El gran economista Carl Menger
Este artículo está extraído del libro Ten Great Economists: From Marx to Keynes.
Apareció originalmente bajo el título “Carl Menger” en Zeitschrift für
Volkswirtschaft und Sozialpolitik, Nueva Serie, vol. I (1921), pp.
197-206.
Una prueba de fuego de un argumento es
puede considerarse decisivo por sí mismo o si se sostiene necesitando
una larga lista de argumentos subsidiarios que lo apoyen. Igualmente,
una prueba de fuego de la importancia de la obra vital de un hombre es
si puede distinguirse en ella un solo logro que signifique por sí mismo
grandeza o si puede retratarse solo como un mosaico en el que se han
ensamblado muchas pequeñas piezas. Menger fue uno de esos pensadores que
pueden reclamar un solo logro decisivo que hizo historia científica.
Su nombre estará por siempre ligado a un
nuevo principio explicativo que he revolucionado todo el campo de la
teoría económica. Cualquier rasgo importante o amable que uno pueda
atribuir a su persona, cualquier logro científico adicional que pueda
uno aducir, cualquier cosa que uno pueda decir acerca de su devoción por
la enseñanza y su asombrosa erudición, todo eso queda en el trasfondo
detrás de la elevada altura sobre la que se encuentra su figura. El
biógrafo de Menger, por supuesto, pondría todo este material junto en un
retrato complejo de una personalidad fuerte y atractiva. Pero este
retrato deriva su importancia de su gran logro y no hay necesidad de
esos detalles para otorgar fama al nombre de Menger.
Menger nos ha dejado después de veinte
años del más estricto retiro, durante los cuales ha explorado y ha
disfrutado a placer de los campos de su interés. Así que hemos obtenido
la distancia suficiente como para que nos permita explicar la obra de su
vida como parte de la historia de nuestra ciencia. Y es realmente
imponente. El trasfondo del que emergió la personalidad científica de
Menger puede dibujarse sumariamente. Fuera de las dudas prácticas, fuera
de las necesidades de la política práctica, se ha desarrollado un
pequeño fondo de conocimiento en materias económicas desde el siglo XVI;
las cuestiones de política monetaria y comercial desde entonces (lo que
equivale a decir desde que la moderna economía del intercambio empezó a
superar los límites de las villas y heredades) han llevado a
discusiones que de una forma primitiva enlazaban causas y efectos de
acontecimientos económicos sorprendentes. La lenta tendencia en la
dirección de una economía y el libre comercio venía acompañada de una
cada vez mayor corriente de panfletos y libros por parte de autores que
normalmente estaban más inclinados a resolver los problemas económicos
reales del momento que en pensar acerca de problemas más fundamentales.
Durante el siglo XVIII apareció una
ciencia consolidada que tenía sus propias escuelas, resultados disputas,
resúmenes de libros de texto y expertos estudiosos. Fue la primera
época de nuestra ciencia que podemos pensar que culminó en Adam Smith.
Luego siguió un periodo de análisis y especialización, con los clásicos
ingleses dominando el panorama que ahora nos preocupa, pues fue en este
terreno donde reside el logro de Menger. Ricardo puso su nombre a esta
época. En su periodo, se desarrolló un sistema coherente de doctrinas
que afirmaba un carácter científico y una validez general dentro de
amplios límites: la teoría económica pura había llegado.
Nunca quedará bastante claro por qué ese
rápido éxito vino seguido por una derrota tan completa. Varios de los
principales cerebros de la nueva disciplina seguían trabajando; aún no
habían pasado de la etapa de ocuparse de los fundamentos, pero ya somos
testigos de un estancamiento paralizante dentro del círculo de los
economistas y una desconfianza, hostilidad u olvido general fuera de él.
La culpa reside en parte en los defectos propios de lo que se había
logrado, la naturaleza primitiva de algunos de los métodos usados, la
superficialidad de parte del pensamiento y la claramente visible
inadecuación de algunos de los resultados. Sin embargo todo esto no
habría sido fatal ya que podía lograrse mejorar. Pero nadie empezó este
trabajo de mejora, nadie mostró interés en la estructura interna del
nuevo edificio teórico, porque (y aquí reside la otra causa del fracaso)
la opinión pública y los expertos se alejaron por una razón distinta:
la nueva doctrina había tenido demasiada prisa en tratar de resolver
cuestiones prácticas y entrar en disputas de partidos sociales y
políticos afirmando una validez científica. Así, la derrota del
liberalismo se convirtió asimismo en la derrota de la nueva doctrina.
En consecuencia, especialmente en
algunos países (particularmente en Alemania) había un antagonismo
generalizado a la teoría social y un atendencia a seguir la herencia
intelectual de la tradición filosófica e histórica se transmitió poco
más que la fachada de la política social y económica de la teoría
clásica a la siguiente generación, mientras que la vía hacia su
estructura interna estaba realmente bloqueada. Los jóvenes eran
escasamente conscientes de cuánto del conocimiento y aún de las mayores
posibilidades podían haber. Y así parecía como si la teoría no fuera más
que un interludio en la historia de las ideas, un intento de
cimentación para las políticas económicas de un periodo particularmente
breve. Por supuesto, era inevitable que pequeños trozos de teoría
persistieran aquí y allá entre los expertos. En casos aislados se
consiguieron logros de gran importancia, pero esencialmente el terreno
seguía sin pavimentar. Los nombres de Thünen y Hermann en Alemania no
cambian este veredicto. Solo la teoría socialista construyó sobre los
fundamentos metodológicos clásicos sin petrificarse.
Con la autonomía de la grandeza
científica, la obra vital de Carl Menger permanece en pie en agudo
contraste con su trasfondo. Si estímulo externo y ciertamente sin ayuda
externa, atacó el edificio medio arruinado de la teoría económica. Lo
que le hacía esforzarse no era el interés por al políticas económicas o
la historia de las ideas, ni un deseo de sumarse a la acumulación de
hechos, sino principalmente la búsqueda del teórico nato de nuevos
principios de conocimiento, de nuevas herramientas para ordenar los
hechos. Y aunque normalmente el investigador consigue en el mejor de los
casos un éxito parcial (la solución de uno de los muchos problemas
individuales de la disciplina), Menger se incluye entre los que han
demolido la estructura existente de una ciencia y la ha puesto
completamente sobre nuevos cimientos.
Siempre es difícil formular el principio
fundamental de una teoría para un círculo más amplio, pues la
formulación final de un principio fundamental siempre parece algo obvio.
El logro intelectual de un analista no consiste en el contenido de la
oración que expresa el principio fundamental, sino en su conocimiento de
cómo hacerlo fértil y cómo derivar de él todos los problemas de la
ciencia afectados.
Si decimos a alguien que el principio
fundamental de la mecánica se expresa en la oración de que un cuerpo
está en equilibrio si no se mueve en ninguna dirección, el hombre común
difícilmente entenderá la utilidad del teorema o del logro intelectual
que conlleva su formulación. Así que si decimos que la idea fundamental
de la teoría de Menger es que la gente valora las cosas porque las
necesita, debemos entender que esto no impresione al hombre común, e
incluso la mayoría de los economistas profesionales son hombres comunes
en materias teóricas. Los críticos de las teorías de Menger siempre han
mantenido que nadie podría no haber sido consciente del hecho de la
valoración subjetiva y de que nada podría ser más injusto que poner esa
trivialidad como una objeción a los clásicos. Pero la respuesta es muy
sencilla: puede demostrarse que casi todos los economistas clásicos
trataron de empezar con este reconocimiento y luego lo dejaron de lado
porque no podían progresar con él, porque creían que en el mecanismo de
la economía capitalista, la valoración subjetiva habría perdido su
función como motor del vehículo. Y al igual que la propia valoración
subjetiva, también los fenómenos de demanda basados en ella se
consideraban como inútiles en comparación con los hechos objetivos de
los costes. Incluso hoy, los críticos de la escuela de Menger
declararían de vez en cuando que la teoría subjetiva del valor puede
como mucho explicar los precios de existencias fijas de bienes de
consumo, pero nada más.
Por tanto lo que importa no es el
descubrimiento de que la gente compra, vende o produce bienes en la
medida en que los valoran desde el punto de vista de la satisfacción de
necesidades, sino un descubrimiento de un tipo bastante distinto: el
descubrimiento de que este simple hecho y sus orígenes en las leyes de
la necesidad humana son completamente suficientes para explicar los
hechos básicos acerca de todos los fenómenos complejos de la moderna
economía del intercambio y que a pesar de las chocantes apariencias en
contrario, las necesidades humanas son la fuerza motriz de mecanismo
económico más allá de la economía de Robinson Crousoe y la economía sin
intercambios. La cadena de pensamiento que lleva a esta conclusión
empieza con el reconocimiento de que la formación de precios es la
característica económica concreta de la economía (distinguiéndose de
todas las demás características sociales, históricas y técnicas) y de
que todos los acontecimientos concretamente económicos pueden entender
dentro del marco de la formación de precios. Desde un punto de vista
puramente económico, el sistema económico es meramente un sistema de
precios dependientes: todos los problemas especiales, como quiera se
califiquen, no son sino casos especiales de un solo y mismo proceso
constantemente repetido y todas las regularidades específicamente
económicas se deducen de las leyes de formación de precios. Ya en el
prólogo de la obra de Menger encontramos este reconocimiento como una
suposición evidente por sí misma. Su objetivo esencial es descubrir la
ley de formación de precios. Tan pronto como consigue basar la solución
de problema de los precios, tanto en sus aspectos de ‘demanda’ como de
‘oferta’, sobre un análisis de las necesidades humanas y sobre lo que
Wieser ha calificado como el principio de la ‘utilidad marginal’, todo
el complejo mecanismo de la vida económica aparecía súbitamente como
inesperada y transparentemente sencillo. Todo lo que quedaba por hacer
es simplemente desarrollarla y avanza r en le camino de los detalles
cada vez más complicados.
La obra principal, que contiene la
solución a este problema fundamental y apunta claramente a todos los
desarrollos futuros y que, junto con los escritos independientes casi
simultáneos de Jevons y Walras, debe considerarse como el fundamento de
la teoría económica moderna, lleva el título de Grundsätze der
Volkswirtschaftslehre, Erster Allgemeiner Teil y apareció en 1871.
Calmada, firme y claramente, perfectamente seguro de su causa, con una
elaboración cuidadosa de cada frase, nos presenta la gran reforma de la
teoría del valor. Los admiradores de Menger han comparado a menudo sus
logros con el de Copérnico, sus críticos han ridiculizado la comparación
aún más frecuentemente. Hoy se ha hecho imposible formarse una opinión
sobre este asunto: Menger reformó una ciencia en la que un pensamiento
rígidamente exacto era mucho más reciente e imperfecto que en la ciencia
en la que Copérnico puso los nuevos fundamentos. Hasta ese punto, el
logro técnico del último fue mucho mayor y más difícil, sin mencionar el
hecho de que era un campo en que los resultados no podían ser
verificados por el hombre común y están rodeados de misterio. Pero en
esencia y calidad la obra de Menger entra en la misma categoría, igual
que un comandante del ejército que dirija una pequeña tropa al triunfo
en un escenario bélico olvidado puede clasificarse en logro personal al
nivel de Napoleón o Alejandro, incluso aunque la clasificación
sorprendiera a alguien no familiarizado con las circunstancias. Las
comparaciones son generalmente engañosas y probablemente lleven a
discusiones inútiles. Pero como son un medio de definir la posición de
hombre para quienes no sean expertos en su sentido más estricto, nos
arriesgaremos a comparar a Menger con otros economistas. Si el
comparamos, por ejemplo, con Adam Smith nos choca inmediatamente que su
logro sea mucho más limitado que el del profesor escocés. Adam Smith dio
expresión a las necesidades prácticas de su tiempo y su nombre está
inseparablemente unido a la política económica de la época. El logro de
Menger es puramente científico y como contribución científica también es
puramente analítico. Su obra puede compararse solo con una parte de la
de Smith. Smith no fue en absoluto original y más en concreto en
problemas científicos básicos fue notablemente superficial. Menger
hurgaba profundo y descubrió totalmente por sí mismo verdades que le
eran muy inaccesibles a Smith.
Ricardo fue más su igual. Aquí tenemos
dos talentos teóricos, aunque dentro del ámbito de la teoría, dos
talentos esencialmente distintos. La fertilidad y agudeza de Ricardo
residen en las muchas conclusiones e ideas prácticas que consiguió
desarrollar a partir de cimientos muy primitivos. La grandeza de Menger
reside precisamente en esos cimientos y desde el punto de vista de la
ciencia pura es quien debe colocarse en un nivel superior. Ricardo es un
prerrequisito para Menger, un prerrequisito que el propio Menger
indudablemente no podría haber creado. Pero Menger quien derrota la
teoría ricardiana.
Como Menger y su escuela se consideraron
como los únicos competidores serios de la teoría marxista, puede
intentarse asimismo una comparación con Marx. De nuevo debe uno
descartar completamente a Marx el sociólogo y profeta y limitarse al
esqueleto puramente teórico de su obra. Menger competía solo en un
sector de la obra de Marx. Sin embargo en este sector supera
considerablemente a Marx, tanto en la fuerza de su originalidad como en
éxito. En el campo de la teoría pura, Marx es discípulo de Ricardo e
incluso de algunos de los seguidores de Ricardo, especialmente los
teóricos del valor socialistas y semi-socialistas que escribieron en
Inglaterra durante la década de 1820. Menger no es discípulo de nadie y
los creó se mantiene. Para evitar equívocos: no puede deducirse ninguna
sociología económica ni sociología del desarrollo económico de la obra
de Menger. Solo hace una pequeña contribución a la imagen de la historia
económica y la lucha de clases sociales, pero la teoría del valor, el
precio y la distribución de Menger es la mejor que tenemos hasta ahora.
He dicho que Menger no fue discípulo de
nadie. En realidad solo tuvo un antecesor que ya hubiera reconocido esta
idea básica con todo su significado y es Gossen. El éxito de Menger
rescató del olvido el libro de este pensador solitario. Aparte de él,
hay por supuesto muchos indicios de una teoría subjetiva del valor, e
incluso una teoría de los precios basada en ella, desde la escuela
escolástica en adelante, especialmente por Genovesi e Isnard y luego
también por algunos teóricos alemanes durante las primeras décadas del
siglo XIX. Pero esto todo esto supone algo poco más importante que el
hecho evidente que he mencionado antes. Con el fin de ver más en estos
indicios, deberíamos haber entendido su importancia mediante el trabajo
propio. Por otro lado, cualquier logro científico es siempre un rebrote
de árboles viejos. De otra forma la humanidad no sabe qué hacer con él y
el brote cae a tierra, olvidado. Pero en la medida en que puede haber
alguna originalidad en la vida científica, o en la vida humana en
general, la teoría de Menger le pertenece completamente a él, a él y a
Jevons y Walras.
Esto también explica la forma en que se
recibió su don y su primer destino. Su don fue el fruto de su
pensamiento y lucha durante la tercera década de su vida, ese periodo de
sacara felicidad que, en el caso de cada pensador, crea lo que
posteriormente se desarrolla. Nacido el 23 de febrero de 1840 tenía
justo treinta y un años cuando apareció su libro. Originalmente se
dirigía a Viena, pues con él quería cualificarse para enseñar y la
magnitud de su logro personal puede entenderse solo si recordamos en qué
desierto plantó sus árboles. Durante mucho tiempono había habido
señales de vida en el campo de nuestra disciplina. Debemos remontarnos a
1848, a Sonnenfels, cuyo libro fue el primer libro de texto oficial,
para encontrar al menos un buen rendimiento medio. Todo lo presentable
se importaba de Alemania. Los hombres con los que se encontró Menger
cuando empezó en la Universidad apenas tenían alguna comprensión de sus
ideas o del campo completo en que él podía hacerlas fructificar. Le
dieron esa fría recepción que luego nos relató. Sin embargo finalmente
se estableció, se convirtió en profesor y el paso del tiempo le trajo
los honores habituales del hombre de ciencia, pero nunca olvidó esa
lucha inicial. Además en Alemania permaneció olvidado, aunque solo fuera
porque el campo estaba dominado por la política social por un lado y
por la investigación de los detalles de la historia económica por el
otro. Muy solo y sin una plataforma en la que su voz pudiera expresarse,
sin ninguna esfera de influencia y sin el aparato que tradicionalmente
está por todas partes a disposición del poseedor de una cátedra
importante, se vio confrontado con una completa falta de comprensión,
que a su vez dio lugar a la hostilidad.
Todo aquel que entienda la historia
interna del progreso científico conocerá todas las tácticas empleadas en
pequeños círculos con el fin de obtener la aceptación de las nuevas
ideas. Menger no sabía cómo se hacía, e incluso si lo hubiera sabido no
tenía los medios para realizar sus propias campañas. Pero su poderosa
fortaleza penetró a través de todas las junglas y triunfó sobre todos
los ejércitos hostiles. En primer lugar, esto fue exclusivamente mérito
suyo. Hay dentro del alma humana una conexión sutil e íntima, no siempre
visible y a veces aparentemente ausente, entre la energía intelectual
que puede liberarse de las visiones tradicionales y hurgar
independientemente en lo profundo de las cosas y la facultad de fundar
escuelas: esa fascinación peculiar que atrae y convence a los futuros
pensadores. En el caso de Menger, la concentración de su obra
intelectual llevaba directamente a la concentración en divulgar sus
resultados. Aunque nunca se expresó de nuevo sobre el asunto de la
teoría del valor, implantó sus principios en toda una generación de
estudiantes. Aparte de eso, percibió correctamente que en Alemania no es
que se rechazara su propia teoría, sino cualquier teoría y batalló para
establecer el lugar correcto del análisis teórico en asuntos sociales. A
esta batalla (bien conocida como laMethodenstreit) debemos su trabajo
sobre la metodología de las ciencias sociales en el que trató, con rigor
sistemático y mediante formulaciones que no han sido mejoradas
habitualmente hasta hoy, aclarar el campo de la investigación exacta a
partir de una maleza de confusión metodológica. También esta
contribución es de valor permanente, a pesar de que los posteriores
avances en la teoría del conocimiento pueden habernos llevado más allá
en muchos aspectos. Sería injusto para su contribución principal
calificar a esta obra posterior como igualmente importante; aún así su
influencia educativa en sus contemporáneos fue incalculable. No tuvo
influencia fuera de Alemania y no había necesidad de que la tuviera.
Pues fuera de Alemania las ideas que trataba de establecer ya habían
sido comúnmente aceptadas en su mayor parte. Fue un hito para el
desarrollo de la ciencia en Alemania.
Además, un sino amable le favoreció en
la propagación de sus ideas. Con una buena fortuna que raramente recae
en el grupo de fundadores de escuelas: una alianza con dos iguales
intelectuales que pudieron continuar directamente su trabajo al mismo
nivel de poder original: Böhm-Bawerk y Wieser. La obra y trabajos de
estos dos hombres (que estaban ligados entre sí y que, a pesar de su
propia vocación por el liderazgo intelectual, no les impedía referirse
constantemente a Menger) crearon la “escuela austriaca”, que conquistó
lentamente el mundo científico de su campo concreto para sus ideas. El
éxito tarda en llegar. Aparece frecuentemente en una forma que es
comprensible psicológicamente, pero al mismo tiempo no muy agradable y
que siempre podemos observar en la historia de la ciencia si a un grupo
le falta lo que podríamos llamar los medios de publicidad científicos.
Así que aunque se acepten las cosas esenciales, esta aceptación no viene
acompañada por un reconocimiento agradecido, sino por un rechazo formal
basado en asuntos secundarios. Esto es lo que ocurrió en Italia. Los
principales teóricos ingleses no estaban libres de esta debilidad. La
recepción en Estados Unidos y también (cuando tuvo lugar por fin) en
Francia fue mucho más cordial y generosa y este fue el caso
especialmente en los países escandinavos y en Holanda. Solo después de
lograr este nivel de éxito se aceptó la nueva tendencia en Alemania como
un hecho consumado. Así que Menger llegó a vivir para ver sus doctrinas
discutidas en círculos científicos allí donde florecía nuestra
disciplina y para ver que sus ideas básicas trascendían lenta e
imperceptiblemente el plano de la discusión actual y se convertían en
para del bagaje indiscutible del conocimiento científico. Él mismo era
muy consciente de ello y a pesar de que (como un verdadero erudito) se
ponía a veces furioso acerca de algún aguijonazo u otro administrado por
un colega, era en todo caso consciente de haber hecho historia
científica y del hecho de que su nombre nunca desaparecería de la
historia de la ciencia.
Todos sabemos que hoy ningún logro
científico puede ser permanente en el sentido de que no esté sujeto a
modificación por el progreso de la investigación. Los propios sucesores
de Menger, y en otro sentido todos los investigadores de nuestra materia
que siguen a Walras, ya han realizado cambios en la estructura tal y
como la concibió e indudablemente continuarán haciéndolo en el futuro.
Sin embargo en otro sentido sus logros se han convertido en atemporales.
Esto es así en el sentido de que hoy está fuera de cuestión que tuvo
éxito en dar un enorme paso adelante en la vía del conocimiento y que su
obra destacará de la masa de las publicaciones efímeras, la mayoría
destinadas al olvido y será reconocible durante generaciones.
Si el logro hubiera sido menos grande
aún habría otras cosas a mencionar: por encima de todas su teoría
monetaria escrita para el Handwörterbuch der Staatswissenschaften, sus
contribuciones a la teoría del capital y a los problemas prácticos de la
moneda. Tendríamos que mencionar su trabajo como profesor, que esta
inolvidablemente impreso en la memoria de los mayores de entre nosotros,
mucho más allá del limitado círculo de los especialistas, y también el
asombroso rango de sus intereses. Pero todo esto resulta poco ante su
teoría del valor y el precio, que es, por decirlo así, la expresión de
su verdadera personalidad.
Pero lloramos no solo por el pensador,
sino asimismo por el hombre querido. Muchos recuerdos que nos son
queridos quedan en las mentes de todos los que la conocimos.
No comments:
Post a Comment