Alineados con el despotismo
Los caudillos populistas cuando
pierden el respaldo del pueblo, y está en riesgo la incondicionalidad
del núcleo duro que le apoya, procuran apuntalarse con una política
exterior particularmente activa a la que se prestan gobiernos cómplices
como la mayoría de los que integran los No Alineados
Por Pedro Corzo
El Movimiento de Países No Alineados
desde su constitución fue un artificio, una falsa que pretendía marcar
distancia de los dos bloque hegemónicos de la Guerra Fría cuando en
realidad sus principales gestores siempre fueron partidarios de los
partidos únicos, democracias centralizadas y en forjar alianzas que en
alguna medida favorecían a la extinta Unión Soviética.
El Movimiento fue gestado y desarrollado
por líderes nacionalistas con profunda vocación autoritaria, a
excepción del presidente de la India, Jawaharlal Nehru, el único de sus
fundadores que se sometió a elecciones periódicas y plurales en un
ámbito de relativo respeto a los derechos ciudadanos.
Gamal Abdel Nasser, gobernó Egipto
durante 18 años, solo la muerte le sacó del poder, Josip Broz Tito, fue
el hombre fuerte de Yugoslavia por 35 años, la muerte lo separó del
cargo a los 87 años, Ahmed Sukarno partidario de la democracia dirigida
controló los destinos de Indonesia por 21 hasta su derrocamiento y Kwame
Nkrumah, Ghana, país que dominó por 11 años hasta su destitución por un
golpe estado.
No es razonable esperar que de estos
caudillos como gestores, vendedores de sueños y promesas sin
sustentación real, que se consideran únicos intérpretes de los valores y
necesidades de la nación que representan, pueda surgir una entidad con
objetivos diferentes a los de sus promotores.
Cierto que la mayoría de las
organizaciones internacionales, tanto Naciones Unidas como la
Organización de Estados Americano, actúan como corporaciones en la
defensa de sus accionistas que son los gobernantes y no los pueblos que
supuestamente estos representan, pero donde mejor se expresa esa
condición es el MNOAL.
El padrastro de los No Alineados fue
Fidel Castro. A partir de su ingreso en 1961 en la Cumbre de Belgrado el
movimiento se inclinó más hacia los intereses de la URSS y las
tentativas por representar una posición neutral entre las grandes
potencias, fueron declinando hasta desaparecer.
Cuando el gobierno de Cuba aceptó
instalar cohetes con capacidad nuclear en su territorio era miembro de
la organización, sin embargo, el jerarca yugoslavo que la presidía a
pesar de sus serias diferencias con el Kremlin no le puso reparó a la
alianza Castro-Jruschev, tampoco criticaron a La Habana por apoyar la
invasión soviética a Checoslovaquia, ni manifestaron oficialmente su
opinión sobre la agresión a un estado soberano, y guardaron silencio
ante el respaldo de Fidel Castro a la invasión soviética de Afganistán
en momentos en que este presidía la organización y se celebraba en La
Habana la Sexta Cumbre.
La decadencia de la entidad que se
inició con el fin de la URSS, siempre favoreció en sus décadas cumbres a
unos pocos de los países miembros y no a todos sus integrantes.
El unilateralismo en la política global
afectó dramáticamente el modesto protagonismo que en la política
internacional tuvo la organización, lo que se aprecia con la poca
relevancia que los países miembros le confirieron a la recién concluida
Cumbre de Margarita, en la que lucieron en todo su esplendor el
autócrata de Zimbabue, Robert Mugabe, 29 años en el poder y el dictador
Raúl, de la dinastía de los Castro, 57 años aplastando los derechos de
los cubanos.
Nicolás Maduro pretendió usar la cumbre
de Margarita como una muestra de su influencia y poder en las relaciones
internacionales pero fracasó en el intento, porque independiente a la
decadencia del MNOAL, su capacidad de convocatoria se mostró
prácticamente nula a pesar de los más de 200 millones de dólares que
gastó en el espectáculo.
Los caudillos populistas cuando pierden
el respaldo del pueblo, y está en riesgo la incondicionalidad del núcleo
duro que le apoya, procuran apuntalarse con una política exterior
particularmente activa a la que se prestan gobiernos cómplices como la
mayoría de los que integran los No Alineados.
Nicolás Maduro pretende refundar
Naciones Unidas mientras el país se hunde en el tremedal que Hugo Chávez
creó y que durante su mandato ha profundizado. Se ha comprometido a
democratizar el organismo internacional cuando le niega a la oposición
el derecho constitucional de efectuar un referendo revocatorio que a los
NO Alineados les tiene sin cuidado, como es de esperar en una entidad
que fue fundada por autócratas.
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