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Monday, September 19, 2016

Los beneficios de la libertad económica

Ian Vásquez reseña el más reciente Índice de Libertad Económica en el Mundo publicado por el Fraser Institute.

Ian Vásquez es Director del Centro para la Libertad y la Prosperidad Global del Cato Institute.
Solo basta mirar los casos de Chile y Venezuela para confirmar algunas de las lecciones globales más importantes que ofrece el nuevo índice sobre la “Libertad económica en el mundo”, publicado esta semana por el Fraser Institute de Canadá.
De los 159 países de los cuales el índice evalúa su nivel de libertad económica —el tamaño de su Estado, apertura económica, peso regulatorio, etc.— Venezuela se ubica en el último lugar, mientras que Chile, en la posición 13, tiene la economía más libre de América Latina. Chile está tocando las puertas de ser un país desarrollado luego de décadas de haber aumentado su libertad económica, mientras que Venezuela es más pobre hoy que en los años setenta, cuando empezó su declive en libertad económica (el chavismo solo aceleró una caída que ya se estaba dando).



No es casualidad. La evidencia mundial muestra que a más libertad económica, mayor prosperidad y mayor crecimiento. No debe sorprender. El aumento de libertad incrementa tanto la productividad como el nivel y la calidad de las inversiones, lo cual conlleva a más riqueza. Lo impresionante es que aumentos aparentemente menores de libertad económica producen resultados dramáticamente diferentes. Si uno separa las economías del mundo en cuatro grupos por su nivel de libertad, encuentra que el ingreso per cápita de los más libres es de US$41.000, mientras que el próximo grupo goza de la mitad de ese ingreso.
Países alrededor del mundo han descubierto el poder de la libertad económica en los últimos 35 años. Es así como China y la India, por ejemplo, al liberalizar sus economías, han podido crecer entre 7% y 10% por décadas y sacar a cientos de millones de personas de la pobreza, cosa inédita en la historia, tanto en su escala como en su rapidez. Es por eso también que la desigualdad mundial, que había estado creciendo por un par de siglos, empezó a disminuir en ese período. Los pobres están alcanzando a los ricos a nivel mundial. En los ochenta, el 40% de la humanidad vivía en la pobreza; hoy la tasa de pobreza mundial está por debajo del 10%.
La brecha también se está cerrando en términos de prácticamente todos los indicadores de bienestar humano —expectativa de vida, acceso a agua potable, mortalidad infantil, etc.— y a un paso aun más acelerado. Además, la libertad económica está fuertemente relacionada con las libertades políticas y civiles. La democratización se ha expandido en la medida que se han abierto las economías. Las libertades civiles y democráticas son casi imposibles de mantener sin un nivel razonable de libertad económica. No es casualidad que un Chile autoritario se volvió democrático en la medida que liberalizó su economía, mientras que la Venezuela democrática se volvió autoritaria en la medida que reprimió su economía.
La tendencia global liberalizadora de las últimas décadas se caracteriza por otra brecha que se cierra —la de la libertad económica entre los países ricos y pobres—. Los niveles de libertad de las naciones en desarrollo se han elevado y están cada vez más cerca del de los ricos. Desafortunadamente, el nivel de libertad económica de los países ricos comenzó a caer desde la década pasada después de haber aumentado por varios decenios y solo recientemente ha empezado a levantarse un poco. En algunos casos, como el de EE.UU., cayó marcadamente. Ni la libertad económica de EE.UU. ni la del promedio de los países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) han recuperado sus niveles más altos. Esto importa porque la libertad de los países más libres ha beneficiado enormemente a toda la humanidad, incluso a los menos libres.
Hay poco que un país como el Perú, que se encuentra en la posición 52 del índice, pueda hacer acerca de la actitud de los países ricos. Pero el mensaje positivo es que los países pueden ser dueños de sus destinos. En ese sentido, urge prestar atención al indicador en el que el Perú sale mal calificado en el índice: Estado de derecho. Dado que la evidencia muestra que los países con bajos puntajes en esa área terminan perjudicando su desarrollo, hay mucho que nos falta hacer para fortalecer la libertad económica peruana.

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