Víctor Pavón explica que la cooperación voluntaria entre individuos es menospreciada por aquellos que con la excusa de redistribuir la riqueza, entre otras, proceden a saquear la riqueza de otros.
Retirar la máscara con la que se tapan los saqueadores de riqueza, entre los que están los políticos profesionales y populistas, no es una tarea fácil porque es tan fuerte la propaganda de aquellos como tan grande es la masa dispuesta a seguirles que, a sus opositores, enseguida se les cataloga de “derechista”, “neoliberal”, “insensible social”, “soberbio” u otros epítetos.
Y son muchas las máscaras de las que hacen gala para proceder al encanto de sus engaños. La izquierda marxista, por ejemplo, predica que la miseria del obrero y del trabajador tiene su causa en la riqueza del empresario, de aquellos que más tienen, proponiendo la redistribución de la riqueza mediante actos confiscatorios a la propiedad y a la libertad con niveles de implementación que, como se sabe, los regímenes dictatoriales de Cuba y Venezuela ocupan los primeros lugares.
A los autodenominados "intelectuales" de izquierda no les interesa que sus ideas se apliquen con violencia sobre los más débiles y desposeídos. Lo importante es la revolución. Siempre y cuando sigan disfrutando de las bondades del capitalismo y mientras sigan bebiendo whisky escocés, pasearse en los shoppings y viajar cómodamente en aviones a dar conferencias para despotricar contra el "imperialismo" —ni se sonrojan cuando se refieren al recientemente fallecido Fidel Castro como un gran líder “progresista”, destacado “revolucionario” que todo latino americano debe emular.
Las políticas aplicadas por esa clase de ideas son abundantes y, sin embargo, han devastado a poblaciones enteras dejándolas sumidas en la corrupción y la escasez. La pregunta que deberíamos hacernos es por qué sigue sucediendo esto, pese a las pruebas irrefutables de que cuanta más libertad económica y gobierno limitado existan en los países, la tendencia será el progreso en todas sus variables, como en efecto lo demuestra el Informe Anual de Libertad del Instituto Cato y el Instituto Fraser, publicado tres meses atrás.
Uno de los motivos está en que todavía muy poca gente está decidida y dispuesta a decir lo que ningún político les dijo; esto es, que si no fuera por la actividad emprendedora de gente que apuesta a la creatividad y el riesgo para invertir y crear puestos de trabajo, aquellos (los saqueadores) no podrían subsistir en la misma sociedad que se encargan de destruir.
Todas las mejoras en las condiciones de vida que se han venido haciendo en los últimos siglos en la historia de la humanidad es el resultado del esfuerzo de muchos Atlas, tal como la mitología griega consideraba a este titán que carga sobre sus hombros al cielo. Atlas es el que promueve y sostiene el progreso, aún con las piernas y brazos cansados y pese a los ataques inmisericordes de aquellos que quieren hacerlo caer, sin considerar que están viviendo a expensas de él. No en vano y acertadamente, la estatua de Atlas representa el Rockefeller Center.
En nuestro país, miles de Atlas a los que podemos encontrar en las tiendas, mercados, talleres, diarios, bancos, estancias, granjas etcétera se movilizan diariamente como verdaderos héroes anónimos, movidos por la cooperación voluntaria con sus prójimos y el deseo del lucro, condiciones éstas dos últimas morales y necesarias para el progreso individual y social.
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