedentes no vendidos de bienes o que la ausencia de democracia haya sido responsable del mal funcionamiento económico del socialismo. Por razones de teoría, solo más ahorro y formación de capital o mejoras en la productividad pueden llevar a una mayor producción, solo precios (mínimos) garantizados por encima del nivel de liquidación del mercado pueden generar excedentes duraderos y solo la ausencia de propia privada es responsable de las penurias económicas bajo el socialismo. Y repito, ninguna de estas ideas requiere más estudios o pruebas empíricas. Estudiarlas o ponerlas a prueba es una señal de confusión.
Cuando señalaba antes que este no es el trabajo un historiador, sino el de un economista político y filósofo, evidentemente no creía que esto fuera una desventaja. Todo lo contrario. Como se ha indicado, los historiadores como historiadores no pueden decidir racionalmente entre interpretaciones incompatibles de la misma serie de datos o secuencia de acontecimientos; por tanto son incapaces de proporcionar respuestas para las cuestiones sociales más importantes. La ventaja en principio que tiene el economista político y filósofo sobre el mero historiador (y los beneficios obtenidos del estudio de la economía política y filosofía por el historiador) es su conocimiento de pura teoría social a priori, lo que le permite evitar a los errores en otro caso inevitables en la interpretación de secuencias de datos históricos complejos y presentar una explicación de la historia teóricamente corregida o “reconstruida” y decididamente crítica o “revisionista”.
Basándome y motivándome en las ideas teóricas fundamentales de ambas, economía política y filosofía política (ética), en los siguientes estudios propongo la revisión de tres creencias e interpretaciones esenciales (aunque casi míticas) con respecto a la historia moderna.
De acuerdo con las nociones teóricas elementales con respecto a naturaleza la propiedad privada frente a la propiedad “pública” y la administración y de las empresas frente al gobierno (o los estados), propongo primero una revisión de la visión actual de las monarquías hereditarias tradicionales y proporciono en su lugar una interpretación favorable no habitual de la monarquía y de la experiencia monárquica. En resumen, el gobierno monárquico se reconstruye teóricamente como un gobierno de propiedad privada, que se explica a su vez como promotor orientado al futuro y una preocupación por los valores del capital y el cálculo económico por parte del gobernante. En segundo lugar, igualmente heterodoxo, pero bajo la misma premisa teórica, la democracia y de experiencia democrática se muestran bajo una perspectiva anormalmente desfavorable. El gobierno democrático se reconstruye como gobierno de propiedad pública, lo que explica que lleve a la orientación actual y a un desprecio u olvido de los valores de capital en los gobernantes y la transición de la monarquía la democracia se interpreta por tanto como un declive de la civilización.
Aún más fundamental y heterodoxa es la tercera revisión propuesta.
A pesar del retrato comparativamente favorable que se presenta de la monarquía, no soy monárquico y lo que sigue no es una defensa de la monarquía. Por el contrario, la postura adoptada hacia la monarquía es esta: Si tuviéramos que tener un estado, definido como una institución que ejercita un monopolio territorial obligatorio de toma definitiva de decisiones (jurisdicción) y de los impuestos, entonces es económica y éticamente ventajoso elegir la monarquía sobre la democracia. Pero esto deja abierta la pregunta sobre si es o no necesario un estado, es decir, si existe alguna alternativa ambas cosas, la monarquía y la democracia. La historia tampoco puede proporcionar una respuesta esta pregunta. Por definición, no puede haber una “experiencia” contrafactual y de alternativas y todo lo que puede encontrarse en la historia moderna, al menos en lo que al mundo occidental desarrollado se refiere, es la historia de los estados y del estatismo. Solo la teoría puede el nuevo dar una respuesta, pues las proposiciones teóricas, como acabo de explicar, se refieren a hechos y relaciones necesarios y por tanto, igual que pueden usarse para explicar que son falsos o imposibles ciertos informes e interpretaciones históricos, también pueden usarse para determinar que ciertas cosas son constructivamente posibles, aunque nunca se hayan visto o intentado.
Así que, en completo contraste con la opinión ortodoxa sobre la materia, la teoría social elemental demuestra, y se explicará cómo lo hace, que ningún estado definido de la manera anterior puede estar justificado, ya sea económica o éticamente. Por el contrario, todo estado, independientemente de su constitución, es económica y éticamente deficiente. Todo monopolista, incluyendo el de la toma definitiva de decisiones, es “malo” desde el punto de vista de los consumidores. Así que el monopolio se entiende en su sentido clásico, como la ausencia de entrada libre a una línea concreta de producción: solo una institución, A, puede producir x. Cualquier monopolista así es “malo” para los consumidores porque, protegido frente a potenciales nuevos entrantes en su línea de producción, el precio de su producto será superior y la calidad inferior que en caso contrario. Además, nadie aceptaría una disposición que permitiera a un monopolista de la toma última decisiones, es decir, al árbitro y el juez final en todo caso de conflicto interpersonal, determinar unilateralmente (sin el consentimiento de todos los afectados) el precio que alguien debe pagar por su servicio. El poder de gravar, tal cual, es éticamente inaceptable. Realidad, un monopolista de la toma definitiva de decisiones equipado con el poder de gravar no se limita a producir menos justicia y de inferior calidad, sino que produce cada vez más cosas “malas”, es decir, injusticia y agresión. Así que la alternativa entre monarquía y democracia se refiere a una alternativa entre dos órdenes sociales defectuosos. De hecho la historia moderna proporciona multitud de ejemplos de los defectos económicos y éticos de todos los estados, ya sean monárquicos o democráticos.
Además, la misma teoría social demuestra positivamente la posibilidad de un orden social alternativo libre de los defectos económicos y éticos de la monarquía y la democracia (así como de las de cualquier otra forma de estado). El término adoptado aquí para un sistema social libre de monopolios e impuestos es “orden natural”. Otros nombres usados en otros lugares por otros para referirse a lo mismo incluyen “anarquía ordenada”, “anarquismo de propiedad privada”, “anarcocapitalismo”, “autogobierno”, “sociedad de derecho privado” y “capitalismo puro”.
Por encima y más allá de la monarquía y la democracia, lo que sigue se refiere a la “lógica” de un orden natural, donde todos los recursos escasos son de propiedad privada, donde todas las empresas se financian con clientes que pagan voluntariamente o donantes privados y donde la entrada en todas las líneas de producción, incluyendo las de servicios de justicia, policía y defensa, es libre. Es en la comparación con un orden natural donde los errores económicos y éticos de la monarquía quedan en evidencia. Es delante del telón de un orden natural como se aclaran los aún mayores errores en que incurre la democracia y se revela que la transformación histórica de la monarquía a la democracia es una decadencia de la civilización. Y es debido al status lógico del orden natural por lo que la respuesta teórica al problema fundamental del orden social (de cómo proteger la libertad, la propiedad y la búsqueda de la felicidad) que en lo que viene a continuación también se incluyen explicaciones extensas de asuntos y preocupaciones estratégicas, es decir, de los requisitos del cambio social y en particular la transformación radical de la democracia al orden natural.
Independientemente de las interpretaciones y conclusiones heterodoxas a las que se llega en los siguientes estudios, las teorías y teoremas usados para hacerlo definitivamente no son nuevas ni heterodoxas. De hecho, si se asume, como hago yo, que existen teorías y teoremas sociales a priori, debería también esperarse que la mayoría de dicho conocimiento sea antiguo y que el progreso teórico sea dolorosamente lento. Esto realmente parece ser así. Por tanto, incluso si mis conclusiones pueden parecer radicales o extremistas, como teórico soy decididamente un conservador. Me coloco en una tradición intelectual que se remonta al menos hasta los escolásticos españoles del siglo XVI y que ha encontrado su expresión moderna más clara en la llamada Escuela Austriaca de economía: la tradición de teoría social pura representada sobre todo por Carl Menger, Eugen von Boehm-Bawerk, Ludwig von Mises y Murray N. Rothbard.[2]
Al principio, señalaba a la Austria de los Habsburgo y los Estados Unidos de América como los países asociados más de cerca con el viejo régimen monárquico y la nueva era democrática-republicana, respectivamente. Aquí encontramos de nuevo a la Austria de los Habsburgo y descubrimos otra razón por la que los siguientes estudios también podrían llamarse Una visión austriaca de la era americana. La Escuela Austriaca de economía se encuentra entre las más asombrosas de las muchas tradiciones intelectuales y artísticas que se originaron en la Austria anterior a la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, como uno de los muchos resultados de la destrucción del imperio de los Habsburgo, la tercera generación de la escuela, liderada por Ludwig von Mises fue desarraigada de Austria y del continente europeo y, con la emigración de Mises a Nueva York en 1940, exportada a los Estados Unidos de América. Y sería en América donde la teoría social austriaca arraigaría más firmemente, debido en particular a la obra del más destacado alumno estadounidense de Mises, Murray N. Rothbard.
Los siguientes estudios están escritos desde ventajoso punto de vista de la teoría social austriaca moderna. En todos ellos se advierte la influencia de Ludwig von Mises y todavía más de Murray N. Rothbard. Los temas elementales de economía política y filosofía que se emplean aquí para el propósito de reconstruir la historia y proponer una alternativa constructiva a la democracia, han hallado su tratamiento más detallado en las obras teóricas principales de Mises y Rothbard.[3] Asimismo, muchos de los asuntos discutidos a continuación también se han tratado en sus muchas obras aplicadas. Además, los siguientes estudios comparten con Mises y especialmente con Rothbard una postura fundamental y robusta en contra del estado y a favor de la propiedad privada y la libre empresa.
A pesar de eso, los estudios siguientes pueden proclamar su originalidad en dos aspectos. Por un lado, ofrecen una comprensión más profunda de la historia política moderna. En sus obras aplicadas, Mises y Rothbard discutían la mayoría de los asuntos y acontecimientos económicos y políticos esenciales del siglo XX: socialismo frente capitalismo, monopolios frente a competencia, propiedad privada frente a pública, producción y comercio frente a impuestos, regulación y redistribución, etc. y ambos daban explicaciones detalladas del rápido crecimiento del poder estatal durante el siglo XX y explicaban sus consecuencias nocivas económica y moralmente. Sin embargo, aunque hayan demostrado una perspectiva y capacidad de predicción excepcionales en estos trabajos (especialmente en comparación con sus equivalentes empiristas-positivistas), ni Mises ni Rothbard llevaron a cabo un intento sistemático de buscar una causa de la decadencia del pensamiento liberal clásico y del capitalismo de laissez faire y el consecuente auge de las ideologías políticas anticapitalistas y el estatismo durante el siglo XX. Indudablemente, no pensaban que la democracia fuera una causa. De hecho, aunque conscientes de las deficiencias económicas y éticas de la democracia, tanto Mises como Rothbard tenían un punto débil a favor de la democracia y tendían a ver la transición de la monarquía a la democracia como un progreso. Por el contrario, yo explicaré el rápido crecimiento del poder estatal en el curso del siglo XX lamentado por Mises y Rothbard como el resultado sistemático de la democracia y la mentalidad democrática, es decir, la creencia (errónea) en la eficiencia o justicia de la propiedad pública y el gobierno popular (mayoritario).
Por otro lado, basándose en esta comprensión “revisionista” más profunda de la historia moderna, los siguientes estudios llevan asimismo a una comprensión “mejor” (más clara y más aguda) de la alternativa constructiva al status quo democrático, es decir, de un orden natural. Hay explicaciones detalladas con respecto al funcionamiento de un orden natural como un sistema social sin estado, con agencias de seguros financiadas libremente sirviendo como proveedoras en competencia de ley y orden. Y hay igualmente explicaciones detalladas de asuntos estratégicos. En particular, hay explicaciones detalladas específicamente de la secesión y la privatización como instrumentos y medios principales con los que superar la democracia y establecer un orden natural.
Finalmente, con estos estudios quiero promover en particular la tradición de la teoría social austriaca y contribuir a su reputación no solo como un bastión de la verdad, sino también como inspiradora, entusiasmante y refrescante. Y por la misma razón, pero más en general, quiero promover y contribuir a la tradición de la gran teoría social, que abarca la economía política, la filosofía política y la historia e incluye cuestiones normativas así como positivas. Un término apropiado para este tipo de empeño intelectual parecería ser la sociología. Pero aunque el término sociología sea usado a veces con este significado, bajo la influencia dominante de la filosofía empirista-positivista el término ha adquirido un significado y reputación completamente diferentes. De acuerdo con la doctrina empirista, las cuestiones normativas no son cuestiones “científicas” en absoluto y no existe la teoría a priori. Eso elimina buena parte de la gran teoría social desde principio por ser “anti científica”. Así que la mayoría de lo que hoy en día se considera sociología no solo es abiertamente falso sino también irrelevante y aburrido. Muy al contrario, los siguientes estudios son todo lo que un buen positivista afirma que no pueden ser: interdisciplinarios, orientados a la teoría y tratando tanto cuestiones positivas-empíricas como normativas. Espero demostrar con el ejemplo que esta es la aproximación correcta, así como la más interesante.

Prólogo de Democracy: The God that Failed (y 2)

Democracy: The God that Failed by Hoppe 
[Viene de la primera parte]
Ejemplos de a qué me refiero con una teoría a priori son: Ningún objeto material puede estar en dos lugares a la vez. Dos objetos no pueden ocupar el mismo espacio. Una línea recta es la distancia más corta entre dos puntos. Dos líneas rectas no pueden delimitar un espacio. Cualquier objeto que sea completamente rojo no puede ser completamente verde (azul, amarillo, etc.). Cualquier objeto que tenga color tiene también extensión. Cualquier objeto que tenga forma tiene también tamaño. Si A es parte de B y B es parte de C, entonces A es parte de C. 4 = 3 +1. 6 = 2 (33 – 30). Inverosímilmente, los empiristas deben denigrar esas proposiciones como meras convenciones lingüístico-sintácticas sin ningún contenido empírico, es decir, tautologías “vacías”. Frente a esta opinión y de acuerdo con el sentido común, entiendo que las mismas proposiciones afirman algunas verdades sencillas pero fundamentales acerca de la estructura de la realidad. Y también de acuerdo con el sentido común, consideraría como alguien equivocado a alguien que quisiera “probar” estas proposiciones o que reportara “hechos” que contradijeran o se desviaran de ellas. La teoría a priori se impone y corrige a la experiencia (y la lógica se impone al observación) y no al contrario.