REFLEXIONES
LIBERTARIAS
Ricardo Valenzuela
Reza el
popular refrán: “Mas sabe el diablo por viejo que por diablo.” A esto yo le
agregaría como ingrediente principal la sabia filosofía ranchera de los
sonorenses forjados en los trabajos de la tierra, para de esa forma sentar bien
el cuadro de mi relato. Era mi primer año fuera de la Universidad y
orgullosamente hacía mi debut en la ganadería en los ranchos heredados de mi
abuelo. Un buen día visito a mi padre en su oficina del negocio de la familia,
y al hacer mi entrada soy identificado por mi tío Federico Valenzuela—hermano
mayor de mi padre y el patriarca de la misma. De inmediato me hace una seña
indicándome entrar a su oficina, le gustaba jugar vencidas conmigo. Lo hago y
me asombro al no verlo arremangándose la camisa para iniciar la competencia.
Siéntate me ordena.
Me
clava su famosa mirada y afirma preguntando; ¿que ya te metiste de ganaderito
no? Así es tío le reviro orgullosamente. ¿Estás comprando becerros? Me
interroga con intensidad; así es le respondo. ¿Y cuantos tienes? me aborda de
nuevo. Poco más de mil le digo ya con cierta soberbia. Ah, que bien ya andas
volando alto. ¿Y debes dinero? Pues si le respondo, al banco de Londres. ¿Y
porqué le debes? Me interroga ya con seriedad. Pues es el préstamo que conseguí
para comprar el ganado le respondo de nuevo ya nervioso. ¿Ah sí? Me afirma de
nuevo interrogando; pues entonces no tienes nada porque ese ganado es del
banco. Cuando tengas más de mil becerros y no le debas a nadie, entonces podrás
andarte moneando como ganadero—ahorita lo único que eres es un pidiche.
Abandoné
la oficina con una gran lección. Para “volar alto” en los negocios o en las
actividades económicas de cualquier clase, y especialmente en las actividades
de la economía de la política, primero hay que lograr algo muy importante;
crear capital; Y la creación de capital se provoca cuando las condiciones del
entorno son las adecuadas por medio del ahorro de las personas y la reinversión
de las utilidades de las empresas. En el caso de los gobiernos si las
condiciones son tales que empresas y personas puedan prosperar vía un gobierno
“hands off” de la economía, los ingresos del estado vía impuestos deben ser
suficientes para los compromisos de gobernar con sobriedad—no hay que ir a
pedir al banco porque entonces como decía mi tío; No tenemos nada y somos una
bola de pidiches.
Los
recientes casos—insólitos por cierto--de franca declaratoria de quiebra del
Seguro Social con un faltante de 100,000 millones de dólares por un lado, y el
ISSSTE por otro donde todavía no se cuantifica el problema pero da luz a
nuestra afirmación de una deuda de mas del 100% del PIB, es solamente la
confirmación de algo que hemos venido gritando desde hace tiempo ante oídos
sordos de la comunidad; “La quiebra del Estado”—y aclaro, no del país. Hemos
ignorado el “elefante en la sala” como dicen los alcohólicos anónimos, pero es
un elefante que ya se dirige a otros aposentos de la residencia amenazando con
derrumbarla.
Hace
unos días un excelente periodista Ricardo Medina Macias, tocó el tema de la
forma que ya lo identifica; directo y con dolorosa honestidad, al mismo tiempo
haciendo un llamado para resolver con carácter de urgente la precariedad fiscal
del Estado Mexicano. Independientemente de las reformas ya de “vida o muerte”
requeridas en la estructura económica—política del país, el verdadero problema
es ese: ¿Cómo salvar al comatoso enfermo? En pocas palabras; finalmente se
acabaron el cuerno de la abundancia y a diferencia de los países europeos que
crearon capital durante todo el siglo XIX y parte del XX—y de esa forma se
pudieron dar el lujo de agredir sus economías los últimos 50 años—el nuestro no
soportó las agresiones revolucionarias por eso; porque nunca creamos capital.
La Revolución
de 1910 acabó con el escaso capital que se había formado y supuestamente
concentrado durante el convulsionado Siglo XIX, pero capital al fin. La
Constitución de 1917 y las luchas intestinas entre los revolucionarios no
permitieron establecer un plan congruente de recuperación. Finalmente Calles
con su famoso Pacto organizó las demandas gansteriles de la familia, para así
entregarle el país a Lázaro Cárdenas quien terminaría de aniquilar el capital
remanente con sus expropiaciones, repartos agrarios y más grave; el ataque al
concepto de la propiedad privada—base de la formación de capital--a través del
fomento de la cultura del colectivismo y la dependencia. Surgía así una nueva
generación de empresarios pegado a la ubre de las políticas estatales de fomento
y protección arancelarias, que los pusieran a salvo de la competencia de las
importaciones y del capital extranjero. Nos entregábamos al agrarismo,
socialismo y sindicalismo de Cárdenas y Lombardo Toledano.
En los
años 40 invitado por Don Luis Montes de Oca, el maestro Von Mises estuvo en
México para hacer una evaluación del daño causado por la plaga Cardenista. El
viejo economista produjo un librillo con su diagnostico, una serie de
recomendaciones para el tratamiento del comatoso, y lo más importante; una
advertencia de las consecuencias potenciales de no cambiar el rumbo. Von Mises
luego de unos meses en la capital mexicana, repentinamente renunció a su
cometido comentándole a su esposa Margarit: “Este país no tiene remedio, las
raíces Cardenistas son ya muy profundas y solamente el fracaso total hará que
los mexicanos se den cuenta de su grave error.” Obviamente el rumbo nunca se
cambió, la profecía de Mises ha cobrado vida.
Ah la
sabiduría de Von Mises. Como dice el poeta: “Ahora es tiempo de pasar las
apreturas. Cosecha amarga que tu levantarás. Frutas podridas tan solo
encontrarás. Y así te hundes mientras tu mas te apresuras.”
Me
parece ha llegado la hora que los mexicanos durante muchos años evadimos; el
debut del cirujano de hierro para salvar al enfermo. Ese cirujano que se atreva
a llevar a cabo la delicada operación que ya urge pues el enfermo se desangra.
Aquí no se trata de usar términos elegantes de ingeniería financiera; se trata
simplemente de usar el sentido común y no seguir de limosneros—el concepto que
me describía mi tío. Se trata de actuar con el valor de un héroe para no
heredarle a generaciones futuras el México que a nosotros nos heredaron los
revolucionarios, y ahora amenaza con explotarnos en la cara.
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