Por Robert Higgs
¿Se acuerda de la emergencia crediticia?
Por supuesto que sí. Nunca habíamos visto algo así, ni siquiera similar,
nos dijeron tanto las más altas autoridades financieras como sus perros
falderos en los medios de comunicación—no de un modo sereno, calmo y
sosegado, sino de una manera desalentadora que sugería la ruina
económica inminente a menos que el gobierno se dispusiera de inmediato a
“hacer algo”. Los cual hizo, por supuesto, en una escala jamás antes
vista en la historia de los Estados Unidos.
Por lo tanto, mirando hacia atrás, tal
como la gente se encuentra inclinada a hacer en esta época del año,
claramente podemos observar los signos delatores del desastre financiero
que golpeó a los mercados financieros el pasado otoño: la terrible
crisis crediticia, el “crédito congelado” que auguraba un completo
“descalabro económico” a menos que el gobierno tomase medidas dramáticas
para impedirlo. (Los voceros gubernamentales y los parlanchines de los
medios nunca se expresaron explícitamente acerca de si la cosa estaba
muy fría o muy caliente, mientras empleaban metáforas horripilantes en
todas las direcciones al mismo tiempo).
Pero, aguarde, ¡algo está terriblemente
errado en los antecedentes estadísticos! La devastadora crisis
crediticia, la mayor amenaza para este país desde que los rusos hicieron
explotar una bomba H, el acontecimiento económico más intimidante desde
la caída del mercado bursátil de 1929, el . . . (chisporroteo) . . .
(chisporroteo) . . . (las palabras fallan ante esa clase de pavores tal
como son evocados en las mentes de los banqueros, ministros de finanzas y
titanes financieros de toda índole) . . . . Bien, en cambio me siento
avergonzado, en nombre de todos estos gigantes de la elite gobernante,
al tener que informarle que el monstruo de la laguna carente de líquido
en verdad no aparece como tal en las series estadísticas más relevantes.
Probablemente la medición más importante
de las condiciones del mercado crediticio sea la cantidad de crédito
disponible de los bancos comerciales. Estas cifras
evidencian que aunque la mitad de 2008 no sobresale en una perspectiva
amplia, no lo hace debido a una alarmante contracción del crédito, sino
solamente en virtud de haber alcanzado una meseta de seis meses desde abril hasta septiembre.
Sin embargo, en ningún momento durante
ese intervalo, la cantidad de crédito disponible de los bancos
comerciales cae por debajo del monto disponible a comienzos del año.
Resumiendo, el crédito fue en verdad amplio, ciertamente, alto en todo
momento; simplemente dejó de crecer como lo hace usualmente durante seis
meses, fijo en alrededor de 9,4 billones de dólares (trillones en
inglés), mientras que un morador de Wall Street tras otro le decía a los
medios noticiosos que “no se está moviendo nada de dinero; el mercado
crediticio se encuentra completamente parado” o alguna otra patraña.
Después de lo cual, el crédito de los
bancos comerciales creció nuevamente, de modo tal que para finales de
año, la cantidad disponible era más del 8 superior a la de un año antes.
¡Vaya crisis crediticia! Realmente un année terrible.
Pero no menosprecie a este tonto engaño
demasiado rápido, porque, no obstante lo carente de fundamento que puede
haber sido en la realidad económica, fue de manera manifiesta lo
suficientemente bueno para el trabajo del gobierno. Y ese trabajo ha
colocado a los contribuyentes estadounidenses en una difícil situación
por billones de dólares (trillones en ingles) en obligaciones del Tesoro y puso a todos los tendedores de dólares estadounidenses frente al riesgo de tremendas pérdidas en el poder adquisitivo de su dinero.
La belleza del “Gran Engaño de 2008”,
desde la perspectiva de la clase dirigente, es que fue también un “Gran
Susto”, y tales temores sirven como pretextos
para los ataques más audaces de los gobernantes contra las vidas,
libertades y carteras de los ciudadanos. Usted casi tendría que admirar
la habilidad de la elite para lograr asustar al resto de nosotros y
hacernos caer en un pánico ciego e irracional sobre bases así de
endebles, si no fuera por la circunstancia de que después de que el
episodio ha transcurrido, nos encontramos mucho peor, nuestras
perspectivas económicas disminuyeron enormemente y nuestras libertades
fueron restringidas aún más por un Leviatán incluso más grande, con nada
positivo que mostrar a cambio salvo el ulterior enriquecimiento de un
puñado de grandes banqueros y otros malhechores de gran riqueza.
Traducido por Gabriel Gasave
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