Kenneth Rogoff
Kenneth Rogoff, Professor of
Economics and Public Policy at Harvard University and recipient of the
2011 Deutsche Bank Prize in Financial Economics, was the chief economist
of the International Monetary Fund from 2001 to 2003. The co-author of This Time is Different:
¿Traerá Trump una bonanza económica?
CAMBRIDGE
– ¿Será posible que tras años de hibernación, la economía
estadounidense se despierte y tenga un regreso triunfal de aquí a un par
de años? Si sumamos la firme decisión del gobierno republicano entrante
de reflacionar una economía que ya está cerca del pleno empleo, la
posibilidad de que las restricciones al comercio internacional
prometidas empujen al alza los precios de bienes que hoy compiten con
las importaciones, y un probable ataque a la independencia del banco
central, es casi seguro que habrá más inflación (probablemente, superior
al 3% en algunos momentos). Y puede ser que el crecimiento de la
producción también nos dé una sorpresa y llegue tal vez al 4%, aunque
sea transitoriamente.
¿Imposible, dice usted? Todo lo contrario.
La economía
ya parece estar creciendo a un ritmo del 3% anual. Y hasta los más
firmes oponentes de las políticas económicas del presidente electo Trump
tendrán que admitir que son decididamente promercado (con la notable
excepción de su postura en comercio internacional).
Pensemos
en el tema de las regulaciones. La presidencia de Barack Obama trajo
consigo un importante crecimiento de la regulación laboral y de la
legislación medioambiental. Y eso sin contar la enorme sombra que el
Obamacare proyecta sobre el sistema sanitario, que por sí solo equivale
al 17% de la economía. No digo que derogar las normas de la era Obama
mejorará el bienestar del estadounidense medio. Ni remotamente. Pero las
empresas saltarán de la alegría. Tal vez tanto que se decidan a empezar
en serio a invertir otra vez. El aumento de la confianza ya es
palpable.
Después
tenemos la perspectiva de un estímulo a gran escala, que incluirá una
enorme ampliación (muy necesaria) del gasto en infraestructura. (Es
previsible que Trump logre forzar a la oposición en el Congreso a que
apruebe un aumento del déficit.) Desde la crisis financiera de 2008,
economistas de todo el espectro político han propuesto aprovechar los
bajísimos tipos de interés para financiar la inversión en
infraestructura productiva, incluso a costa de un mayor endeudamiento.
Los proyectos de alta rentabilidad se pagan solos.
Mucho
más controvertido es el plan de Trump de implementar grandes rebajas
impositivas que beneficiarán desproporcionadamente a los ricos. Es
verdad que poner dinero en los bolsillos de los ahorristas ricos no
parece tan eficaz como dárselo a los pobres que viven al día. En una
frase memorable, Hillary Clinton habló de una “economía del derrame
inflada (trumped up)”. Pero Trumped up o no, las rebajas impositivas pueden ser muy buenas para la confianza empresarial.
No
hay modo de saber cuánta deuda adicional generará el programa de
estímulo de Trump, pero las estimaciones que hablan de cinco billones de
dólares en diez años (un aumento del 25%) parecen cortas. Muchos
analistas económicos de izquierda, que se pasaron los ocho años de Obama
insistiendo en que para Estados Unidos tomar deuda no supone ningún
riesgo, ahora advierten que un aumento de la deuda bajo el gobierno de
Trump será la antesala de un Armagedón financiero. Su hipocresía es
asombrosa, incluso si ahora están más cerca de tener razón.
Tampoco
es fácil saber cuánto crecerán la producción y la inflación con las
políticas de Trump. Cuanto más cerca esté la economía estadounidense de
la plena capacidad, más inflación habrá. Si la productividad
estadounidense realmente se derrumbó tanto como creen muchos académicos,
es probable que un estímulo adicional eleve los precios mucho más que
la producción: la demanda no inducirá más oferta.
Por
otra parte, si es verdad que la economía estadounidense tiene
cantidades masivas de recursos subutilizados y ociosos, el efecto de las
políticas de Trump sobre el crecimiento puede ser considerable. En
jerga keynesiana, a la política fiscal todavía le queda un gran
multiplicador. Es fácil olvidar que la principal pieza faltante de la
recuperación global es la inversión empresarial, y si esta por fin
empieza a moverse, es factible un aumento marcado de la producción y la
productividad.
Los
enamorados de la idea del “estancamiento secular” dirán que un aumento
del crecimiento con Trump es casi imposible. Pero si uno cree (como yo)
que el lento crecimiento de los últimos ocho años se debió ante todo al
arrastre de deudas y temores desde la crisis de 2008, no es tan absurdo
suponer que la normalización puede estar mucho más cerca de lo que
pensamos. Después de todo, hasta ahora casi todas las crisis financieras
en algún momento se terminaron.
Es
verdad que todo esto que digo es según una visión optimista de la
economía de Trump. Si el nuevo gobierno resultara errático e
incompetente (posibilidad real), el desánimo pronto reemplazará a la
confianza. Pero ojo con los expertos que aseguran que Trump traerá una
catástrofe económica. La víspera de la elección, el columnista del New York Times
Paul Krugman insistió claramente en que una victoria de Trump
provocaría un derrumbe del mercado accionario, sin recuperación a la
vista. Los inversores que confiaron en sus predicciones perdieron un
montón de dinero.
A
riesgo de caer en hipérbole, es bueno recordar que no hace falta ser un
buen tipo para poner una economía en marcha. En muchos aspectos,
Alemania tuvo tanto éxito como Estados Unidos en el uso del estímulo
para sacar la economía de la Gran Depresión.
Sí,
subsiste la posibilidad de que todo termine muy mal. El mundo es un
lugar peligroso. Si el crecimiento global se derrumba, el de Estados
Unidos puede salir muy perjudicado. Pero es mucho más probable que tras
años de lentitud, la economía estadounidense esté por fin lista para
acelerar un poco, aunque sea por un tiempo.
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