Es decir, no se iba a resignar a que el PRI perdiera las elecciones estatales en el 2017 y menos aún las presidenciales del 2018, o que se quisieran echar para abajo las reformas.
Y, para hacer realidad ese propósito tendrán que venir cambios, de personas y de estrategias. Todo parece indicar que en un principio se pensaba en un lapso un poco más prolongado para gestarlos. Como el propio presidente Peña lo refirió, quizás en el contexto del Cuarto Informe de Gobierno, poco antes o poco después.
Pero las cosas se precipitaron y el primer cambio estratégico vino la semana pasada: la designación de Enrique Ochoa al frente del PRI, que habrá de hacerse oficial mañana.
Las reacciones que suscitó la noticia entre la clase política priista y algunos de sus voceros dan las pistas del por qué Ochoa y por qué el momento.
Más allá de los errores de selección de candidatos que pueda haber cometido el propio presidente Peña en las elecciones de junio, lo cierto es que la clase política priista histórica con Manlio Fabio Beltrones al frente –y gobernadores diversos a los lados– definieron las campañas y fallaron.
Un cambio en el PRI implicaba de entrada un cambio en el perfil del dirigente.
Enrique Ochoa fue una carta inesperada, pero no distante por formación de otros personajes que alguna vez se mencionaron, como Aurelio Nuño.
Ochoa redactó buena parte de la iniciativa de la reforma educativa y desde la Secretaría de Energía fue clave en el diseño de la reforma energética. Tras la salida de Francisco Rojas de la CFE en febrero de 2014, fue el operador de los cambios en el sector eléctrico, los más exitosos hasta ahora en la reforma.
Pero quizás lo que lo catapultó como prospecto a la dirigencia del PRI fue la negociación de la reforma de pensiones de la CFE, frente a un sindicato, el SUTERM, que intentó doblarlo hasta el último momento.
Conocimiento técnico y una habilidad política inusual, además de la confianza del presidente Peña lo convirtieron en prospecto a encabezar el PRI. ¿Por qué el momento? Desconozco las razones específicas que propiciaron la definición de la fecha, pero la hipótesis plausible, observando las reacciones posteriores, es que integrantes de la clase política priista intentaban limitar el margen de maniobra de Peña para elegir al dirigente del partido.
No sé si iba a llegar al nivel de una rebelión o si iban a querer imponerle a Peña algún personaje, pero el hecho es que el presidente se adelantó.
Hay que entender la llegada de Ochoa como el arranque de un proceso. Habrá cambios en el PRI y supongo que posteriormente en el gabinete y en algunas de las políticas.
En esa reunión en la que Peña fue enfático con sus colaboradores en que no iba a “rendir la plaza”, les recordó que él tenía las renuncias de todos desde que llegaron y que no dudaría en usarlas.
En los meses que siguen veremos con certeza más capítulos de la estrategia del presidente, pero por lo pronto quien quiera minimizar la llegada de Ochoa al PRI, es que no lo conoce: vienen cambios profundos en el tricolor.
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