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Thursday, December 15, 2016

Inflación no es aumento de precios

 
Hay una unanimidad casi completa entre economistas y diversos comentaristas en que la inflación es un aumento general de los precios de bienes y servicios. A partir de esto, se establece que todo lo que contribuya a aumentar los precios pone en marcha la inflación. Una caída en la tasa de desempleo o un aumento en la actividad económica se ve como un potencial detonante inflacionista. Algunos otros de donantes, como los aumentos en los precios de materias primas o en los salarios de los trabajadores también se consideran como amenazas potenciales.



Si la inflación es solo un aumento general en los precios, como cree el pensamiento popular, ¿por qué se considera una mala noticia? ¿Qué tipo de daño produce?
Los economistas de la corriente principal sostienen que la inflación causa compras especulativas, lo que genera despilfarro. La inflación, se dice, también erosiona las rentas reales de pensionistas y gente con rentas bajas y causa una mala asignación de recursos. La inflación, se argumenta, también perjudica al crecimiento económico real.
¿Por qué debería un aumento general en los precios dañar algunos grupos de personas y no a otros? ¿O cómo lleva la inflación a una mala asignación de recursos? ¿Por qué debería debilitar el crecimiento económico real un aumento general de los precios?
También, si la inflación se activa por diversos factores como el desempleo o la actividad económica entonces sin duda es solo un síntoma y por tanto o no causa nada como tal.
Para saber qué es la inflación tenemos que hacer su definición. Pero para hacer la definición de inflación tenemos que establecer cómo aparece este fenómeno. Tenemos que remontarnos a su origen histórico.

La esencia de la inflación

Históricamente, la inflación se origina cuando un gobernante de un país, por ejemplo un rey, obliga a sus ciudadanos a darle todas sus monedas de oro bajo pretexto de que una nueva moneda de oro iba a remplazar a la vieja. En el proceso, el rey podía falsificar el contenido de las monedas de oro doluyéndolo con algún otro metal y devolviendo monedas con menor cantidad de oro los ciudadanos. Sobre esto, Rothbard escribió:
Lo más habitual era que la acuñación fundirea y reacuñara las monedas del reino, devolviendo a los súbditos la misma cantidad de “libras” o “marcos”, pero de un peso menor. Las onzas de oro o plata sobrantes se las embolsaba el rey que las usaba para pagar sus gastos.[1]
Al diluir las monedas de oro, el gobernante puede ahora acuñar una mayor cantidad de monedas y embolsarse para su propio uso las monedas adicionales acuñadas. (Puede ahora desviar recursos reales a sí mismo). Lo que ahora pasa por ser una moneda de oro puro es en realidad una moneda de oro diluido.
El aumento en el número de monedas producido por la dilución de las monedas de oro es inflación. Como consecuencia del aumento en la cantidad monedas que se disfrazan como monedas de oro puro, los precios en términos de monedas ahora suben (hay que cambiar más monedas para una cantidad concreta de bienes).
Advirtamos que lo que tenemos aquí es una inflación de monedas, es decir, una expansión de monedas. Como consecuencia de la inflación, el gobernante puede dedicarse a un intercambio de nada por algo (puede realizar una acción de desviar recursos de los ciudadanos a sí mismo).
Advirtamos también que el aumento en precios en términos de monedas se produce debido a la inflación de monedas. Observemos sin embargo que es el aumento de monedas producido por la dilución de las monedas de oro lo que permite aquí el desvío de recursos por parte del gobernante y no un aumento de precios como tal.
Bajo el patrón oro, la técnica de abuso del medio de intercambio se hizo más sofisticada a través de la emisión de papel moneda no respaldado por oro.
Por tanto, la inflación significa un aumento en la cantidad de recibos por oro debido a que los recibos que no estaban respaldados por oro sino falsificados como representantes reales del propio dinero, el oro.
El poseedor de recibos no respaldados puede ahora realizar un intercambio de nada por algo. Como consecuencia del aumento en la cantidad de recibos (inflación de recibos) ahora tenemos también un aumento general de los precios.
Observemos que el aumento de los precios se desarrolla aquí debido al aumento de los recibos de papel que no están respaldados por oro.
Asimismo, lo que tenemos aquí es una situación en la que los emisores de recibos no respaldados en papel desvían bienes reales a sí mismos sin hacer ninguna contribución a la producción de bienes.
En el mundo moderno, el dinero ya no es sino papel moneda; por tanto la inflación en este caso es un aumento de las existencias de papel moneda.
No decimos que el aumento de la oferta monetaria cause inflación. Lo que estamos diciendo es que la inflación es el aumento de la oferta monetaria.

La inflación es destrucción de riqueza

Advirtamos que los aumentos en la oferta monetaria ponen en marcha un intercambio de nada por algo. Desvían fondos reales de los generadores de riqueza hacia los poseedores del dinero recién creado. Esto es lo que pone en marcha la mala asignación de recursos, no el aumento de precios como tal.
Caen las rentas reales de los generadores de riqueza, no debido aumentos generales en los precios, sino debido a aumentos en la oferta monetaria. Cuando se expande el dinero (es decir se crea de la nada) los poseedores del dinero recién creado pueden desviar bienes hacia sí mismos sin hacer ninguna contribución a la producción de bienes.
Como consecuencia, los generadores de riqueza que han contribuido a la producción de bienes descubren que el poder adquisitivo de su dinero ha bajado, ya que ahora hay menos existencias de bienes y no pueden ejercitar completamente sus derechos sobre bienes finales, ya que dichos bienes no están ahí.
Una vez los generadores de riqueza tienen menos recursos reales a su disposición, esto evidentemente va a perjudicar a la formación de riqueza real. Como consecuencia, el crecimiento económico va a verse bajo presión.
Los aumentos generales de precios, que siguen a los aumentos en la oferta monetaria, solo señalan una erosión de la riqueza real. Los aumentos de precios por sí mismos no causan sin embargo esta erosión.

¿Pueden causar inflación los aumentos en los precios de las materias primas?

Según la mayoría de los economistas, un factor importante detrás de un aumento general en los precios es el aumento en los precios de las materias primas.
Hemos visto que la inflación se produce por un acto deliberado de devaluación de moneda: en un patrón oro emitiendo papel moneda no respaldado por oro, mientras que en un patrón papel con un aumento en la oferta de papel moneda.
Un aumento de los precios de las materias primas como tal no está relacionado con un acto de malversación. Por ejemplo, en una economía real de mercado, un aumento en el precio del petróleo frente a los precios de otros bienes es solo un reflejo de un cambio en la demanda de la gente. Evidentemente, no tiene nada que ver con una acción de devaluación de moneda producida por un aumento en la oferta monetaria a partir de la nada.
Asimismo, si el precio de petróleo sube y la gente continúa utilizando la misma cantidad de petróleo que antes, se verá obligada a asignar más dinero a este. Si las existencias de dinero de la gente no han cambiado, hay menos dinero disponible para otros bienes y servicios.
Esto significa por supuesto que el precio medio de otros bienes y servicios debe bajar. Repetimos que hay que recordar que un precio es la suma de dinero pagado por una unidad de un bien. (El término “medio” se usa aquí de manera conceptual. Somos muy conscientes de que esa media no puede calcularse).
Advirtamos que el dinero total gastado en bienes no cambia; sólo se ha alterado la composición del gasto, con más en petróleo y menos en otros bienes. El precio medio de los bienes o dinero por unidad de bien no ha cambiado.
Por tanto, la tasa de aumento de los precios de bienes y servicios en general va a verse limitada por la tasa de crecimiento de la oferta monetaria, en igualdad de condiciones, no por la tasa de crecimiento del precio del petróleo.
No es posible que los aumentos en el precio del petróleo pongan en marcha un aumento general en los precios de bienes y servicios sin el correspondiente apoyo de una mayor oferta monetaria creada de la nada.
Podemos por tanto concluir que el llamado aumento general en los precios que parece seguir a un aumento en el precio de una materia prima como el petróleo se debe en realidad a un aumento en la oferta monetaria creada de la nada. (Advirtamos que como una inyección de dinero no entra instantáneamente en todos los mercados, un aumento general de los precios se debe a aumentos previos en la oferta monetaria).
La mayoría de los economistas, cuando explican los aumentos generales en los precios, a lo que llaman inflación, no mencionan nunca la palabra dinero. La razón de esto es la falta de una buena correlación estadística entre cambios en dinero y cambios en diversos índices de precios como el IPC.
El que los cambios en la oferta monetaria causan cambios en los precios no puede asegurarse por medio de correlación estadística.
Una correlación estadística, o una falta de esta, entre dos variables no debería ser el factor determinante para establecer la causalidad. Debe determinarse por medio de razonamiento con respecto a la estructura de causalidad.

¿Pueden las expectativas de inflación disparar un aumento General en los precios?

Hemos visto que, como norma, un aumento general de los precios de los bienes se produce debido a un aumento en la cantidad de dinero pagado por los bienes, en igualdad de condiciones.
La clave por tanto para los aumentos generales de los precios, que se califican como inflación en el pensamiento popular, son los aumentos en la oferta monetaria.
¿Pero qué pasa con la situación en la que los aumentos en los precios de materias primas disparan expectativas de inflación, lo que a su vez fortalece un aumento general de los precios? ¿Deben sin duda ser también las expectativas de inflación un factor importante que actúa detrás del aumento general de los precios?
De acuerdo con la mayoría de los economistas, las expectativas de inflación son el factor clave para los aumentos en los precios generales.
Una vez la gente empieza a prever una inflación más alta en el futuro, aumenta su demanda de bienes en el presente, haciendo así que aumenten los precios de los bienes.
Asimismo, de acuerdo con el pensamiento popular, las expectativas de los trabajadores de una mayor inflación les impulsan a reclamar salarios más altos. Los aumentos en los salarios aumentan a su vez el coste de producir bienes y servicios y obligan a las empresas a trasladar estos aumentos a los consumidores aumentando los precios.
Es verdad que las empresas establecen precios y también es verdad que los empresarios cuando establecen precios tienen en cuenta los diversos costes de producción. Sin embargo, las empresas están en último término a merced del consumidor, que es el árbitro final.
El consumidor determina si el precio establecido es “correcto”, por decirlo así. Ahora bien, si no aumentan las existencias de dinero los consumidores no tendrán más dinero para apoyar el aumento general en los precios de bienes y servicios, si no cambia nada más.
Por tanto, ante expectativas de precios más altos en el futuro, en igualdad de condiciones, los consumidores no podrán aumentar su demanda de bienes en el presente y empujar al alza los precios sin tener más dinero. Consecuentemente, la cantidad de dinero gastado por unidad de bien permanecerá sin cambios.
Así que independientemente de las expectativas que tenga la gente, si no ha aumentado la oferta monetaria, tampoco puede aumentar el gasto monetario de la gente en bienes. Esto significa que ningún fortalecimiento general en los aumentos de los precios puede tener lugar sin un aumento en el ritmo de inyección monetaria.
Advirtamos que las expectativas inflacionistas como tales no causan una devaluación de la moneda, así que en este sentido un aumento en las llamadas expectativas de inflación no tiene nada que ver con la inflación, es decir, con un aumento en el dinero creado de la nada.
Imaginemos que por algún medio la Fed consigue convencer a la gente de que las políticas del banco central pretenden detener la inflación y mantener la estabilidad de precios, pero al mismo tiempo el banco central también aumenta la tasa de crecimiento de la oferta monetaria.
Aunque las expectativas de inflación fueran estables, se pondría marcha el proceso destructivo independientemente de dichas expectativas, debido al aumento en la tasa de crecimiento del dinero. Advirtamos que las expectativas y percepciones de la gente no pueden compensar este proceso destructivo.
No es posible alterar los hechos de la realidad por medio de expectativas. El daño que se hizo no puede deshacerse por medio de expectativas y percepciones.
Cuando la inflación se ve como un aumento general de los precios, cualquier cosa que contribuya a aumentar los precios se califica como inflacionista. Ya no son el banco central y la banca de reserva fraccionaria las fuentes de inflación, sino varias otras causas
En este marco, no solo el banco central no tiene nada que ver con la inflación, sino que, por el contrario, al banco se le considera como algo que lucha contra la inflación.
Sobre esto, Mises escribió:
Para evitar ser culpado de las nefastas consecuencias de la inflación, el gobierno y sus secuaces recurren a un truco semántico. Tratan de cambiar el significado de los términos. Llaman “inflación” a la consecuencia inevitable de la inflación, que es el aumento de los precios. Así han relegado al olvido el hecho de que este aumento se produce por un aumento de la cantidad de dinero y sustitutivos del dinero. Nunca mencionan este aumento. Atribuyen la responsabilidad del aumento del coste de la vida a las empresas. Es un caso clásico del ladrón gritando “al ladrón”. El gobierno, que produjo la inflación multiplicando la oferta de dinero, culpa a los fabricantes y mercaderes y presume de papel de ser un defensor de los precios bajos.[2]

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