Isaac Katz considera que el cambio nuevo Secretario de Hacienda es una buena oportunidad para reducir el gasto público y hacerlo más eficiente.
Primero, la política fiscal expansiva que se ha ejercido durante los últimos cuatro años derivó en incurrir en déficits primarios, es decir, el gobierno se endeudó para pagar el servicio de la deuda, lo cual es a todas luces equivocado.
Para el próximo año se planteó alcanzar un superávit primario equivalente al 0,4% del PIB, esperando logarlo con un recorte de 239.000 millones de pesos al gasto público así como un significativo aumento de la recaudación; se ve complicado lograrlo. Primero, habrá que ver qué hacen los diputados y senadores a la hora de aprobar la Ley de Ingresos y el Presupuesto de Egresos de la Federación; en años anteriores se inventaron ingresos que no se materializaron por lo que el déficit fue mayor al previsto. Segundo, el estimado de recaudación depende en gran medida de la tasa a la cual crezca la economía. En los Criterios de Política Económica se estima una tasa puntual de 2,5% (dentro de un rango de entre 2 y 3%), sustentada en una recuperación del sector industrial estadounidense (lo cual se ve complicado). De lo que no queda duda es que el próximo año el sector público enfrentará una restricción presupuestal dura, lo cual lleva al segundo comentario.
El saldo de los requerimientos financieros está por alcanzar el 50% del PIB que aunque no es alto al compararse con otros países como Japón, EE.UU. y los países europeos, sí representa un problema. Como lo señaló el Gobernador del Banco de México, se está en el "límite de lo razonable". El servicio de la deuda pública es de los rubros del presupuesto, junto con el pago de pensiones, que más han aumentado (quitando recursos a otros destinos de gasto como sería el de inversión) más el peligro latente de un aumento de las tasas de interés internas y externas. De ahí la importancia de reducir el flujo y el saldo de requerimientos financieros.
Tercer comentario. No es papel del Secretario de Hacienda que los recursos se ejerzan con eficiencia y eficacia simplemente porque no lo puede hacer. La responsabilidad recae enteramente sobre los funcionarios que los ejercen; a ellos es a quienes se les tiene que hacer el llamado y sujetarlos a una efectiva rendición de cuentas. Sabemos que prácticamente ningún gobierno en el mundo es eficiente a la hora de gastar porque los derechos de propiedad sobre los recursos que un gobierno gasta no están definidos. También sabemos que en el caso particular de México, en el presupuesto federal existen una infinidad de programas que son solo un desperdicio de recursos con rentabilidad social incluso negativa, un presupuesto repleto de subsidios y transferencias que no tienen un impacto positivo en la contribución del gasto público al crecimiento económico. Lograr una mayor eficiencia y eficacia del gasto implica eliminar muchos de estos programas así como reestructurar otros pero también sabemos que un burócrata defenderá su programa como "gato boca arriba". Es responsabilidad de los diputados analizar con detalle el presupuesto y aprobar uno que sea efectivamente uno de "base cero". Dudo mucho que lo vayan a hacer.
En finanzas públicas, el tiempo nos alcanzó. Advertencia: con las finanzas públicas no se juega.
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