Por Juan Morillo Bentué
Muchos historiadores de las ideas consideran que el Methodenstreit
fue un debate estéril. El propio Mises sentenció que el debate no ayudó
a clarificar la cuestión metodológica: “The Methodenstreit contributed
but little to the clarification of the problems involved. Menger was too
much under the sway of John Stuart Mill's empiricism to carry his own
point of view to its full logical consequences. Schmoller and his
disciples, committed to defend an untenable position, did not even
realize what the controversy was about”[1].
Muy al contrario, nosotros consideramos
que este debate tuvo múltiples e innumerables beneficios. En primer
lugar, esta controversia tiene un gran interés puesto que es la
reivindicación de la importancia de discernir cuál es el camino correcto
para acercarse a la verdad científica en el campo de la ciencia
económica. Además, en segundo lugar, como hemos podido comprobar, en
esta controversia están planteadas muchas de las ideas hoy encontramos
en los debates sobre la metodología de la ciencia[2]. Finalmente, otro beneficio de este episodio histórico es que, como suele ocurrir cuando hay un debate prolongado, el Methodenstreit
sirvió tanto a historicistas como economistas austriacos para afinar y
desarrollar sus posiciones metodológicas y, por tanto, contribuyó a la
mejora de su producción científica[3].
Sin embargo, siguiendo a Bruce Caldwell[4],
podemos decir que el debate también tuvo la negativa influencia de
oscurecer aquellos puntos que la Escuela Austriaca y la Escuela
Histórica Alemana tenían en común. Por ejemplo, ambas escuelas
utilizaban una variante del hombre-actor en sus tratados alejado del homo economicus
tan propio de la Escuela Clásica Inglesa y del análisis neoclásico que
se desarrolló posteriormente; asimismo, ambas escuelas rechazaban el
positivismo y el marxismo y ambas veían el estudio del origen de las
instituciones sociales como una de las cuestiones capitales para la
Ciencia Económica.
En relación a quién se impuso en el
debate, puede considerarse que frente a la academia alemana los
historicistas fueron los ganadores de este debate; de hecho, las
economistas de la Escuela Austriaca fueron vetados de las universidades
de ese país al menos hasta la década de 1920[5].
Sin embargo, esto no prueba nada acerca de las ideas metodológicas
debatidas en sí mismas, puesto que la Escuela Histórica Alemana se
encontraba en una posición mainstream dominante y pudo hacer uso de
posición predominante.
Sin embargo, si tomamos como referencia
la teoría económica moderna para enjuiciar quién venció en el debate,
creemos poder afirmar que las metodologías predominantes hoy en día se
adaptan mejor a las posiciones metodológicas centrales de Menger
(existencia de leyes económicas universales) que a las de los
historicistas alemanes (diferente validez de las leyes económicas según
el momento histórico). Esto es así porque, aunque en la teoría económica
actual existen diferentes corrientes metodológicas, todas ellas
defienden la existencia de ciencia económica objetiva, válida para todo tiempo, hombre y lugar. En lo que difieren es en el método para la construcción de esta teoría económica.
Así, para los defensores del método
hipotético-deductivo, la tarea de éste es realizar predicciones
correctas; debe juzgarse, por tanto, según la precisión, el alcance y la
conformidad con la experiencia de sus predicciones, de la misma manera
que con cualquier otra ciencia física o natural; las hipótesis y
premisas son irrelevantes para la validación de las teorías económicas,
puesto que éstas han de juzgarse en términos de su valor instrumental a
la hora de generar predicciones exactas. Para Milton Friedman, cuyo
ensayo The Methodology of Positive Economics publicado en 1953
sigue siendo la justificación filosófica más importante del positivismo,
la predicción es el elemento clave para aceptar o rechazar una
hipótesis o teoría económica que intente explicar un fenómeno. El poder de predicción se convierte, por tanto, en el criterio de validación de una hipótesis. La hipótesis será aceptada/confirmada si la evidencia empírica verifica
las predicciones, y será rechazada si contradice dichas predicciones.
Pero el economista de Chicago señala claramente que la economía positiva
puede ser vista como una ciencia, ya que se basa en el método
científico y pretende establecer leyes universales de comportamiento
para obtener predicciones sobre el comportamiento de determinadas
variables. Según Friedman la economía positiva es independiente de toda
posición ética o juicio normativo particular. Por tanto, puede ser una
ciencia “objetiva” en el mismo sentido que cualquiera de las ciencias
físicas (comparación realizada también por J. N. Keynes), aunque al
tratarse de seres humanos (su objeto de estudio) la objetividad plantea
dificultades especiales. Concierne aspectos ausentes de consideraciones
valorativas y más concentrados en términos prospectivos.
Para los defensores del método
axiomático-deductivo, en el que podemos encontrar a gran parte de los
economistas de la Escuela Austriaca, existen leyes que rigen la
cooperación social tan válidas, exactas y verdaderas como las de las
ciencias naturales[6].
Hay que estudiar las normas rectoras de la acción humana y de la
cooperación social “a la manera como el físico examina las que regulan
la naturaleza”. La diferencia con las corrientes hipotético-deductivas,
empirista y positivistas es que el método empleado para el
descubrimiento de las leyes económicas es el axiomático-deductivo, esto
es, tomar como punto de partida una serie de axiomas (del griego αξιωμα:
aquello que es considerado como verdadero sin necesidad de prueba o
demostración) y, a partir de ellos proceder deductivamente.
Como podemos observar las diferencias
provienen de la posición metodológica pero no de la epistemológica, en
la que la inmensa mayoría de corrientes actuales coinciden con los
principios defendidos por Menger en la Methodenstreit en lo que se refiere a la universalidad de las leyes económicas.
Evidentemente, no podemos decir que la
metodología de la Ciencia Económica pueda calificarse de mengeriana
porque intervienen otras cuestiones como acabamos de señalar; sin
embargo, nos parece evidente que el desarrollo de la Ciencia Económica
actual, en su raíz, es más cercana a los planteamientos de Menger que a
los de la Escuela Histórica Alemana. Es más, puede considerarse que la
metodología hiperrealista de los historicistas alemanes ha sido
abandonada en la actualidad.
En todo caso, creemos que la aportación
de Carl Menger al desarrollo de la metodología de la Ciencia Económica
es muy significativa. Así, coincidimos con Hayek al señalar que “[Untersuchungen]
[s]e trata de un libro difícilmente superable como polémica contra las
pretensiones de la Escuela Histórica de recabar para sí el derecho
exclusivo al estudio de los problemas económicos (…) la importancia
capital de esta obra para los economistas de nuestro tiempo radica, de
una parte, en su versión, extraordinariamente profunda, de la esencia de
los fenómenos sociales (…) y, de otra, en su clarificador análisis del
desarrollo del aparato conceptual con el que tienen que trabajar las
Ciencias Sociales.”[7]
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