Cuando el odio a Israel se cuela en las universidades alemanas
Por Von Alan Posener
El País, Madrid
Hildesheim es una ciudad verdaderamente
aburrida, no ese lugar en el que uno imaginaría que existiese una
“fábrica de odio”. Sin embargo, a ella se refiere el portavoz del
Ministerio de Asuntos Exteriores israelí cuando habla de la Escuela Superior de Ciencias y Artes Aplicadas de Hildesheim (HAWK, por su siglas en alemán): “No es una universidad. Es una fábrica de odio”, declaraba Emanuel Nahson al Jerusalem Post.
Como dándole la razón, Christiane Dienel, directora de la escuela,
tuiteaba: “¿Quién fabrica aquí el odio?”. De aburrimiento, ni rastro.
La cuestión es un seminario para futuros
trabajadores sociales titulado “La situación social de los jóvenes en
Palestina”. La profesora es Ibtissam Köhler, que tiene “raíces
palestinas”, como destaca la escuela, pero que no conoce ni Israel ni
los territorios ocupados, y que, por lo tanto, no sabe nada de trabajo
social con jóvenes árabes.
Köhler –que, a pesar de haber accedido en principio, rehusó responder a las preguntas de Die Welt–
no tiene ninguna cualificación acreditada, ya sea académica o de otra
clase –mediante publicaciones o ejercicio profesional– como docente
sobre la materia. Por lo visto, a la escuela no le importaba tanto el
rigor científico como la orientación política, y esta era la correcta.
“La versión de una sociedad deshumanizada”
Consideremos brevemente los
antecedentes: desde el año 2000, Hemda Bottenberg, que trabaja con
comunidades judías de Israel y Alemania, impartía el seminario “Vida
judía en Alemania e Israel” en la HAWK. Al parecer, para algunos el
curso era demasiado proisraelí.
A partir de 2006 solo se permitía
matricularse en él como parte de un mismo módulo junto con el seminario
de Ibtissam Köhler. Al curso se le pueden reprochar muchas cosas, como
por ejemplo que no aborda la situación social de los jóvenes árabes –las
palabras clave serían patriarcado, carencias sexuales, homofobia,
infracualificación, desempleo, violencia–, pero no que sea proisraelí.
Entre los temas de las clases indicados
en el programa oficial del seminario se incluyen “La catástrofe
palestina / La limpieza étnica en Palestina”, o “La primera y la segunda
Intifada”, acompañados por los siguientes comentarios: “Los palestinos
son tratados como si no fuesen seres humanos… A los palestinos se les
trata como basura”; “El muro el apartheid israelí”, con
aclaraciones como: “Este muro es un instrumento del terror”; “Comprender
el conflicto de Oriente Próximo”, con la siguiente descripción de
Israel: “Violencia militar creciente, suicidios, violencia sexual,
militarización de la sociedad desde la etapa preescolar, abandono de los
miembros más débiles de la sociedad y aumento de la violencia letal
contra las mujeres israelíes. Esta es la versión local israelí de una
sociedad deshumanizada”.
La escuela no responde a las advertencias
No son citas de la bibliografía
utilizada; por supuesto, las obras críticas con Israel forman parte
legítima de la bibliografía de un seminario como este. Son los objetivos
docentes y de aprendizaje de la propia profesora, tal como fueron
remitidos al decanato para el semestre de verano de 2016.
El auténtico escándalo es que la
dirección de la escuela haya consentido durante años estas
manifestaciones de odio, a pesar de que califican a Israel de “inhumano”
y de que no malgastan ni una sola palabra sobre el terrorismo de Hamás y
de otros grupos contra judíos y árabes, y no el hecho de que Köhler
haga propaganda. Ella es rea por convicción, y eso hay que respetarlo.
Pero la escuela llevaba años recibiendo
advertencias y no hizo nada. Hemda Bottenberg había protestado repetidas
veces contra el seminario. Cuando se les pregunta al respecto, la
directora Dienel y la decana Christa Paulini le quitan importancia
presentándolo como un conflicto entre mujeres, es decir, algo así como
una riña de gatas. Los alumnos se han quejado reiteradamente de la
parcialidad de la profesora a la hora de evaluar. Sin embargo, solo a
instancias de Die Welt la directora ha accedido a esa
evaluación “haciendo uso de toda su autoridad”, según expresaba por
escrito, y ha descubierto las observaciones críticas. Evidentemente,
hasta ahora las quejas de los estudiantes se habían silenciado.
Los textos no son científicos, sino “subversivos”
Sí, vale. Algunos estudiantes se quejan
siempre. Pero desde septiembre de 2015, es decir, desde hace 11 meses,
obra en poder de la escuela un dictamen de la Fundación Amadeu Antonio
sobre los materiales del seminario. Jan Riebe, autor del informe,
constata, entre otras cosas, que “los textos no tratan –o lo hacen solo
parcialmente– de la situación social de los jóvenes en los territorios
palestinos”, el supuesto tema del curso. Según él, muchos textos no son
científicos, sino “subversivos”. La mayoría “contravienen los principio
científicos más elementales”.
Sobre uno de los textos, afirma: “En mi
larga trayectoria de trabajo civil me he encontrado con semejante
colección” de manifestaciones negativas sobre Israel “casi
exclusivamente en los círculos nazis”. Un seminario así, afirma, es
“incompatible con las bases democráticas de una escuela superior”.
Imaginemos que estas acusaciones se
hubiesen formulado en otro contexto. Si, por ejemplo, se hubiese acusado
a una profesora de ser homófoba, misógina, islamófoba o racista, y
además en un grado solo visto “en círculos nazis”, cualquier escuela
habría intervenido inmediatamente. A una profesora así se la habría
sometido a un riguroso escrutinio sin pérdida de tiempo.
La comisión de ética no aprecia propaganda intolerable
Sin embargo, en Hildesheim no pasó nada.
“Para mí estaba claro que el curso transmite una visión parcial de la
política del Estado de Israel en los territorios ocupados”, declaraba
Dienel a Die Welt. En su opinión, “no es lo ideal, pero sí es
justificable”. Y Köhler pudo seguir dando su seminario en el semestre de
verano con los mismos materiales e intentado demostrar que Israel es
“inhumano”.
La comisión de ética de la escuela no
creyó adecuado tomar postura hasta seis meses después de haber recibido
el dictamen. Desde su punto de vista, no hay “ningún indicio de que se
estén difundiendo contenidos antiisraelíes o antisemitas de manera
inadmisible”.
Así que en Hildesheim, que entre los
materiales docentes haya, por ejemplo, la impresión sin comentarios del
artículo de un periodista sueco que hace ya tiempo se destapó como
difamatorio, en el que se afirmaba que los israelíes secuestraban a
jóvenes palestinos, los mataban y les extraían los órganos para usarlos
ellos, se considera una forma admisible de difundir contenidos
antiisraelíes o antisemitas.
Después de que la comisión de ética se
pronunciase, Christiane Dienel, directora de la escuela, declaró que se
sentía “triste y afectada” por el hecho de que se presentase una “imagen
equivocada” de su centro. Aseguró que era una “auténtica amiga de
Israel” y que había puesto a sus hijos “nombres judíos”. A saber qué
tiene eso que ver con el tema.
Y algo más: según Dienel, hay quien “con
la acusación totalmente injusta de antisemitismo” pretende “impedir que
en nuestra escuela se expresen puntos de vista diferentes sobre este
conflicto, que se proscriban los contenidos incómodos”.
Baja Sajonia reclama una toma de postura
Además, como reconoció a este periódico,
la directora no había leído los materiales sospechosos hasta el
miércoles de esta semana. En consecuencia, no podía saber si la
acusación de antisemitismo era “totalmente injusta”. Pero es que, sobre
todo, no era el único reproche. A él se añadían los de falta de rigor
científico, parcialidad y rechazo a la crítica.
Una perla para apreciar como merece: en
un seminario se demoniza a Israel y, cuando recibe una crítica, resulta
que lo que pretende es evitar que “se expresen puntos de vista
diferentes”.
Dienel no dice quién quiere que esto ocurra. Con Die Welt
habló de “círculos notablemente influyentes”. Como es obvio, con ello
se refería a los sospechosos habituales, ya que el Consejo Central de
los Judíos se había dirigido al Ministerio de Educación competente, con
sede en Hannover, a raíz del seminario y, al no recibir respuesta,
encargó el informe, cosa que en realidad habría sido tarea del
Ministerio.
Tras un segundo escrito del Consejo
Central en el que se presentaba el informe, Gabriele Heinen-Kljajic,
ministra de Ciencia de Baja Sajonia, de Los verdes, exigió a la
escuela “un dictamen completo”. Eso ocurrió en enero de este año. Como
ya se ha dicho, la escuela tardó seis meses en declarar, sin ninguna
clase de prueba, que el Consejo Central pretendía restringir la libertad
de cátedra y de investigación de la HAWK, en vista de lo cual el
Consejo hizo público el asunto en su semanario. El resto es un desastre.
Un acto de censura como prueba de liberalismo
Efectivamente, el Consejo Central tiene
mucha influencia. Y está bien que sea así, ya que durante años ni Hemda
Bottenberg, que enfermó a causa de este asunto, ni los estudiantes
críticos pudieron hacer nada contra la terrible tranquilidad de
conciencia de la administración de la escuela. No somos antisemitas.
Ponemos “nombres judíos” a nuestros hijos. Estamos en contra del
racismo. Cuando presentamos a Israel como un Estado donde reina el apartheid que quita los órganos a jóvenes palestinos para trasplantárselos a judíos solo estamos defendiendo la libertad de cátedra.
Además, no se arredran si hay que
tergiversar los hechos: los que lanzan sus críticas ignoran que “solo es
posible matricularse” en el seminario de Köhl “en combinación con un
seminario desde la perspectiva israelí”, aclaraba Dienel. En realidad,
ocurre exactamente lo contrario. Desde 2006, solo era posible
matricularse en el seminario de Bottenberg “La vida judía en Alemania e
Israel” - que de ninguna manera abordaba el conflicto “desde el punto de
vista israelí”, sino que más bien lo trataba en una sola sesión– en
combinación con la visión antiisraelí de Ibtissam Köhler.
Presentar este acto de censura como una
prueba de liberalismo y hacerlo como si en realidad existiese una
perspectiva “palestina” y una “israelí”, que hiciese legítimo acusar al
Estado judío de toda clase de actos inhumanos que imaginarse puedan, es
precisamente parte del problema, y no su solución.
Sencillamente, se cambió de nombre al seminario
Y cuando, por fin, alguien consigue que
sus críticas hagan mella, es solo porque “está emparentada con el
Consejo Central”, como dice Paulini, la decana, bajando la voz en tono
conspirativo. Se refiere a Rebecca Seidler. La reconocida experta en
materia de vida judía en Alemania e Israel tendría que haber proseguido
el seminario en sustitución de Hemda Bottenberg cuando esta cayó
enferma.
Pero puesto que solo lo podía llevar a
cabo en combinación con el seminario de Köhler, Seidler consultó los
materiales de esta última y se horrorizó. Expuso sus reparos a Paulini,
quien, sin embargo, no consideró que fuese necesario intervenir, y hasta
hoy no se le ha demostrado ningún cargo más allá de los rumores de
“parentesco”. Efectivamente, la madre de Rebecca Seidler forma parte de
la dirección del Consejo Central, por fortuna.
Ahora el Ministerio va a pedir un nuevo
informe, que difícilmente debería resultar distinto del primero. La
directora ha encargado a RES Public Affairs, una agencia consultora en
materia de comunicación, que se ocupe de la valoración externa del caso.
El viernes la escuela hizo público que el seminario se había
suspendido.
Pero no es vedad. Se le ha cambiado el
nombre para evitar el desajuste entre el título y el contenido. Ahora se
llama “Israel y Palestina: trasfondos históricos”. Qué tiene eso que
ver con el mundo laboral de los trabajadores sociales alemanes, y por
qué no se imparten seminarios sobre Siria, Turquía, Rusia o Ucrania,
sigue siendo el secreto de la HAWK.
Pequeñas fábricas de odio encubiertas por la conciencia tranquila
El nuevo profesor es Rabih El Dick,
nacido en Líbano, que hasta ahora no ha destacado como experto en este
campo. “Los profesores contratados cobran 29,05 euros la hora. ¿Se
imagina lo difícil que es encontrar buenos docentes en esas
condiciones?”, pregunta Dienel.
De acuerdo. Pero eso no puede ser una
razón para contratar a propagandistas. El Dick titula así su tema: “La
OLP y Hamás: de la resistencia nacional a la resistencia religiosa”.
Calificar al grupo terrorista islamista Hamás de “resistencia religiosa”
no augura nada bueno.
No dedicaríamos tanta atención a esta
pantomima de provincias si no tuviésemos la sensación de que tal vez se
esté representando en toda Alemania. “Fábrica de odio” es una expresión
dura. Pero esas pequeñas fábricas de odio existen en muchos lugares,
ocultas por la conciencia tranquila y los prejuicios de las direcciones
de las escuelas y de los ministerios. “¡Todavía es fecundo el vientre
que parió el suceso inmundo!”
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