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Monday, December 5, 2016

Aztecas vs Griegos



“LA HUMANIDAD, EN SU LARGA REBELIÓN EN CONTRA DE LAS MONARQUÍAS Y SUS HEREDEROS, HA LLEVADO EL ANCESTRAL CONCEPTO DE IGUALDAD A NIVELES QUE EL SUPREMO OBJETIVO DE JUSTICIA Y OPORTUNIDAD HA MUTADO ARRIBANDO A ESE FATAL IGUALITARISMO.”


RICARDO VALENZUELA
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En esta era de un progresismo desbocado personificado en figuras como Hugo Chávez, Evo Morales y el resto del zoológico, el historiador, Charles Murray, quien escandalizara al mundo con la publicación de su libro, The Bell Curve, luego de agredir el igualitarismo nacido en un mal parto de la Revolución Francesa, de nuevo provoca controversia publicado un escrito en el WSJ con sugestivo título; Aztecas VS Griegos.



La humanidad, en su larga rebelión en contra de las monarquías y sus herederos, ha llevado el ancestral concepto de igualdad a niveles que el supremo objetivo de justicia y oportunidad ha mutado arribando a ese fatal igualitarismo cuyo moderno ejecutor, ahora, es el aparato gubernamental enterrando la recompensa de acuerdo a esfuerzo y habilidades, ejercidos en el campo parejo de competencia abierta para todos.

Murray se ubica en el centro del huracán afirmando los seres humanos somos diferentes y, por lo mismo, requerimos diferentes tratamientos y producimos resultados igualmente diferentes. Pasa a definir un pequeño porcentaje de la población mundial que porta un coeficiente intelectual (IQ) de más de 120 puntos, a los cuales etiqueta como “intelectualmente favorecidos.” Es decir, menos del 10% de la población mundial es intelectualmente superior.

Señala cómo en los EU—donde todavía operan los mercados en profesiones elite: medicina, ingenierías, economía, ciencias, academia, etc, la asignación que produce la libertad recluta esos intelectualmente benditos para ocupar esos campos. Este porcentaje de la población produce la mayoría de los libros, los buenos artículos en los diarios, las mejores películas. Son también quienes invaden laboratorios para inventar nuevos medicamentos, chips para computadoras, novedosos programas y toda clase de tecnología avanzada que catapulta el progreso.

Combinando este pequeño grupo de agraciados, nos daremos cuenta de la gran influencia que tienen en el comportamiento de las economías, en la salud o enfermedad de nuestra cultura, en la seguridad o debilidad de nuestras instituciones y, por lo mismo, en la buena o mala marcha de los países. Es cuando Murray procede con su nueva afirmación: “El futuro de la humanidad depende de la forma en que eduquemos la siguiente generación de seres agraciados con esta inusual forma de inteligencia.”

Sin embargo, debido a ese deformado igualitarismo, no solamente se ignora este segmento de la población, se le discrimina. Llega a mi mente la genial escena de la cinta; La Ley de Herodes. Ante el asesinato del presidente municipal de un pequeño pueblo, el asistente del Secretario de Gobierno le presenta multitud de candidatos para sustituirlo. Después de leer infinidad de expedientes, decide evitar la revisión de uno de éstos, ante lo cual el Secretario pregunta “¿Y ese por qué no?” El asistente responde: “Porque este es muy pendejo.” Es cuando el funcionario excitado revira: “Ese es el que necesitamos.”

Pero además, en esta era no es conveniente hablar de la existencia y responsabilidad especial de los superdotados, porque hacerlo es reconocer desigualdad en habilidades y pecar de elitismo. En México, esto provoca situaciones felliniscas como el movimiento de los estudiantes para lograr el pase automático y, por lo mismo, miles de títulos profesionales para gente que difícilmente pueden leer y escribir, que luego pasan a manejar los destinos del país especialmente en la burocracia.

Pero un peligro aun más grande, es que a esos seres intelectualmente premiados se les instale un mal programa a través de nuestros fatales sistemas de educación. Una computadora construida con el hardware más avanzado, portando un mal programa produce resultados verdaderamente destructivos. Es cuando encontramos hombres como AMLO, poseedor de una indiscutible inteligencia, cuyas conductas fueron moldeadas por destructivos programas intelectuales acompañados de valores totalmente deformados, y tenemos a Frankenstein.

En otras sociedades, ignorando el concepto de humildad, se promueve esos favorecidos se consideren superiores. Por ello, prepararlos para asumir su responsabilidad debe incluir sumergirlos en el estudio de la ética y de la historia. No es suficiente el que esos niños dotados sean gentiles, deben distinguir el concepto del bien y mal. Y es aquí donde Murray provoca su siguiente explosión afirmando: “No se les debe promover tengan el mismo respeto por los Aztecas y los Griegos. Se les debe dar una dosis ligera de los aztecas y una profunda de los griegos.” Es decir, no se les debe enseñar el no hacer juicios, sino hacer juicios inteligentes.

Llama a revivir el concepto de educación liberal y su propósito: Preparar a la elite para su tarea y si su afirmación se asemeja a los Guardianes de Platón, acudamos a la sabiduría de Buckley cuando afirmara: “En nuestros sistemas políticos, es más probable llegar a ser gobernados por los primeros 200 nombres en el directorio telefónico, que por la facultad de Harvard.” Tal vez por eso los expertos afirman conceptos como, “el mandato de la mayoría, el justo reparto,” son emanados del Manifiesto Comunista.

Quizá entonces entendamos también las palabras de Thoreau: “Las masas nunca emergen a semejanza del mejor de sus miembros, por el contrario, se degradan al nivel del más ruin y bajo.”

Pero a pesar de las acciones afirmativas, igualdad de oportunidad a huevo, los superdotados avanzan en el dominio de las áreas importantes de las sociedades. Lo que ahora procede, es aceptarlo y proceder a instalarles los programas adecuados para que asuman sus responsabilidades con la sabiduría requerida. Para ello es importante entender que: “Todos los seres humanos somos iguales, pero no debe ser el nacimiento, sino la virtud y el trabajo lo que provoque su diferencia. Y tratar una  igualdad forzada, es una irresponsabilidad universal.”

Murray cierra afirmando esto no es finalizar un argumento, es el inicio de una discusión; no es presentar recetas, sino buscar realismo en nuestros sistemas de educación. Es aceptar que algunos niños sobresaldrán sobre otros, proceder a encontrar la fórmula para educar a los menos dotados, y puedan tener las mejores oportunidades sin cobijar complejos, envidia ni resentimientos.

Hay que entender y aceptar la existencia de inteligencias privilegiadas, y buscar la mejor forma de nutrir a esos niños que la poseen para darles las armas y se conviertan en los líderes justos del mañana. Tal vez entonces no retumbe en mis oídos la respuesta de un joven burócrata de cuarta, cuando al arengarlo para desarrollar su capital intelectual responde: “El progresar en política, es cuestión de servir a buenos padrinos.”  AMEN.

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