Mark Leonard
Mark Leonard is Director of the European Council on Foreign Relations.
Europa, sola en el mundo de Trump
LONDRES
– Otra vez sola. Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, Europa ha
mirado al mundo a través de una lenta transatlántica. Ha habido
altibajos en la alianza con Estados Unidos, pero fue una relación
familiar construida sobre la sensación de que nos respaldaríamos
mutuamente en una crisis y de que somos esencialmente parecidos.
La
elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos amenaza con
poner fin a todo esto -al menos por ahora-. Trump cree más en los muros y
en los océanos que en la solidaridad con los aliados, y dejó en claro
que colocará a Estados Unidos no sólo en primer lugar, sino también en
segundo y tercero. "Ya no someteremos a este país o a su pueblo",
declaró Trump en su principal discurso sobre política exterior, "al
falso canto de la globalización".
Los
europeos no sólo tendrán que acostumbrarse a Trump; también van a tener
que mirar al mundo con ojos diferentes. Existen cuatro razones para
esperar que los Estados Unidos de Trump sean la mayor fuente única de
desorden global.
Primero,
las garantías norteamericanas ya no son confiables. Trump ha
cuestionado si defendería o no a los miembros de la OTAN en Europa del
este si ellos no hacían más para defenderse a sí mismos. Ha dicho que
Arabia Saudita debería pagar por la seguridad norteamericana. Ha
alentado a Japón y a Corea del Sur a conseguir armas nucleares. En
Europa, Oriente Medio y Asia, Trump ha dejado en claro que Estados
Unidos ya no desempeñará el papel de policía; por el contrario, será una
compañía de seguridad privada lista para ser contratada.
Segundo,
las instituciones globales estarán bajo ataque. Trump esencialmente
rechaza la visión de que el orden mundial liberal que Estados Unidos
construyó después de la Segunda Guerra Mundial (y que expandió después
de la Guerra Fría) es la manera más económica de defender los valores y
los intereses norteamericanos. Al igual que George W. Bush después del
11 de septiembre de 2001, ve a las instituciones globales como
restricciones intolerables a la libertad de acción de Estados Unidos.
Tiene una agenda revisionista para casi todos estos organismos, desde la
Organización Mundial de Comercio hasta la OTAN y las Naciones Unidas.
El hecho de que quiera poner en práctica el "arte de la negociación" en
todas las relaciones internacionales -renegociando los términos de cada
acuerdo- probablemente genere una respuesta negativa similar entre los
socios de Estados Unidos.
Tercero,
Trump cambiará por completo las relaciones estadounidenses. El mayor
temor es que sea más amable con los enemigos de Estados Unidos que con
sus aliados. El principal desafío para los europeos es su admiración por
el presidente ruso, Vladimir Putin. Si Trump, al querer congraciarse
con Putin en busca de un gran acuerdo, reconoce la anexión de Crimea por
parte de Rusia en 2014, la UE quedaría relegada a un papel casi
imposible.
Cuarto,
hay que tener en cuenta la imprevisibilidad de Trump. Inclusive durante
los 18 meses de la campaña presidencial, Trump ha tenido opiniones
enfrentadas sobre casi todas las cuestiones. El hecho de que hoy dirá lo
contrario de lo que dijo ayer, sin admitir que ha cambiado de opinión,
muestra hasta qué punto el capricho es su método.
Uno
de los beneficios del sistema político estadounidense es que ofrece un
período de gracia de dos meses para prepararse para el mundo de Trump.
¿Qué deberían hacer los europeos al respecto entonces?
En
primer lugar, necesitamos intentar que aumente nuestra influencia sobre
Estados Unidos. Sabemos por los escritos y el comportamiento de Trump
que probablemente se asemeje a otros presidentes fuertes y trate la
debilidad como una invitación a la agresión. La experiencia en Irak nos
ha demostrado que una Europa dividida tiene poca capacidad para influir
sobre Estados Unidos. Pero cuando Europa ha trabajado de manera conjunta
-en materia de privacidad, política de competencia e impuestos-,
negoció con Estados Unidos desde una posición de fortaleza.
Lo
mismo fue válido para la llamada política E3+3 sobre Irán -cuando los
grandes estados miembro de la UE, al mostrarse unidos, lograron
modificar la postura de Estados Unidos-. Para estar en una posición de
ventaja, la UE ahora necesita iniciar un proceso para acordar políticas
comunes sobre seguridad, política exterior, migración y economía. Será
difícil, ya que Europa está muy dividida, sumado al hecho de que Francia
le teme al terrorismo, Polonia le tiene pavor a Rusia, Alemania está
exacerbada por la cuestión de los refugiados y el Reino Unido está
decidido a obrar por cuenta propia.
En segundo lugar, los europeos deberían mostrar que son capaces de construir alianzas con otros. La UE debe dialogar con otras potencias para apoyar a las instituciones globales contra el revisionismo de Trump. Y también necesita diversificar sus relaciones de política exterior. En lugar de esperar a que Trump margine a la UE y priorice a Rusia y a China, los europeos deberían hacer su propio juego. ¿Deberían, por ejemplo, comenzar a consultar con los chinos sobre el embargo de armas de la UE para recordarle a Estados Unidos el valor de la alianza transatlántica? ¿Podría la EU desarrollar una relación diferente con Japón? Y si Trump quiere hacerse amigo de Rusia, ¿no debería acaso poner en práctica el proceso de Normandía respecto de Ucrania?
En
tercer lugar, los europeos necesitan empezar a invertir en su propia
seguridad. De Ucrania a Siria, de los ciberataques a los atentados
terroristas, la seguridad de Europa está siendo puesta a prueba de
diferentes maneras. A pesar de que, intelectualmente, se entiende que
500 millones de europeos ya no pueden contratar su seguridad a 300
millones de norteamericanos, la UE ha hecho poco por achicar la brecha
entre sus necesidades y sus capacidades de seguridad. Es hora de
fortalecer el plan franco-alemán para la defensa europea. Y será
importante encontrar maneras institucionalizadas de incorporar al Reino
Unido a la nueva arquitectura de seguridad de Europa.
En todas
estas áreas, los europeos deben mantener la puerta abierta a la
cooperación transatlántica. Esta alianza -que muchas veces ha salvado a
Europa de sí misma- es más importante que cualquier individuo. Y, en
cualquier caso, Trump no durará para siempre. Pero es más factible que
la relación transatlántica sobreviva si se basa en dos pilares que
entienden y defienden sus propios intereses.
Resultará
difícil adoptar esta agenda -particularmente porque Europa enfrenta su
propia marca de nacionalismo populista-. La líder del Frente Nacional de
extrema derecha de Francia, Marine Le Pen, fue una de las primeras
personas en felicitar a Trump por su victoria, y Trump ha dicho que
pondría al Reino Unido al frente de la fila después del Brexit. Pero
inclusive a los líderes más parecidos a Trump de Europa les resultará
más difícil defender su interés nacional si intentan actuar por cuenta
propia. Para sobrevivir en el mundo de Trump, deberían intentar hacer
que Europa sea grande otra vez.
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