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Wednesday, July 27, 2016

#Opinion ¿Son justos los mercados? – por María Isabel Rodríguez

#Opinion ¿Son justos los mercados? – por María Isabel Rodríguez

isabelsubir
A través del tiempo, en cada etapa de la historia, ha sido menester dotar de personalidad a aquello que en realidad no existe más que a través de la disonancia cognitiva, producida intencionalmente por sistemas de gobiernos y gobernantes para su beneficio propio. Encontramos así, el derecho entrelazado con la moral y la religión, la filosofía de corrientes utópicas, como creadoras de la ingeniería social, y la economía involucrada con la justicia y la desigualdad, y es justamente a este punto al que me quiero referir.
No existe un tabú más grande que aquello que se refiere a la economía, y por sobre todo a la política económica. Hemos atravesado por varios sistemas que han fracasado en el intento, pero sopesa aún la doctrina enseñada por John Maynard Keynes, muy beneficiosa por cierto para aquellos conformistas que descansan sobre la responsabilidad del Estado; diría yo, aquellos individuos resentidos sociales, que se creyeron el cuento de un Estado todopoderoso y justo, capaz incluso de moldear el porvenir económico a través de la planificación.



¿Cómo es posible sostener la tesis de que la economía de mercado es injusta? Cuando la economía no tiene conciencia para obrar para bien o para mal, no tiene la personificación que los seres humanos le han otorgado, para justificar todos los intentos mediocres de organización por parte del Estado, que con sus múltiples trabas expresadas con leyes, intenta controlar un orden natural humanamente imposible de predecir y manipular.
Somos un conjunto de personas distintas, desiguales, ante un Estado que tiene la obligación de vernos como iguales, pero para lo cual, nos trata de manera desigual para supuestamente fomentar la igualdad. Como decía el gran premio nobel de economía Friedrich Von Hayek, esto es porque el Estado comprende la igualdad en el sentido material: iguales por tener la misma condición, intentan desarrollar la desigualdad entre los que están “mejor y peor” propagando la idea de repartir las riquezas de aquel que menos necesita en favor de aquel que necesita más, creando así un equilibrio artificial.
Es decir, lo que se pretende es crear igualdad de manera desigual, porque si eres millonario y no tienes privilegios, todo está bien, pero si eres pobre y no tienes privilegios, hay una situación de injusticia. Pero imagínate que la ley te impusiera entregar el 20% de tu salario para donarlo a personas desempleadas, controlar tu ingreso con el fin de regalarlo a otro que no lo tiene… Es esta, así tal cual, la propuesta de igualdad del Estado. En otro ejemplo, si tienes una empresa y debes entregar al Estado un tercio de las ganancias, se logra que esa empresa sea un tercio menos productiva. El error en el que todos incurren es pensar que ese un tercio sólo beneficia a una persona que sería la propietaria y no al entorno directo de ésta.
El comercio, la transformación constante del mercado a través de innovaciones, fue lo que permitió la evolución de las sociedades,  ya que el mismo, es un orden natural guiado por una fuerza flexible, que tiende a generar el circulante suficiente, incentivado por la voluntad y la decisión humana, proyectada en la oferta y la demanda, que cuando se desenvuelve en un espacio libre y espontáneo, genera progreso, genera a su paso evolución, trae detrás suyo oportunidades y es eso lo que el Estado debe promover y no disipar con su poder coercitivo y con la irracional postura de que las leyes creadas por seres humanos son lo suficientemente lógicas, perfectas y exactas para dominar el mercado y lo que él mismo significa.
El mercado y la evolución económica, no son socialmente injustos porque no existe la justicia social, las masas no tienen voluntad, las personas se lo han atribuido… Y pueden decirme que el rico se vuelve más rico a expensas del pobre que se vuelve más pobre, pero eso no es producto del mercado y la economía, eso es generado por el sistema de gobierno que auspicia la desigualdad con sus leyes y no fomenta la igualdad con la acepción de más oportunidades para todos. A ésto último los gobernante no parecen comprenderlo y lo demuestran creando puestos de trabajo en el sector público, dependientes del presupuesto general de la nación, solventados por los impuestos pagados por todos los ciudadanos, ricos y pobres. En esta idea yace la burocracia que sólo genera atraso y pobreza y todo por no comprender que esa fuente de oportunidades sólo se logra a través del libre mercado, la única fuerza capaz de traer consigo la revolución de las oportunidades.
El Estado debe sacar las trabas a las oportunidades de inversión  y limar la teoría que reza que en un país subdesarrollado abres un negocio sólo si eres rico. Eso significa que muchos emprendimientos están hoy en día funcionando en la clandestinidad porque resulta imposible cumplir con todas las disposiciones jurídicas de “existencia”, en lugar de que el Estado nos libere de obstáculos para que la libre empresa cree más puestos de trabajo.
El Estado debería hacer realidad la libre competencia en el mercado, para generar un campo real de libre albedrío y de oportunidades, siendo también ésta una solución a la explotación, ya que los empleados tendrían la opción de elegir entre más y mejores puestos de trabajo.
Cerrar las fronteras con la idea de proteger la producción nacional y su supuesta desventaja en el mercado, es un error. La competencia traería evolución en la calidad de los productos, en el sistema, en el mercado, en los propios empleados y todo esto será igual al progreso del país.
El Estado sólo debe intervenir en el proceso de liberación, sostener con políticas públicas el inicio de este camino y comprender que una ley que existe para combatir a la pobreza y no la logra combatir, no tiene sentido alguno.
La capitalización de recursos a través del libre mercado, permitirá  la distribución óptima de riquezas, mientras que los programas de ayuda social sólo traerán más pobreza, viciarán la voluntad del que los recibe sin esfuerzo y generarán la tentación de dejarlos sólo a cambio de algo mejor. En este caso la solución más viable y justa sería un salario que el mercado sólo otorgará como beneficio del trabajo y el esfuerzo.
Los subsidios son sinónimo de desigualdad, de injusticia, del quiebre del capital, del vicio de los precios, del deterioro del mercado, y como decía Frédéric Bastiat, lo que aún nadie ve es que ese peso sólo recae sobre nosotros.
La libertad siempre será la respuesta, ese sector que tanto adolece las carencias de la injusticia y la desigualdad producto del sistema, podrá ver las luces por si sólo y sin ayuda nuestra, lo único que se necesita es la reestructuración del esquema por uno que goza de simpleza: las oportunidades que ofrece la naturaleza de la óptima distribución económica. Es ahí donde donde menguará la pobreza, y viviremos en el margen de la justicia que establece que cada uno tenga lo que le corresponde,  pero con la diferencia que no hay alguien que lo distribuye, sino la fuerza del orden natural más perfecto que existe: la libertad económica, la libertad en el comercio y lo que ello expresa.

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