Axel Kaiser considera que tanto la derecha
como la izquierda chilena se niegan a reconocer la inmensa contribución
de los Chicago Boys en la creación del Chile moderno: un país
democrático con una economía de mercado.
Si no fuera por las reformas realizadas por los "Chicago boys" y mantenidas por los gobiernos de la Concertación, este país sería peor que el cordero frío. Como decía Álvaro Bardón, seríamos un país "basurita latinoamericano". Y es que fueron los "Chicago boys" los que pusieron freno a la corrupción, despilfarro e ineficiencia del sistema de sustitución de importaciones. Fueron ellos los que iniciaron la revolución en materia de política social, focalizando el gasto y permitiendo que llegara a quienes realmente lo necesitan. Fueron también ellos quienes pusieron coto al saqueo sistemático de empresas estatales inservibles y quebradas. Fueron ellos los que bajaron la inflación de 1.000% anualizado a menos de 10%. Ellos fueron también los que crearon el sistema de pensiones más exitoso en la historia occidental, quitándoles a los políticos la llave de los ahorros de los trabajadores chilenos para que no pudieran robárselos nuevamente. Ellos iniciaron la revolución en la educación, antes realmente excluyente, convirtiéndola en un bien accesible a las masas. Ellos comenzaron la apertura comercial de Chile al mundo permitiéndonos a los ciudadanos adquirir bienes de todas partes y atraer capitales fundamentales para nuestro progreso social. Ellos le entregaron un país creciendo al 7% al Presidente Aylwin, sentando así las bases económicas de la democracia que tenemos hoy y sin las cuales esta no existiría. Fue, en fin, su sistema el que redujo la pobreza de un 50% a cerca de 7%. En pocas palabras, los "Chicago boys" son los padres fundadores del Chile moderno, uno en el cual todos, pero especialmente los más pobres, viven mucho mejor. Esa es la verdad, el resto es reggaetón.
En cualquier país medianamente sensato y de líderes intelectualmente honestos, los "Chicago boys" tendrían un monumento en el centro de la ciudad capital por haber reconstruido la nación desde las cenizas. Pero como estamos en Chile, no tienen siquiera una fonda en su honor. En cambio, tenemos una estatua honrando a Salvador Allende frente a La Moneda, el Presidente más fracasado de la historia nacional, aunque debe reconocérsele que era un gozador, algo bien escaso entre los políticos actuales.
Como sea, no es por casualidad que tenemos la idiosincrásica frase "el pago de Chile". Y quien sabe, así como vamos, tal vez la Presidenta Bachelet termine también con una estatua frente a La Moneda en reconocimiento por su labor de haber reintroducido el populismo socialista y haber iniciado el desmantelamiento de nuestro proceso modernizador.
Como de costumbre, muchos no van a tragarse esa longaniza y van a decir que eso es una exageración ridícula, que nuestro país seguirá firme camino al desarrollo, otra actitud típicamente nacional conocida como "en Chile esas cosas no pasan". Es cierto, puede ser que no lleguemos a tanto, pero ¿a usted le cabe duda de que eso es lo que buscan nuestros demagogos y populistas? ¿Y quién está ahí para detenerlos? ¿La derecha? ¡Por favor! Para decirlo en términos dieciocheros, en la cueca política, la derecha claramente es la gallina. Por lo menos la izquierda, populista y todo, tiene coraje. No anda muerta de susto defendiendo sus ideas aunque sean fracasadas y engañen a la gente en el camino. Peor aun, en la derecha está resurgiendo el romanticismo estatista social cristiano que tanto daño causó a nuestro país en el pasado. De manos de políticos e ideólogos antiliberales de escaso realismo intelectual y rampante ignorancia en materia económica, esta corriente de ideas, rayana en el misticismo, está encaminando a sectores de derecha a renegar de la transformación libertaria que sacó a este país del tercermundismo que siempre lo caracterizó, allanando de paso el camino al proyecto socialista. ¿O usted cree que socialcristianos confundidos serán capaces de ofrecer un proyecto realmente opuesto al estatismo que promueve la izquierda? ¿Acaso no ha visto cómo nos ha pegado la resaca cada vez que nos hemos tomado la chichita de la DC? Ni el aguardiente casero con harina tostada genera tanto daño neuronal.
Por eso, antes de que la derecha y la izquierda unidas terminen por arruinar de veras el país, propongo crear un monumento para los "Chicago boys" en un lugar emblemático de Santiago. Después de todo, fue la revolución libertaria -y no la socialista ni la socialcristiana- la que de verdad trajo para todos las empanadas, el vino tinto, el blanco, el rosé, el ensamblaje, el espumante, etc. Quién sabe, así como van las cosas, tal vez ese monumento sea lo único del milagro económico que usted pueda mostrarles a sus nietos mientras les cuenta la historia de cómo se jodió Chile y ellos cazan pokemones con la cara de Milton Friedman
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