Ricardo Valenzuela
Cuando iniciaba mi carrera profesional en la década
de los años 70, tuve la fortuna de que a las escasas dos semanas de haber
arribado a la ciudad de Mexico, mi padre hiciera un viaje de negocios a la
misma y muy a su estilo, desde nuestro encuentro en el aeropuerto me giraba
instrucciones del plan que había ya confeccionado el cual, obviamente me incluía,
pero con la flexibilidad de permitirme algún tiempo libre, pues me encontraba
en esos momentos dedicado a las entrevistas de mi primer trabajo.
El motivo de la excursión de mi padre, era el
llevar a cabo el pago de la extorsión anual al entonces Departamento de Asuntos
Agrarios y Colonización, para de esa forma evitar las invasiones de nuestros
ranchos ganaderos que, como la mafia siciliana, eran promovidas por batallones
de líderes campesinos en su nómina si alguien no cumplía con el ritual.
El plan incluía visitar su hermano, el tío
Gilberto, quien siendo más de 20 años mayor, había ocupado el lugar de su padre
cuando mi abuelo prematuramente falleciera. Siendo un fiestero joven que
iniciaba la tercera década de su vida, no me entusiasmó la idea, pero luego de
recordar los impactantes encuentros con ese hombre en años anteriores, me
pareció que algo realmente interesante me aguardaba. Mexico despedía la década
de los años 60 y aun cuando su economía era un ejemplo de estabilidad bajo el
comando del tiránico Diaz Ordaz, en el recipiente se iniciaba ya el hervido de
un potaje que marcaría para siempre al país.
Después del episodio de la matanza de
Tlatelolco, los mexicanos ahora miraban con esperanza hacia el candidato recién
revelado por el partido de gobierno; Luis Echeverría. Un oscuro burócrata de
profesión quien ocupaba la Secretaria de Gobernación, habiéndola escalado en
medio de una nube de misterio y grises desempeños. Echeverría era un político joven
quien, desde al momento de su “destape,” había sufrido una transformación de
ser un hombre seco y desagradable, al de una persona cuyo perfil se develaba
como alguien que tenia urgencia por hablar, lo cual hacia como un gran torrente
desorganizado y sin dirección.
Al dia siguiente mi padre y yo esperábamos al tío
Gilberto. Nunca pensé sería el inicio de algo que marcaría mi vida. El tío
llegaba al hotel con una puntualidad inglesa y luego de que el chofer
estacionara el auto, para mi fue sorpresa ver como aquel hombre ya rayando los
80 años de edad, sale del mismo con gran agilidad para luego abrazar a mi padre
con gran cariño. Voltea hacia mí sonriendo para afirmar; a este muchacho parece
que lo fertilizaron, cuando también cariñosamente me abraza. Minutos después transitábamos
las calles de la ciudad hacia su casa de Sierra Candela en las lomas de
Chapultepec.
El hijo mayor del tío, también del mismo
nombre, en esos momentos ocupaba la Secretaria de Obras Públicas en la
administración de Diaz Ordaz, y él lo expresaba con orgullo. Media hora después
hacíamos la entrada a su casa donde su esposa de toda la vida, la tía Sofía,
nos recibe con muestras de gran afecto, sobre todo para mi padre, a quien ella también
consideraba como otro mas de sus hijos. Nos pasan a una pequeña salita y nos
ofrecen un aperitivo para antes de la comida.
Luego de que mi padre y su hermano se pusieran
al dia con todas las noticias de la familia, recordar algunas de sus historias
en Europa y mi tío hacer añoranzas de Sahuaripa, me pregunta; y tu hijo, ¿Qué
andas haciendo por estos rumbos? Me vine a buscar nuevos horizontes aquí en la
ciudad de Mexico, le respondo. Ante sus genuinos interrogatorios, le explico
que mi intención era ser banquero y pensaba que la mejor forma de iniciar era
en esa ciudad. Le explico también como ya me entrevistaba con algunos bancos en
la ciudad. Al final del informe el tío me dice, pues espero que te contraten en
el Banco de Comercio, es el mejor banco del país.
De inmediato pasa a tu tema favorito; la
política y afirma. No me gusta lo que estoy escuchando de ese muchacho que
destaparon para la presidencia. ¿Que es lo que no te gusta? Le inquiere mi
padre. Nada, responde tajante el tío. Me da la impresión de ser un hombre
superficial, pero lo que más me preocupa, es que sus mensajes revelan lo que me
parece gran amargura contra algo o alguien, que no puedo entender. Me parece un
hombre desbocado que no está siguiendo la disciplina que los priistas han
manejado siempre como su evangelio. Y no lo hace porque sea un nuevo
reformista, me parece que es torpe y su mensaje lo interpreto como una
capirotada de Cárdenas y Toledano, pero con la autocracia Callista y Porfirista.
Vivimos en un mundo peligroso hoy dia. Tenemos
en puerta un grave enfrentamiento entre dos corrientes muy diferentes; el
comunismo que cada dia avanza a mas velocidad, y lo que ahora representa los EU,
que yo no entiendo. Las ideas liberales que le dieron vida a ese país se han
estado abandonando y emerge un estado cada vez más poderoso desplazando a la
sociedad civil. Mexico después de 40 años de era post revolucionaria, no ha
logrado identificación y mucho menos lo que tanto se buscaba, progreso en
primer lugar, y la famosa democracia. Y este hombre me da la impresión de que
no entiende su alrededor y habla y actúa como si fuera un Mesías con soluciones
que ante sus mensajes, asoman una grave luz de alarma.
Con una visión casi profética procede ahora el
tío: Creo que este hombre como presidente va a ser algo incontrolable y, con un
sistema que de por si les entrega un peligroso poder, Echeverría lo va a llevar
a extremos que ni nos imaginamos. Pienso que es un hombre a quien la autocracia
lo seduce y atrae más que a Calles. Luego de disfrutar una exquisita comida de
nuevo nos estacionábamos en la bella salita. El tío continuaba expresando sus
preocupaciones por el futuro del país.
Llega el momento de retirarnos y estos hombres
al despedirse se funden en un abrazo como presagi ando
que ya no se volverían a ver. El tío entonces me dirige la mirada y me dice:
Quiero que vengas a visitarme seguido, no te me pierdas. Claro le digo, se lo
prometo. El chofer ahora nos regresaba al hotel y es cuando mi padre me pide:
Ve seguido a ver a Gilberto y otra cosa, en las conversaciones que tengas con él,
toma notas, pues algún dia te van a servir. Pero ¿para qué? Le pregunto
confundido. Me responde; Gilberto fue una de las mentes más brillantes de la
revolución y su gran ideólogo y una de sus grandes frustraciones, es que los
postulados con los que se peleó y por los cuales tanta gente dio la vida, no se
han cumplido.
Siguiendo el consejo de mi padre, durante los
tres años que viví en la ciudad de Mexico tuve una serie de reuniones con mi
tío con frecuencia semanal, de las cuales siempre tomaba nota. Al abandonar la
ciudad en mi regreso a Hermosillo, fui a despedirme. Como siempre me recibía
con gran gusto y luego de explicarle mis planes, iniciamos la despedida cuando
me pregunta; ¿Qué piensas hacer con las notas que tomabas? No lo tengo claro le
respondo, pero se que las voy a dar a conocer a los mexicanos del futuro.
No comments:
Post a Comment