Nouriel Roubini
Nouriel Roubini, a professor at NYU’s
Stern School of Business and Chairman of Roubini Macro Associates, was
Senior Economist for International Affairs in the White House's Council
of Economic Advisers during the Clinton Administration. He has worked
for the International Monetary Fund, the US Feder… read more
NUEVA
YORK – La votación del Reino Unido a favor de salir, aunque por un
margen muy estrecho, de la Unión Europea aconteció debido a razones
específicamente británicas. Y, no obstante, también es como el
proverbial canario en la mina de carbón, envía señales sobre una amplia
reacción populista/nacionalista – al menos en las economías avanzadas –
en contra de la globalización, el libre comercio, la deslocalización, la
migración laboral, las políticas orientadas al mercado, las autoridades
supranacionales, e incluso en contra del cambio tecnológico.
Todas
estas tendencias reducen los salarios y el empleo de los trabajadores
con bajas cualificaciones en las economías avanzadas, que son economías
que tienen escasez de mano de obra y son ricas en capital, y los
incrementan en las economías emergentes que tienen abundancia de mano de
obra. Los consumidores en las economías avanzadas se benefician de la
reducción de los precios de los productos objeto de comercio; pero, los
trabajadores con bajas e incluso medianas cualificaciones pierden
ingresos ya que sus salarios de equilibrio caen y sus puestos de trabajo
se ven amenazados.
En la
votación “Brexit”, las líneas divisorias estuvieron claras: ricos frente
a pobres, ganadores frente a perdedores del comercio y la
globalización, cualificados frente a no cualificados, personas con un
alto nivel de educación formal frente a personas con un menor nivel de
educación formal, jóvenes frente a personas maduras, lo urbano frente a
lo rural, y comunidades diversas frente a comunidades más homogéneas.
Las mismas líneas divisorias están apareciendo en otras economías
avanzadas, incluyendo en las de Estados Unidos y la Europa continental.
Ya
que sus economías y mercados de trabajo son más flexibles, EE.UU. y el
Reino Unido se han recuperado con más fuerza que la Europa continental
en términos de PIB y empleo desde la crisis financiera mundial del año
2008. La creación de empleo ha sido robusta, situándose la tasa de
desempleo por debajo del 5%, aunque los salarios reales no están
creciendo mucho.
No
obstante, en EE.UU., Donald Trump se ha convertido en el héroe de los
trabajadores enojados y amenazados por el comercio, la migración y el
cambio tecnológico. En el Reino Unido, el voto Brexit fue fuertemente
influido por el temor a que los inmigrantes provenientes de países de la
UE con bajos salarios (el proverbial “fontanero polaco”) se apoderen de
los puestos de trabajo y de los servicios públicos de los ciudadanos.
En
Europa continental y la eurozona, sin embargo, las condiciones
económicas son mucho peores. La tasa promedio de desempleo se sitúa por
encima del 10% (y es mucho mayor en la periferia de la eurozona – más
del 20% en Grecia y España) con un desempleo juvenil superior al 30%. En
la mayoría de estos países, la creación de empleo es anémica, los
salarios reales están cayendo, y los mercados duales de mano de obra se
traducen en que en el sector formal, los trabajadores sindicalizados
tienen buenos salarios y beneficios, mientras que los trabajadores más
jóvenes tienen empleos precarios que pagan salarios más bajos, no
proporcionan ninguna seguridad en el empleo, y ofrecen pocos o ningún
beneficio.
En lo
político, las tensiones de la globalización vienen por partida doble. En
primer lugar, los partidos dentro del sistema tradicional de derecha e
izquierda, que desde hace más de una generación apoyaron al libre
comercio y la globalización, están siendo cuestionados por partidos
anti-sistema, nativistas/nacionalistas y populistas. En segundo lugar,
los partidos del sistema están siendo perturbados – e incluso hasta
destruidos – desde dentro, en la medida que surgen defensores de la
anti-globalización y desafían la ortodoxia convencional.
Los
partidos del sistema que en algún momento fueron controlados por los
beneficiarios de la globalización: los propietarios del capital;
trabajadores cualificados con un alto nivel de educación formal y
digitalmente inteligentes; élites urbanas y cosmopolitas; y, empleados
de cuello blanco y azul pertenecientes a sindicatos. Sin embargo, estos
partidos también incluían a trabajadores – tanto de cuello blanco y azul
– que se encontraban en las filas de los perdedores de la
globalización, pero que a pesar de ello se mantenían leales, ya sea
porque eran conservadores social o religiosamente, o porque los partidos
de centro izquierda fueron en el pasado partidarios de los sindicatos,
de los derechos de los trabajadores, y de los programas de ayuda social.
Después
de la crisis financiera del año 2008, los perdedores de la
globalización comenzaron a organizarse y encontrar a los campeones
anti-sistema, tanto en la izquierda y la derecha. En la izquierda, los
perdedores en el Reino Unido y EE.UU., especialmente los jóvenes,
encontraron campeones en los partidos tradicionales de centro izquierda:
Jeremy Corbyn en el Partido Laborista del Reino Unido, y Bernie Sanders
en el Partido Demócrata de Estados Unidos.
Las
líneas divisorias más profundas surgieron entre los partidos de
centro-derecha. Estos partidos – los republicanos en EE.UU., los
conservadores en el Reino Unido, y los partidos de centro-derecha en
toda Europa continental – enfrentan una revuelta interna contra sus
propios líderes. El surgimiento de Donald Trump – un líder
anti-comercio, anti-migración, anti-musulmanes, y nativista – es un
reflejo de un hecho incómodo para las corrientes tradicionales
republicanas: el votante promedio del partido está más cerca de aquellos
que han perdido a consecuencia de la globalización. Una revuelta
similar tuvo lugar en Partido Conservador del Reino Unido, donde los
perdedores de la globalización se han congregado en torno de la campaña
“Salir” del partido o han desplazado su apoyo hacia el Partido de la
Independencia del Reino Unido.
En
la Europa continental, donde los sistemas parlamentarios
multipartidistas son prevalentes, la fragmentación política y la
desintegración son aún más graves que en el Reino Unido y EE.UU. En la
periferia de la UE, los partidos anti-sistema tienden a ser de la
izquierda: Syriza en Grecia, Movimiento Cinco Estrellas de Italia,
Podemos de España, los partidos de izquierda en Portugal. En el núcleo
de la UE, estos partidos tienden a ser de la derecha: Alternativa para
Alemania, el Frente Nacional de Francia, y partidos similares de extrema
derecha en Austria, los Países Bajos, Dinamarca, Finlandia, Suecia, y
en otros lugares.
Pero,
a pesar del creciente número y de la organización y movilización de los
perdedores de la globalización, la globalización propiamente dicha no
es necesariamente condenada. Para empezar, continúa produciendo
beneficios netos para los mercados emergentes y avanzados por igual, por
lo que los perdedores no terminan de ser una minoría en la mayoría de
las economías avanzadas, mientras que aquellos que se benefician de la
globalización son una gran mayoría – si bien a veces son una mayoría
silenciosa. De hecho, incluso los “perdedores” se benefician de los
precios más bajos de bienes y servicios que traen consigo la
globalización y la innovación tecnológica.
Esto
también se debe a que los partidos populistas y anti-corrientes
tradicionales son todavía una minoría política. Incluso Syriza, una vez
en el poder, dio marcha atrás y tuvo que aceptar la austeridad, ya que
una salida de la UE habría sido mucho más costosa. Y, las recientes
elecciones generales en España, que se celebraron tres días después del
referéndum Brexit, sugieren que, a pesar de un alto desempleo,
austeridad y reformas estructurales dolorosas, las fuerzas pro-europeas
moderadas siguen siendo una mayoría.
Incluso
en EE.UU., el atractivo de Trump es limitado, debido a la estrechez
demográfica de su base electoral. La posibilidad de que pueda ganar las
elecciones presidenciales en noviembre es altamente dudosa.
Esta
es también la razón por la que las coaliciones pro-europeas de
centro-izquierda y centro-derecha se mantienen en el poder en la mayor
parte de la UE. El riesgo de que los partidos anti-UE pueden llegar al
poder en Italia, Francia y los Países Bajos – entre otros – está
aumentando, pero sigue siendo una posibilidad lejana.
Por
último, la teoría económica sugiere que se puede hacer que la
globalización beneficie a todos, siempre y cuando los ganadores
compensen a los perdedores. Esto puede tomar la forma de compensación
directa o mayor provisión de bienes públicos gratuitos o casi libres
(por ejemplo, educación, reentrenamiento, asistencia sanitaria,
prestaciones por desempleo, beneficios de pensiones trasferibles).
Para
que los trabajadores acepten una mayor movilidad y flexibilidad laboral
en la medida que la destrucción creativa elimina algunos puestos de
trabajo y crea otros, son necesarios sistemas adecuados para reemplazar
la pérdida de ingresos como consecuencia del desempleo transicional. En
la Unión Europea continental, los partidos del sistema se mantienen en
el poder, en parte debido a que sus países mantienen extendidos sistemas
de bienestar social.
La reacción contra la globalización
es real y creciente. Sin embargo, puede ser contenida y gestionada a
través de políticas que compensen a los trabajadores por sus daños y
costos colaterales. Sólo mediante la promulgación de dichas políticas,
los perdedores de la globalización empezaran a pensar que, con el
transcurso del tiempo, ellos también podrán unirse a las filas de los
ganadores.
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