El encuentro responde a una invitación del presidente mexicano al candidato republicano a la Casa Blanca
Washington
/
Ciudad de México
escaldada por la xenofobia y los vituperios del republicano,
verá cómo su presidente le da la mano al hombre que ha pedido construir
un muro para separar ambos países. “Creo en el diálogo para promover
los intereses de México en el mundo y, principalmente, para proteger a
los mexicanos donde quiera que estén”, se justificó Peña Nieto en
Twitter.
La reunión se celebrará horas antes del “gran discurso” que Trump ha anunciado que dará en Phoenix (Arizona) sobre inmigración, uno de los pilares de la campaña del republicano y que se basa, al menos hasta ahora, en propuestas como la construcción de un muro con México para impedir la entrada de inmigrantes indocumentados. Durante el año largo que lleva en campaña, Trump ha calificado a los migrantes procedentes del país vecino como “criminales” y hasta “violadores” y ha criticado duramente el tratado de libre comercio con México y Canadá por el daño que afirma hace en los trabajadores estadounidenses.
Frente a estos ataques, la Administración mexicana ha reafirmado su
decisión de “no opinar ni involucrarse” en la campaña electoral
estadounidense. Así lo reiteró Peña Nieto durante su última visita a la Casa Blanca
a finales de julio. “El próximo presidente electo encontrará en México y
en su gobierno una actitud positiva, propositiva y de buena fe para
engrandecer la relación entre ambas naciones”, aseguró en Washington el
mandatario mexicano.
En sintonía con esta idea, el pasado viernes la presidencia mexicana giró invitaciones a ambos candidatos estadounidenses. El gesto, bien recibido por los aspirantes, no trascendió y fue visto como una oportunidad de oro por Trump. No tardaron en reaccionar. El martes por la tarde, su equipo, saltándose las normas habituales, anunció que al día siguiente su candidato estaría en México.
El golpe de efecto fue acogido, en un primer momento, con perplejidad por la diplomacia mexicana. Ni la Presidencia ni la Secretaria de Exteriores dieron confirmación oficial de la visita relámpago y, fuera de los focos, subrayaron que una reunión con el presidente de México no se improvisaba de un día para otro. Pero a las pocas horas, esta actitud cambió radicalmente. A través de Twitter, Peña Nieto confirmó la reunión. La decisión, según fuentes diplomáticas, había sido adoptada directamente por él para “proteger los intereses de los mexicanos”. "Puede ser beneficioso para México y fortalecer la rectificación que ha emprendido Trump en su discurso", señaló un alto funcionario.
La apuesta es arriesgada. Desde que el huracán Trump apuntó a su vecino del sur, las autoridades mexicanas han tratado de calmar las aguas y mostrar la mejor de sus caras ante los vituperios xenófobos del multimillonario. Su objetivo declarado ha sido evitar un incendio que beneficiase al republicano y quitase margen de maniobra a Hillary Clinton, la aspirante que los mexicanos prefieren de forma apabullante. Esta estrategia no ha evitado que el aspirante estadounidense haya convertido a México en una de sus dianas preferidas.
Pero el resultado no ha sido el esperado. Las encuestas han mostrado que sus ataques a los migrantes le alejaban de las corrientes mayoritarias del voto. Consciente de ello, Trump ha protagonizado en las últimas semanas un lento giro y ha intentado congraciarse con aquellos a los que insultó.
Ahora, con su viaje a México, Trump acelera vertiginosamente esta aproximación y vuelve a situarse en el centro del tablero. La estocada es profunda. Su llegada a la tierra que ha satanizado durante meses no sólo deja momentáneamente fuera de juego a Clinton y pone en un difícil brete a Peña Nieto, cuya opinión pública percibe a Trump como un peligro, sino que, sobre todo, le da oxígeno a sí mismo, ofreciendo una imagen de moderación y concordia. Los elementos que necesita para acercarse a su objetivo: la Casa Blanca.
Donald
Trump ha dado el golpe sorpresa. Horas antes de su gran discurso contra
la inmigración, el multimillonario republicano blanqueará su imagen con
un viaje relámpago a México. Aunque se trate de una visita privada, la
reunión este miércoles con el presidente Enrique Peña Nieto muestra a
las claras la habilidad de Trump para apropiarse del escenario político y
le proporciona una inesperada plataforma desde la que recuperar un
terreno donde las encuestas marcaban un inexorable deterioro. Más
difícil será la digestión para México, cuya opinión pública, La reunión se celebrará horas antes del “gran discurso” que Trump ha anunciado que dará en Phoenix (Arizona) sobre inmigración, uno de los pilares de la campaña del republicano y que se basa, al menos hasta ahora, en propuestas como la construcción de un muro con México para impedir la entrada de inmigrantes indocumentados. Durante el año largo que lleva en campaña, Trump ha calificado a los migrantes procedentes del país vecino como “criminales” y hasta “violadores” y ha criticado duramente el tratado de libre comercio con México y Canadá por el daño que afirma hace en los trabajadores estadounidenses.
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En sintonía con esta idea, el pasado viernes la presidencia mexicana giró invitaciones a ambos candidatos estadounidenses. El gesto, bien recibido por los aspirantes, no trascendió y fue visto como una oportunidad de oro por Trump. No tardaron en reaccionar. El martes por la tarde, su equipo, saltándose las normas habituales, anunció que al día siguiente su candidato estaría en México.
El golpe de efecto fue acogido, en un primer momento, con perplejidad por la diplomacia mexicana. Ni la Presidencia ni la Secretaria de Exteriores dieron confirmación oficial de la visita relámpago y, fuera de los focos, subrayaron que una reunión con el presidente de México no se improvisaba de un día para otro. Pero a las pocas horas, esta actitud cambió radicalmente. A través de Twitter, Peña Nieto confirmó la reunión. La decisión, según fuentes diplomáticas, había sido adoptada directamente por él para “proteger los intereses de los mexicanos”. "Puede ser beneficioso para México y fortalecer la rectificación que ha emprendido Trump en su discurso", señaló un alto funcionario.
La apuesta es arriesgada. Desde que el huracán Trump apuntó a su vecino del sur, las autoridades mexicanas han tratado de calmar las aguas y mostrar la mejor de sus caras ante los vituperios xenófobos del multimillonario. Su objetivo declarado ha sido evitar un incendio que beneficiase al republicano y quitase margen de maniobra a Hillary Clinton, la aspirante que los mexicanos prefieren de forma apabullante. Esta estrategia no ha evitado que el aspirante estadounidense haya convertido a México en una de sus dianas preferidas.
Pero el resultado no ha sido el esperado. Las encuestas han mostrado que sus ataques a los migrantes le alejaban de las corrientes mayoritarias del voto. Consciente de ello, Trump ha protagonizado en las últimas semanas un lento giro y ha intentado congraciarse con aquellos a los que insultó.
Ahora, con su viaje a México, Trump acelera vertiginosamente esta aproximación y vuelve a situarse en el centro del tablero. La estocada es profunda. Su llegada a la tierra que ha satanizado durante meses no sólo deja momentáneamente fuera de juego a Clinton y pone en un difícil brete a Peña Nieto, cuya opinión pública percibe a Trump como un peligro, sino que, sobre todo, le da oxígeno a sí mismo, ofreciendo una imagen de moderación y concordia. Los elementos que necesita para acercarse a su objetivo: la Casa Blanca.
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