Hernán Bonilla señala que la crisis del Mercosur consisten en que o Venezuela asume la presidencia rompiendo el acuerdo o no la asume dejando la posición vacante.
La situación es la siguiente, de acuerdo a las normas del bloque Uruguay debería dejar la presidencia pro tempore y, por orden alfabético, le correspondería a Venezuela. Como Venezuela sufre una ominosa dictadura ejercida por un personaje incalificable como Nicolás Maduro, Paraguay y Brasil se oponen ya que entienden, razonablemente, que sería el fin del acuerdo. Argentina, aparentemente como consecuencia de las discrepancias entre su presidente y su canciller, no ha asumido posición y Uruguay, insólitamente, ha quedado como el único país aliado al delirio bolivariano.
La posición de Uruguay, y del canciller Nin Novoa en particular, resulta difícil de comprender porque en general ha tenido buen tino en lo que va del actual gobierno. Más allá del bloqueo que el FA ha impuesto sobre la política de mayor apertura comercial que intentó llevar adelante la Cancillería, no debe dejar de reconocerse el intento, solitario y al final frustrado, del canciller. En este caso sin embargo el yerro es importante. Al mismo tiempo que calificó al régimen venezolano de “democracia autoritaria”, un eufemismo poco feliz en todo caso, termina siendo su único defensor y ante el mundo nuestro país queda alineado con Venezuela.
Entiéndase bien, somos los únicos defensores de una dictadura atroz que viola los derechos humanos, la libertad de prensa y que está matando a su pueblo de hambre y por falta de medicamentos. Que se hunda en la corrupción y el desastre un régimen socialista no tiene nada de raro, es la forma en definitiva en que terminaron todos los ensayados a lo largo de la historia en el mundo. Que tenga el apoyo de una democracia como la uruguaya sí resulta incomprensible e inexcusable.
Ampararse en las formalidades del orden alfabético resulta de una inocencia candorosa o de una complicidad vergonzosa. Por mucho menos se suspendió a Paraguay en 2012 y para cumplir con la forma y el fondo hubiera bastado con suspender a Venezuela por falta de condiciones democráticas. Lamentablemente, y contrario sensu, a lo que afirma el gobierno, lo que correspondía desde el punto de vista jurídico y desde la defensa de la mejor tradición del Uruguay en el ámbito internacional era la sanción a Venezuela. Simplemente con esa resolución nos hubiéramos ahorrado toda este sainete que amenaza, finalmente, por enterrar un acuerdo comercial que hace rato no funciona y que solo ocasiona dolores de cabeza.
No se vislumbra una solución en las horas que quedan antes del naufragio, pero duele que en este momento de definiciones claras Uruguay quede del lado equivocado de la historia. Mientras los países del pacífico avanzan abrazando la libertad política y económica, Uruguay se pega un tiro en un pie en defensa de una dictadura siniestra que tiene los días contados.
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