RICARDO VALENZUELA
Durante muchos años, tal vez desde que tengo uso de la razón, cada vez que se aproximan las elecciones presidenciales he sido testigo cuando los mexicanos desenterramos el alcanforado dicho: “Está flaca la caballada”. Con ello, cada ciudadano expresa sus diferentes grados de frustración, ante la interminable lista de gobiernos que han puesto su grano de arena para mantener al país pobre, ignorante, explotado, subdesarrollado y ante su desesperación, miles de compatriotas abandonándolo.
Hoy día, para unos es la gran decepción ante el primer gobierno verdaderamente emanado de la voluntad popular al cual, con razones o sin ellas, los mexicanos entregaron, no solo sus sueños, sus esperanzas y su futuro, para ahora ver una magra cosecha de realidades. Para otros, el hartazgo ante los abusos, corrupción, ineptitud y arrogancia exhibidos durante casi un siglo. Otros más, añorando las migajas regadas sobre la mesa de la desesperanza en altares como el ejido, los bancos de desarrollo, los subsidios, la certidumbre del calvario.
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