Triada fatal
Por Alberto Benegas Lynch (h)
Diario de América
Sigmund Freud ha tenido y sigue teniendo
enorme influencia en nuestro mundo, por lo que cabe destacar (y
alertar) que el eje central de su pensamiento filosófico derrumba todo
lo que conocemos como propiamente humano. Por ejemplo, en su Introducción al psicoanálisis subraya
que “la ilusión de tal cosa como la libertad psíquica [...] es
anticientífico y debe rendirse a la demanda del determinismo cuyo
gobierno se extiende sobre la vida mental”. Esta afirmación niega el
libre albedrío y, por tanto, el agente moral y la consiguiente
responsabilidad individual, al tiempo que torna imposible la existencia
de proposiciones verdaderas y falsas, ideas autogeneradas, la revisión
de nuestros propios juicios e imposibilita la argumentación, incluso
para el debate del determinismo. En otros términos, sostiene que somos
meras máquinas y que hacemos “las del loro” con lo que se pretende
arrasar con todo el edificio de la humanidad.
Por otro lado, en Problemas de la civilización
sostiene que, en el ser humano, debe “descartarse el principio de una
facultad originaria y, por así decirlo, natural, apta para distinguir el
bien del mal” y. mas aún, en Tótem y tabú escribe que “las
prohibiciones dictaminadas por las costumbres y la moral a las que
nosotros obedecemos, tienen en sus rasgos esenciales cierta afinidad con
el tabú primitivo” y, en el mismo libro, afirma que la negación de las
relaciones incestuosas constituye “la mutilación mas sangrienta, quizás,
que se ha impuesto en todos los tiempos a la vida erótica del ser
humano”.
El segundo personaje que queremos
mencionar telegráficamente en esta nota periodística es Marx quien en su
primera obra en colaboración con Engels, esto es en La sagrada familia
(una crítica sarcástica a los hermanos Bauer) también suscribe el
determinismo que en la práctica niega toda posibilidad de libertad. Pero
la dupla -Engels abarca campos más amplios en su ataque a la libertad y
apunta al corazón de la sociedad abierta al patrocinar la liquidación
de la institución de la propiedad privada. Así, estos autores escriben
en el Manifiesto Comunista que “pueden sin duda los comunistas
resumir toda su teoría en esta sola expresión: abolición de la propiedad
privada” con lo que no solo encadenan a la gente a los caprichos del
aparato estatal sino que eliminan toda posibilidad de funcionamiento
económico ya que arrasan con los precios y el mercado con lo que no
resulta posible la contabilidad ni la evaluación de proyectos que ha
sido la razón técnica (además de las masacres humanas) del derrumbe del
Muro de la Vergüenza en Berlín. Si todos los bienes crecieran en los
árboles y hubiera de todo para todos todo el tiempo no habría necesidad
de asignar derechos de propiedad, pero como las cosas no son de esa
manera se hace necesaria la referida institución al efecto de aprovechar
del mejor modo posible los siempre escaso recursos en el contexto de
que acrecienten sus patrimonios aquellos que sepan atender las demandas
de sus congéneres de la mejor manera y quiebren o disminuyan sus
ganancias aquellos que yerran y no han sabido satisfacer los intereses
del prójimo. En esta línea argumental, la sociedad abierta establece un
sistema en el que cada uno al buscar sus personales intereses debe
atender los de los demás.
Marx fue muy influenciado por Hegel (del
mismo modo que ocurrió con las derechas nacionalsocialistas y
fascistas) quien escribió en la tercera parte de Filosofía del derecho que
“El Estado es la voluntad divina” y por ello “el Estado debe tomar bajo
su protección la verdad objetiva” y que “todo debe estar subordinado a
los intereses elevados del Estado”; en Enciclopedia de las ciencias filosóficas afirma que “el Estado en cuanto tal, en cuanto forma que el principio existe, contiene la verdad absoluta” y en Filosofía de la historia leemos
que “En las naciones civilizadas la verdadera valentía consiste en la
diligencia para consagrarse por entero al servicio del Estado”.
El tercer y último personaje que ha sido
fatal para la vida civilizada es Keynes quien en el prólogo a la
edición alemana -en plena época nazi- de su Teoría general del interés, la ocupación y el dinero
escribió: “La teoría de la producción global, que es la meta del
presente libro, puede aplicarse mucho mas fácilmente a las condiciones
de un Estado totalitario que la producción y distribución de un
determinado volumen de bienes obtenido en condiciones de libre
concurrencia”. Además, en la misma obra, resume su tesis en dos párrafos
clave. En primer lugar, al sostener que “La prudencia financiera está
expuesta a disminuir la demanda global y, por tanto, a perjudicar el
bienestar” y, en segundo término, propugna “la eutanasia del rentista y,
por consiguiente, la eutanasia del poder de opresión acumulativo de los
capitalistas para explotar el valor de escasez del capital”. Este autor
es tal vez el que ha hecho más daño a las instituciones liberales
puesto que es el que más ha penetrado con el intervencionismo estatal en
las relaciones personales a través de los desórdenes monetarios,
fiscales y laborales que han teñido las políticas occidentales que
generaron las repetidas crisis internacionales…y las que vendrán por
seguir aferrados a políticas marcadamente antiliberales de absurdas
regulaciones, gasto desmesurado, déficit colosal y astronómico
endeudamiento.
Para los lectores interesados en
adentrarse en otros muchos aspectos de lo comentado sucintamente en esta
columna, en orden inverso a lo que dejamos aquí planteado, entre tantos
trabajos que pueden recomendarse, sugiero tres libros de extraordinaria
valía: sobre Keynes Los errores de la nueva ciencia económica [The Faliure of the New Economics]de Henry Hazlitt (Madrid, Aguilar, 1959/1964), para Marx, de Thomas Sowell, Marxism. Philosophy and Economics (New York, William Morrow and Co., 1985) y para Freud, de Richard Webster, Why Freud was Wrong (New York, Basic Books, 1995).
Hay veces que conviene elaborar sobre la
materia tratada para clarificar conceptos pero en esta ocasión estimo
que con las citas que hemos seleccionado no es necesario abundar en
mayores explicaciones puesto que son de una indiscutible precisión, por
lo que preferimos dejar el resto a la sesuda meditación del lector.
Sin duda que no hay nadie por más
destructiva que sean sus ideas que no contenga algo bueno en su ser:
Stalin no era un desviado sexual y Pol Pot no fumaba, Platón propiciaba
el totalitarismo pero elaboró sobre el alma de modo convincente. Las
personas se las juzga por el balance neto de sus gestiones en la vida y
no por una parcialidad. Keynes, antes de volcarse al estatismo, realizó
observaciones y reflexiones de interés e incluso cuando adoptó su nueva
postura que fue la que predominó, con gran razón ha escrito que “Las
ideas de los economistas y de los filósofos políticos, tanto cuando
están en lo cierto como cuando no lo están, son más poderosas de lo que
se supone corrientemente. Verdaderamente, el mundo se gobierna con poco
más. Los hombres prácticos, que se creen completamente libres de toda
influencia intelectual, son generalmente esclavos de algún economista
difunto”. Freud ha realizado contribuciones trascendentes respecto al
tratamiento de problemas aplastados e incrustados en el inconsciente vía
la represión y Marx acuñó los tan convenientes y utilizados criterios
clasificatorios de “economistas clásicos” y “capitalismo”.
En cualquier caso, de más está decir que
resulta indispensable la exposición de todas las ideas para poder
razonarlas y debatirlas abiertamente y siempre estar en la punta de la
silla para posibles refutaciones de las propias convicciones. Pero una
vez comprendidas las ventajas de la libertad no debe caerse en el
espejismo y la trampa mortal de pretender permutarla por seguridad
puesto que el resultado es indefectiblemente quedarse sin lo uno ni lo
otro, ya que al renunciar a la libertad, al demoler derechos, se otorga
carta blanca a los autócratas para imponer el reino de la mayor de las
inseguridades. Entonces, lo peor es quedarse en la mitad del camino
desde el ángulo intelectual accediendo a componendas y transacciones
timoratas y, en ese nivel, para ser “práctico”, aceptar “políticas
transitorias” con la ilusión de salir del paso. En este sentido, cito un
pensamiento de Milton Friedman: “Nada hay más permanente que un
programa transitorio de gobierno”.
En el nivel político deben buscarse
consensos, pero si anticipadamente se abdica de principios en el ámbito
intelectual no quedan esperanzas para empujar el eje del debate hacia
posiciones mejores. Hayek escribe al respecto en The Intellectuals and Socialism
que “Necesitamos líderes intelectuales que estén preparados para
resistir los halagos del poder y su influencia, dispuestos a trabajar
por un ideal, cualquiera sean las posibilidades de su realización
inmediata. Tiene que haber hombres que están dispuestos a mantenerse
fieles a principios y luchar por su completa realización, no importa
cuan remota sea. […] La lección fundamental que debe aprender un liberal
del éxito socialista es su coraje para ser idealista lo que les brinda
el apoyo necesario y, consecuentemente, la influencia en la opinión
pública para convertir en posible aquello que se estimaba imposible.
Aquellos que se concentraron exclusivamente en lo que parecía
practicable dado el estado existente de la opinión pública,
constantemente encuentran que incluso lo que proponen rápidamente se
convierte en políticamente imposible como resultado de los cambios en la
opinión que no hicieron nada por modificar”.
Reiteramos que el debate de distintas
ideas, perspectivas y propuestas resultan sumamente fértiles y
necesarias para mirar los problemas desde distintos costados. Nunca debe
cercenarse una opinión por más disparatada que nos parezca, pero a la
hora de decidir, la referida apertura mental no debe hacer perder de
vista la importancia de los valores y principios de la libertad,
precisamente, para poder enriquecerse con diversas facetas y ángulos de
análisis. Nicholas Rescher indica este camino en su magnífico libro
titulado Pluralism. Against the Demand for Consensus (Oxford,
Clarendon Press) y Alfred P. Sloan cuando conjeturaba que habría
unanimidad en sus reuniones de directorio en General Motors, posponía la
votación porque estimaba necesaria y productiva la disidencia.
Si no se entienden las amenazas que se
ciernen sobre la sociedad abierta y se hace lugar con indiferencia para
que los estatistas y detractores de la libertad continúen estableciendo
la agenda de discusión, seguiremos retrocediendo en nuestras
legislaciones hasta instaurar la esclavitud, con la diferencia respecto
de la antigüedad que en lugar de existir varios amos sea uno solo,
corporizado en el Leviatán. Recordemos que la primera recopilación de
leyes conocidas en la historia fueron promulgadas por el rey de
Babilonia, Hammurabi, 1760 años antes de Cristo, y esculpidas en un
bloque de basalto de dos metros y medio de altura, que contiene 282
preceptos entre los cuales el 15 y el 16 indican que se debe castigar
con la pena de muerte a quien ayude a escapar a un esclavo o lo
esconda.
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