La revolución es exactamente eso
Por Carlos Alberto Montaner
En Venezuela pasan hambre. Es la
revolución. No importa que sea el país potencialmente más rico del
mundo. Lo mismo sucedió en 1921 en la recién estrenada URSS. Murieron de
hambre un millón de rusos. Lenin se regocijó. “La revolución y yo somos
así, señora”. Les impidieron comerciar a los campesinos y el ejército
rojo les confiscó los alimentos, incluidas las semillas.
Pasó en China. Hubo veinte millones de
muertos. En ese país el dolor también es multitudinario. Pasó en Camboya
y en Norcorea, donde algunos sujetos desesperados recurrieron a la
antropofagia. Pasa siempre. En Cuba sesenta mil personas perdieron la
vista o la movilidad de sus miembros inferiores por la neuritis
periférica generada por la desnutrición tras el fin del subsidio
soviético.
Castro chilló contra el “bloqueo”. Al
Ministro de Sanidad, que advirtió lo que pasaba, lo echaron de su
puesto. La revolución también es callarse la boca. No era el embargo.
Era la revolución. Siempre es la revolución. Al bengalí Amartya Sen le
dieron el premio Nobel de Economía por demostrar que las hambrunas
invariablemente son causadas por la intromisión del Estado. Cualquiera
de las víctimas del comunismo se lo hubiera podido explicar a los suecos
con la misma claridad sin necesidad de obtener un doctorado en
Cambridge.
¿Por qué lo hacen los comunistas? ¿Son
sádicos? ¿Son estúpidos e incurren en los mismos errores una y otra vez?
Nada de eso. Son revolucionarios empeñados en crear un mundo nuevo a
partir de las recetas de Karl Marx.
¿No aseguraba Karl Marx que la
oligarquía dominante y el modelo de Estado eran la consecuencia del
régimen de propiedad capitalista? ¿No aseguraba que si una vanguardia
comunista se apoderaba de los medios de producción en nombre del
proletariado surgiría una sociedad nueva regida por hombres nuevos
dotados de una moral nueva?
Es una cuestión de prioridades. A los
revolucionarios comunistas no les interesa que la gente viva mejor o que
el campo y las fábricas produzcan más. Esas son tonterías
pequeñoburguesas propias de las democracias liberales en las que están
incluidos los traidores socialdemócratas, los democristianos y otras
especies menores empeñadas en la cháchara de la pseudojusticia social.
Las dos tareas esenciales de los
revolucionarios comunistas son, primero, demoler la estructura de poder
del “antiguo régimen” y sustituirla por su propia gente; segundo,
apoderarse del aparato productivo, arruinar a las empresas que no pueden
manejar y estatizar el resto para privar de recursos a los viejos
oligarcas capitalistas.
Son en estas dos actividades donde los revolucionarios comunistas demuestran si han triunfado o fracasado. Ese es el benchmark. Lenin y Stalin triunfaron, al menos por varias décadas. Mao y los Castro triunfaron. Chávez triunfó … por ahora.
¿Qué le importa a Maduro que haya niños
esqueléticos que se desmayen por hambre en las escuelas o que los
enfermos se mueran por falta de medicinas? Su definición del éxito nada
tiene que ver con la alimentación o la salud de los venezolanos, sino
con lo que en ese mundillo enfebrecido y delirante llaman, pomposamente,
la “consolidación del proceso revolucionario”.
Eso explica la lenidad ante el inmenso
robo al tesoro público o la complicidad con el narcotráfico.
Bienvenidos. Marx también entregó la coartada perfecta: están en la fase
de acumulación primaria del capital. En esta época de cambio de
régimen, como quien muda de piel, todo vale.
Ya habrá tiempo de restablecer la
honradez y confiar en que los planes quinquenales centralmente
planificados traerán algo parecido a la prosperidad. Por ahora se trata
de enriquecer a los revolucionarios clave: los Cabello, los sobrinos,
los generales dóciles, los boliburgueses, es decir, los revolucionarios
al servicio de la causa. Deben tener los bolsillos llenos para que
puedan ser útiles.
¿Se entiende ahora por qué los
revolucionarios comunistas repiten una y otra vez el mismo esquema de
gobierno? No están equivocados. El desbarajuste es parte de la
construcción del nuevo Estado.
¿Se comprende por qué los Castro le
aconsejan a Maduro que siga el improductivo modelo cubano y por qué éste
los obedece perrunamente? Lo que les importa a los chavistas es
mantener el poder y cambiar las élites de gobierno por las suyas
propias.
¿Se explican los colombianos qué quiere
decir “Timochenko” cuando promete revolucionar a Colombia cuando llegue
al poder? ¿O Pablo Iglesias en España cuando asegura que utilizará en su
país la misma receta que les recomendaba a los venezolanos? Son
coherentemente destructivos.
La revolución es eso. Exactamente eso. Nada más y nada menos.
El autor es periodista y escritor. Su último libro es la novela Tiempo de Canallas.
No comments:
Post a Comment